El zoológico de Barcelona - Enric Garriga i Elies

ADDAREVISTA 16

ADDA organizó el pasado 28 de marzo en el Museo de Zoología de Barcelona una mesa redonda bajo el título "Presente y futuro del Zoo de Barcelona". Moderó el debate el director del museo, Francesc Uribe, y los participantes fueron Jordi Bigas, director de la revista Integral, Pere Ortín, redactor de La Vanguardia, Ferran Costa, director comercial del Zoo de Barcelona, la directora de nuestra revista, Carmen Méndez, y el presidente de ADDA, Manuel Cases. Enric Garriga, miembro de la Junta de ADDA, resume muy bien y con gran sensibilidad la postura de los que abogamos, en todas nuestras manifestaciones públicas tanto como en nuestra vida privada, por un cambio de mentalidad y de rumbo en las relaciones entre los seres humanos y los animales salvajes, y apostamos por la supresión de un emblema social anacrónico y superado como es la institución zoológica.

El traslado del Zoo de Barcelona a unas nuevas instalaciones ha sido una de las noticias que más espacio han ocupado en la prensa local en las últimas semanas. Por un lado, la antigüedad y mal estado de las actuales instalaciones, y por otro lado el alto coste de esta operación, parecen ser los temas más importantes de este debate. Detrás de ellos, sin embargo, se esconde una discusión más profunda, que cuestiona la existencia misma de los zoológicos.

A menudo, cuando se habla de ecología o de medio ambiente, se hace referencia a la problemática de los residuos, de la contaminación atmosférica, del agua, incluso de los ruidos, la movilidad o el urbanismo. Desgraciadamente, queda fuera de nuestras preocupaciones una parte importantísima del ecosistema planetario, una parte sin la cual no podríamos entender el entorno natural y sin la cual el ciclo de la vida no podría existir. Nos referimos a los animales, estos seres vivos, tan parecidos a nosotros, y que son también las víctimas más numerosas de la degradación ambiental.
Desde la extinción o el comercio de especies protegidas, hasta la experimentación pseudocientífica, pasando por la caza, la tortura en espectáculos y fiestas populares, el transporte, y un largo etcétera, los animales, salvajes o domésticos, protegidos o de consumo, forman una larga lista de perjudicados por la actividad humana.
Sin embargo, el perjuicio no consiste solamente en la muerte o maltrato del animal. También el mantenerlo en malas condiciones, retenerlo fuera de su habitat natural u obligarlo a realizar actuaciones indignas de su condición, representan agresiones al medio ambiente.

Desde la extinción o el comercio de especies protegidas, hasta la experimentación pseudocientífica, pasando por la caza, la tortura en los espectáculos, y un largo etcétera, los animales, salvajes o domésticos, protegidos o de consumo, forma una larga lista de perjudicados por la actividad humana. Sin embargo, el perjuicio no consiste solamente en la muerte o maltrato del animal. También mantenerlo en malas condiciones, tenerlo fuera de su hábitat natural u obligarlo a realizar actuaciones indignas de su condición, representan agresiones al medio ambiente.


REDEFINICIONES
Desde un punto de vista estrictamente ambientalista, hay que tener claro cuál es el papel del ser humano dentro de su medio. Se debe rechazar la concepción antropocéntrica del universo, y la creencia de que el hombre es el amo de los animales, los ríos y las montañas. Se debe ver a la humanidad como un elemento más del ecosistema, una parte más de este engranaje tan complejo que es la vida, y que, precisamente por nuestra condición de seres más inteligentes, los seres humanos tenemos que ser mucho más respetuosos y cuidadosos con todas las especies que nos rodean.

En este sentido, no parece coherente hablar de defender a los animales y a la vez mantener instalaciones tan obsoletas como los parques zoológicos. Unos lugares donde animales salvajes malviven privados de un don tan importante como la libertad, arrastrando tics y enfermedades físicas y mentales. Los ecologistas debemos defender que los animales han de vivir en su estado normal en su habitat natural. No nos valen las excusas de que los zoos permiten proteger la fauna amenazada de extinción, que sirven para educar y enseñar a la población o para investigar sobre zoología.
Sigue siendo una cuestión de puntos de vista. Un animal salvaje, bello y digno, detrás de una reja es una imagen francamente deprimente y poco educativa. Aquel elefante o aquel oso que hora tras hora, día tras día, hacen el mismo recorrido de forma mecánica y triste por su reducido espacio vital, o la falta de libertad de la orca Ulises, son buenos ejemplos de lo que decimos. También puede ser una excusa aludir al proteccionismo, cuando por otro lado se devastan grandes extensiones de selva o de bosque en el corazón de África o en la Amazonia, cuando se promueven guerras o infraestructuras, comercio o cacerías que acaban cada año con un número infinito de animales.


PERSPECTIVA ECOLOGISTA
Como ecologistas y defensores de los animales, entendemos que su lugar es aquel que la naturaleza ha previsto para ellos. Allí donde, en libertad, son capaces de desarrollar las habilidades y características con las que les ha dotado la biología. Y si deben morir, lo hacen con la dignidad de hacerlo dentro de la cadena de la vida natural. Y si debemos esforzarnos por proteger las especies y la biodiversidad, hagámoslo defendiendo sus hábitats, esos territorios vírgenes o esos lugares en los que puedan sobrevivir y reproducirse. Hagamos políticas de protección de los espacios naturales, de ahorro de recursos, de disminución de la contaminación del aire y del agua, y de paz y solidaridad entre los pueblos. Seguro que así defenderemos eficazmente a los animales. 

Ahora tenemos una buena oportunidad para demostrar que queremos a los animales: en lugar de hablar de trasladar el zoológico de Barcelona, hablemos de desmantelarlo. De abolir estas rejas y derribar esta prisión. De construir un nuevo modelo de sistema proteccionista, más basado en las condiciones reales de vida de los animales. Una red de parques naturales en todo el mundo donde la protección del medio ambiente permita la salvaguarda de las especies que lo integran, y que permita también la investigación y la docencia.
¿Quizás Barcelona estaría dispuesta a construir el gran parque natural del Mediterráneo, con una reproducción exacta de los ecosistemas que lo integran y con espacio suficiente para disfrutar de la vida, la protección y la reproducción de las diferentes especies que los caracterizan? Si fuese así, lo podríamos hablar de nuevo.


Relación de contenidos por tema: Zoos y safaris


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