Los peces también son seres sintientes

ADDAREVISTA 59

Las leyes aún ambiguas en materia de bienestar animal siguen atrayendo debates que ya deberíamos haber superado. ¿Los peces sienten dolor? Una pregunta que la lógica ya respondió hace siglos (concretamente, documentada en el Libro IX de Plinio, año 79 d. C., titulado La inteligencia de los peces) y que miles de científicos, por si había alguna duda, se han empeñado en confirmar empíricamente mediante investigaciones y experimentos. La Jornada sobre Bienestar y Estrés en Peces organizada en Barcelona por la Societat Catalana de Biologia pone de relieve el trabajo que aún queda por hacer en el trato que muchos organismos marinos reciben por parte de los humanos, sea por causa de la pesca o por causa de su cautiverio en tanques, algunos destinados a la acuicultura y otros a la simple exposición de especies en acuarios.

 

Redacción.- Los peces tienen receptores del dolor repartidos entre el cráneo y la mandíbula, igual que los humanos. Tienen unos pequeños filamentos (fibras C) encargadas de trasladar entre receptor y cerebro esas señales. Usan la memoria para reconocer especies comestibles o para adaptarse a cierto nivel de estrés, por ejemplo, en condiciones de calor o de fuertes temporales que ya han experimentado. Sin duda, se dotan de capacidad de análisis, ya que valoran si es o no factible enfrentarse a otra especie en función de sus dimensiones y capacidades. Se ha demostrado, también, que reaccionan a sustancias como los opioides, que sirven para desinhibir o atenuar el estrés y precisamente el dolor. En definitiva, no difieren mucho en las estructuras básicas de los humanos, y su protección está aún muy lejos de ser una realidad.

 

¿Qué es la acuicultura?

Desde el punto de vista animalista, una aberración en toda regla, donde primero los peces son obligados a abandonar su medio natural, después son transportados sin demasiado cuidado y, a continuación, como en el caso de la ganadería industrial, son amontonados en densidades altísimas para destinarlos a la cría. Un mundo donde solo importan los números y que acaba siempre con la muerte del animal sin métodos estudiados de aturdimiento previo, como obliga la legislación, es decir, con torturas como la del hielo que les provoca una asfixia agobiante. Los animales, repitiendo los complejos de las granjas industriales terrestres, son sometidos a un exceso de fármacos y productos químicos que después contaminarán también ríos y océanos para entrar de nuevo en las redes tróficas hasta llegar a los humanos. Los piensos destinados a la alimentación de estos animales son hechos a base también de pescado, básicamente de especies que contienen un alto índice de ácidos grasos omega 3 que les son necesarios. Esto significa que, aparte de la pesca directa para el consumo y de aquella destinada a acuarios y a la acuicultura, hay que pescar cantidades inmensas de arenques, anchoas, sardinas o boquerones para alimentar toda esta mega producción industrial. Una producción que se concentra en gran medida en el mar de la China Oriental, pero que también empieza a generar grandes beneficios en la península ibérica. En España, con datos de 2016, funcionaban 5105 establecimientos de acuicultura. La producción, por orden de importancia, se centra en el mejillón (215.855 toneladas), la lubina (23.445 toneladas), la trucha arco iris (17.732 toneladas) y la dorada (13.740 toneladas).

 

Legislación insuficiente

Aunque hace mucho tiempo que los peces son un sujeto jurídico dentro del Código Civil, su consideración es prácticamente escasa, ya que en ese marco se definen como «bienes apropiables por su naturaleza y que carecen de dueño». Es decir, es el estrato más primario de consideración de la propiedad, por la cual el hombre determina si un animal es suyo simplemente capturándolo o pagando por él un precio al pescador. A nivel general, el primer país que incluyó en su legislación la consideración de que los animales no son cosas fue Austria, en el año 1988. En 2006, le siguió la comunidad de Cataluña, y en 2015, Francia afirmó que son seres dotados de sensibilidad. En España, el Ministerio de Agricultura, en el artículo 3 de su directiva sobre Bienestar, insiste en que «hay que tomar todas las medidas necesarias para asegurar el bienestar de los animales». Y el Código Penal, en su última reforma de 2015, artículo 337 y afines, incluye el apartado de «Protección de la flora, la fauna y los animales domésticos». Si se explora, se contemplan, en el caso de los peces, delitos en «aquellos actos que afecten a especies en peligro» o en el hecho de manipular y «no poseer título alguno de actividad marisquera o acuícola». En el ámbito europeo, la ley de Bienestar Animal de 2009 insiste en «evitar el sufrimiento», pero no incluye ningún apartado específico sobre peces. Solo organismos como la EFSA (European Food and Safety Authority) o la OIE (World Organization for Animal Health) han presionado y prohibido métodos de aturdimiento como la asfixia o los baños en líquidos ácidos. Maria Teresa Giménez, de la Universitat Autònoma de Barcelona, constató que «la jurisprudencia avanza también a paso lento, ya que, por ejemplo, entre los años 2016 y 2019, solo se presentaron 4 sentencias resolutorias referentes a delitos contra la fauna silvestre. Una de ellas, italiana, prohibió la exhibición de peces sobre hielo en el mercado y también la exhibición de langostas dentro de acuarios en los restaurantes».

