Ética y Biología del Tráfico de Especies - WJ Jordan

ADDAREVISTA 7

W.J. Jordán es persona muy conocida en la Gran Bretaña. Autor de varios libros y artículos, aparece con regularidad en radio y televisión. Graduado en Ciencias y Cirugía Veterinaria por la Universidad de Edimburgo, Master en Ciencias Veterinarias en Liverpool y profesor de cirugía y anestesia en estas universidades. Consultor zoológico durante 16 años del zoo de Chester. Clínico consultor en Irán en donde ordenó y mejoró las enseñanzas en aquel país. Profesor de cirugía y anestesia, durante seis años, de la Universidad de Pretoria.
De regreso a Inglaterra fue el director del Departamento de Fauna de la Real Sociedad Británica, RSPCA, director del Trust del Pueblo para Especies en Peligro y actualmente es presidente de «Care for The Wild». Consejero de la RSPCA y del Donkey Sanctuary. Delegado durante 8 años del Gobierno Británico en la Comisión Internacional Ballenera y en el Parlamento Europeo para asuntos de fauna. Con este primer artículo empieza su colaboración en nuestra revista.


El comercio de animales salvajes para su venta como animales domésticos ha sido, desde hace mucho tiempo, una importante causa de preocupación tanto para los que se ocupan del bienestar animal como para los conservacionistas. En cambio, y sorprendentemente, es un tema que nunca ha sido atacado con verdadero vigor por las organizaciones de protección a la fauna. Los intentos de controlar, y parar, este comercio han sido siempre poco sistemáticos. Se han aplicado restricciones sobre la importación de algunas especies porque se sabe que están en peligro en su entorno natural; en algunos países europeos no se pueden tener ciertos anima-les sin licencia porque pueden representar un peligro para las personas; en otros, no se puede comerciar con ellos porque son portadores conocidos de enfermedades que pueden transmitir al hombre —pero en ningún lugar está prohibida su venta simplemente por el hecho de que ¡perjudica a los animales!
Las pocas leyes que existen y que se supone deben asegurar el bienestar del animal exótico, como la Ley de Protección a los Animales de 1911 en el Reino Unido, son lastimosamente inadecuadas porque fueron concebidas en una época en que se sabía muy poco sobre el cuerpo y la mente de los animales salvajes. Por ello, mientras que bajo la Ley de 1911 es ilegal matar de hambre a un loro, es perfectamente legal mantenerlo en una minúscula jaula de estilo Victoriano en reclusión solitaria durante años y años. De hecho, es así como se exhiben para la venta en tiendas de animales en el Reino Unido y en Europa, y es así como se aconseja mantenerlos a los futuros compradores. Esto es legal, ¡a pesar del hecho de que sabemos que los loros son grandes voladores! Es legal, a pesar del hecho de que la investigación etológica ha demostrado que los loros están entre los pájaros más inteligentes que existen y que sufren terriblemente de aburrimiento cuando se les mantiene encerrados en espacios reducidos. Esto significa que, cuando uno se encuentra con un loro en una tienda de animales con evidentes signos de angustia psicológica (como me ha pasado muchas veces), como el balanceo estereotipado o el desplume intensivo, es prácticamente imposible tomar acciones contra el propietario si el pájaro está por lo demás en buenas condiciones físicas. La ley, en lo que se refiere a la protección de animales salvajes cautivos, ¡es un desastre en toda Europa!

No hay duda de que el comercio de animales exóticos es cruel y dispendioso, pero sólo para resaltar el tema, voy a dar dos ejemplos del nivel de estas pérdidas: el de las tortugas y los loros.

Cuando fui el principal responsable de la Fauna de la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (RSPCA), mi departamento condujo una investigación sobre la importación de tortugas europeas al Reino Unido. Encontramos que se habían importado en un período de diez años mas de 2.000.000 de ellas, y que entre un 80 % y un 90 % habían muerto durante el primer año de cautividad. ¡Comparen estas cifras con los 50 años de vida que alcanzan en estado libre! Es más, otra investigación llevada a cabo en el Norte de África reveló que la captura comercial durante un período de unos 80 años ha reducido la población de tortugas en estado salvaje ¡ en aproximadamente un 86 %.!