 

Los peces, los más sacrificados

Los datos son claros. En el mundo se sacrifican cada año 4000 millones de mamíferos, 70.000 millones de aves y 30.000 billones (sí, billones) de peces. Son cifras enormes que cabe poner en el contexto del gran auge que está teniendo la acuicultura, especialmente en países como China y Japón. En este sentido, la Ong CIW (Compassion in World Farming) elaboró en 2018 una encuesta a través de internet para determinar si la preocupación pública por el bienestar de los peces era alta o no. Su representante en el Grupo de Bienestar en Peces, Elena Lara, relataba que «respondieron 9147 personas, en especial del Reino Unido, y solo un 60 % opinaba que los peces eran seres sintientes significando que un 40 % todavía no les atribuye sentimientos ni otras cualidades cognitivas». La encuesta forma parte de un plan de concienciación de la población acerca de los malos tratos que reciben estos animales, sobre todo en el momento de su sacrificio. En muchos casos, y aunque la Unión Europea insta en su legislación sobre Bienestar Animal, artículo 13, a «adaptar las legislaciones internas al hecho de que los animales son seres sintientes», el aturdimiento previo de los peces es quizás peor. A menudo, peces muertos flotan en los tanques de las instalaciones de cría, o se apartan, sin ser atendidos, si presentan signos de enfermedad; otros, son «aturdidos» mediante hielo, lo que les provoca un gran sufrimiento, pues pueden llegar a agonizar por un tiempo superior a una hora. En este sentido, se están probando nuevos métodos de aturdido eficaz antes del sacrificio como electroshocks, anestesias o mezclas de gases. Compassion in World Farming publicó en 2018 un informe sobre el sacrificio de peces que propone métodos efectivos de aturdido e insta a un mayor estudio del comportamiento de las diferentes especies, así como a implementar los diferentes métodos verificados. Se elaboró una guía de buenas prácticas para industrias, que indica los procesos más óptimos para la muerte de salmones, truchas, doradas o lubinas.

 

La acuicultura obliga a pescar más

La cría intensiva de peces, especialmente de las especies destinadas al consumo humano —carnívoros—, como la lubina o la dorada obliga, evidentemente, a dotarles de una alimentación adecuada. Se utiliza el pienso hecho a base de harina y aceite de pescado. Para producir este pienso, se pescan anualmente entre medio millón y un millón de sardinas, boquerones y arenques, especies ricas en ácidos grasos omega 3 necesarios para la regulación de las diferentes funciones vitales de los carnívoros. Es decir, que la acuicultura, que en principio fue iniciada para compensar la disminución en el mar, ahora promociona, aun más, una pesca que cada vez tiene más problemas para sostenerse. Diversos científicos han empezado a experimentar con aceites vegetales y otras sustancias; el problema radica en que las especies carnívoras necesitan este omega 3. La solución, pues, es reducir el número de peces en cría, o repensar a nivel mundial el concepto de acuicultura y, ante todo, la pesca industrial. Una vez más, el consumidor tiene un papel importante que puede y debe ayudar mucho si se reduce el consumo de pescado, o al menos si esta es de mayor calidad, con el etiquetado de certificación bienestarista del animal. Algo existente ya en otros países, pero que aún avanza tímidamente su implementación en España.

 

El finning, una lacra que no cesa

Una de las formas más modernas del maltrato a animales marinos es el finning a tiburones y rayas, dos especies que comparten un esqueleto cartilaginoso y que carecen de vejiga natatoria, solo para extraerles las aletas o alas (en el caso de las rayas). La creciente demanda de países como China para cocinar platos como la sopa de aleta de tiburón hace crecer esta crueldad, porque el animal vivo es devuelto al mar y muere devorado por otras especies o sufriendo sin posibilidad alguna de valerse por sí mismo. Aunque la pesca de tiburones está prohibida desde 2003, el furtivismo no cesa y hasta resulta un negocio. También los arrastreros, u otras artes de pesca, capturan estos animales de forma accidental. En el caso de las rayas, en Cataluña por ejemplo, son numerosos los casos de descargas de barcos con aletas cortadas. Claudio Barria, del Institut de Ciències del Mar, denuncia que «los pescadores reciben poca información y hasta se incentiva la captura recreativa y también el turismo, como es el caso de los packs que se organizan en Euskadi para hacer inmersión con tiburones». A todo esto cabe destacar que en el Mediterráneo tiburones y rayas se encuentran en un peligro alto de extinción, con la mitad de especies, unas 40, amenazadas.

 

(Jornada sobre el bienestar animal en peces, celebrado el 26 de junio en el Institut d’Estudis de Barcelona. Organizado por la Universidad Autónoma, UAB, la Societat Catalana de Biologìa, la Xarxa de referència de Catalunya y la Red Temática de Bienestar y Estrés de los Peces).

 

Diciembre 2019


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