Por suerte, este comercio fue eventualmente prohibido, pero tristemente los comerciantes han pasado a explotar las especies norteamericanas, como la tortuga box o la tortuga acuática de oreja roja. Actualmente, tras el éxito de películas como «Las Tortugas Ninja», las tortugas acuáticas se han convertido en animales populares para tener en casa, y hay un comerciante que se vanagloria de un aumento de un 400 % en las ventas. En vista de que se están importando más de 200.000 patéticas tortuguitas a Inglaterra cada año (y esa cifra va en aumento), no tengo razones para dudar de que existe una mortalidad superior a la que se da entre las tortugas europeas. Los loros han sido valiosos pájaros de jaula desde los tiempos antiguos. La primera mención escrita de un loro doméstico es una descripción griega de un periquito de cabeza morada que data de 400 a.C. El autor, un médico, estaba claramente cautivado por la capacidad del pájaro para hablar la lengua de su patria, la India, y también observó que se le podía enseñar a hablar en griego. Parece que desde entonces, los loros habladores de plumaje exótico se convirtieron en símbolos de categoría entre las clases dominantes de Grecia, Roma y Europa. Más tarde, las exploraciones del Nuevo Mundo durante los siglos XV y XVI descubrieron muchas nuevas especies de loros, y estos y los subsiguientes descubrimientos en las Indias Orientales y Australia han contribuido a generar el interés de los coleccionistas europeos.

Actualmente, hay una enorme gama de especies que se mantienen en cautividad, y por desgracia no hay duda de que la obsesión del avicultor con las razas nuevas o exóticas está acelerando la extinción de muchas especies. De hecho, se estima que por cada pájaro que se ve en una tienda de animales en Europa, tres han muerto en el camino.

Estos crudos y horribles datos han tenido como resultado la unión de la Real Sociedad para la Protección de Pájaros (RSPB) con base en la RSPCA británica y de la Agencia de Investigación Medioambiental (EIA), para tomar parte en una campaña europea para lograr la prohibición de importaciones de animales capturados en su entorno natural. Esta es una acción importante y significativa contra el comercio y debe ser aplaudida y apoyada, pero no cubre el tema significativo —la cría del pajaro salvaje en cautividad. De hecho, al concentrarse en el tema de los pájaros cazadores en su entorno natural, esta campaña se ajusta a algunos de los principios de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro de Extinción, por el cual un animal del Anexo 1 (un animal con el que no pueden comerciar las partes contrayentes) pasa automáticamente al Anexo 11 (animales con los que se puede comerciar) si se cría en cautividad. Esto puede que satisfaga el sentido ético del movimiento conservacionista, pero desde luego no satisface al movimiento de bienestar animal — porque un animal salvaje retiene sus requerimientos fisiológicos y psicológicos sin que su lugar de nacimiento tenga influencia alguna sobre ello. La vida para un loro gris africano en una jaula minúscula es un infierno, haya nacido en Londres, Madrid o en Gambia —¡y es éste el problema que hay que plantear!

El Profesor Konrad Lorenz, el etólogo ganador del Premio Nobel (y mundialmente famoso por su trabajo sobre el comportamiento del ganso), creía que la vida en cautividad podía ser muy penosa para los loros y otros pájaros inteligentes. Escribió que «estas especies mayores de la tribu de los loros no son únicamente listos, sino también extraordinariamente vivaces de cuerpo y mente; y, junto con los grandes córvidos, son probablemente los únicos pájaros que pueden sufrir de ese estado mental, tan común entre prisioneros humanos, llamado aburrimiento. Pero nadie tiene piedad de estas patéticas criaturas en sus jaulas de martirio. Sin comprender, el afectuoso dueño se imagina que el pájaro demuestra su satisfacción con inclinaciones de cabeza cuando constantemente repite los movimientos de balanceo, que son en realidad los restos estereotipados de sus intentos desesperados de escapar de su jaula. Si se libera a este infeliz prisionero, pasarán semanas, incluso meses, antes de que se atreva a volar».

El Dr. Desmond Morris, zoólogo, escritor y radiodifusor, llegó a similares conclusiones sobre el com-portamiento de los loros en cautividad; «se pueden ver movimientos de intención estilizados, repetitivos, entre animales como los monos, lémures y loros. Estos últimos son de interés porque cada individuo parece desarrollar su propia pauta de movimientos altamente característica. Uno balancea su cabeza de un lado a otro, otro la oscila hacia adelante y hacia atrás, otro de arriba hacia abajo. Estos movimientos son estereotipos formalizados de las acciones iniciales de despegue, o del giro previo al despegue. En un loro recién enjaulado, se pueden observar los confusos y agitados movimientos de intención a medida que el pájaro se adapta a su pequeña jaula. Estos movimientos se hacen gradualmente rítmicos y repetitivos y el pájaro puede expresar su impulso volador sin efectuar secuencias de movimientos discordantes y erráticos». Considerando simplemente estos dos ejemplos, loros y tortugas, podemos ver que el comercio con animales salvajes es un dispendio cruel y vano, una amenaza para las especies en estado salvaje y una fuente de angustia y malestar para los animales que acaban en nuestros hogares —se críen o no en cautividad—. ¿Hay algún punto a favor de este comercio? Creemos que no. No hay evidencia que apoye el argumento, a menudo esgrimido por el comercio de animales, de que tener un animal salvaje en casa fomenta el respeto por la naturaleza. ¡Todo lo contrario! La posesión de un animal salvaje únicamente fomenta la actitud de que los animales son sencillamente una mercancía y, como tal, su valor intrínseco desaparece por completo. ¡No es precisamente una actitud para enseñarle a nuestros hijos!

Así, ¿qué se debe hacer? Nunca he tenido mucha fe en los políticos. Los gobiernos sólo legislan cuando la gente lo reclama, pero sí tengo fe en la gente. No creo ni por un momento que la mayoría de dueños de animales exóticos sean crueles o estúpidos, pero si sé que están mal informados y mal aconsejados. La mayor parte de esta desinformación proviene del comercio de animales en sus esfuerzos por vender su «mercancía». Estoy convencido de que si el cuidadano medio compren diera en claridad el nivel de pérdidas y sufrimiento que comporta este funesto comercio, dejarían de comprar, e igualmente importante, intentarían también disuadir a su vecino.
«Care for the Wild», una organización de protección de la vida salvaje con base en el Reino Unido, está a punto de afrontar el reto de este importante tema, y en el otoño de 1991 va a lanzar una gran campaña para concienciar al público en Gran Bretaña. A largo plazo, el objetivo es el de ampliar esta campaña a toda Europa, con vistas a influir en los cambios legislativos, pero el objetivo inicial es el de conseguir que el público reconozca las consecuencias de adquirir un animal salvaje como animal de compañía. Promocionaremos el lema de, «if you 'Care for the Wild» (si te preocupa la vida salvaje), no tendrás un animal exótico en casa.

Es evidente que va a ser una campaña de grandes dimensiones porque, entre otras cosas, deberemos enfrentarnos a muchas ideas preconcebidas —ideas inculcadas en la gente desde su infancia—. El mono solitario en la celda, el loro en la jaula, el lagarto en la caja y el pez de colores en la pecera son tan sólo algunas de las imágenes que debemos hacer añicos.

No vamos a echarnos atrás ante esta tarea, pero vamos a necesitar apoyo. Necesitamos información sobre los animales salvajes en su zona, observaciones sobre el número de especies y especímenes y sobre las condiciones en que se mantienen. Necesitamos que aborden a sus representantes gubernamentales y políticos y les planteen estos problemas, y necesitamos que nos informen sobre sus respuestas. También necesitamos su apoyo moral y económico. Este último es vital si queremos mantener la campaña a flote, porque «Care for the Wild» es una organización pequeña pero progresista, y en esta campaña estamos enfrentándonos a una industria multimillonaria en dólares.


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