La WSPA cambia de rumbo

ADDAREVISTA 44

RETROSPECTIVA

Redacción. Abril de 2012.—En el año 1981, se fundó la Sociedad Mundial de Protección de los Animales, WSPA. Dos importantes agrupaciones animalistas unían sus esfuerzos para crear una nueva y poderosa organización. Se unían también dos continentes. Los dos más avanzados en la defensa y protección de los animales. Por Europa la Sociedad Internacional para la Protección de los Animales, ISPA, con sede en Berna (Suiza) y al otro lado del Atlántico la Federación Mundial para la Protección de los Animales, norteamericana. Quedaba, sin embargo, en Gran Bretaña —Londres, concretamente— la sede central, en aquella pequeña oficina en Jermyn Street; tras alcanzar el primer piso subiendo una empinada escalera —sin ascensor—, se ubicaban, en esta planta y en otros pisos superiores, las distintas dependencias. Su entonces director Trevor Scott y jóvenes entusiastas como Victor Walkins, que desde joven ha pasado su vida en ella, formaban parte de aquel embrión que iba a tener mucho que decir y que hacer en los años venideros. Sucedieron a Scott, Richard Steiner, Gordon Walwyn…

La asociación ADDA, fundada en el año 1976, ya formaba parte desde hacía cinco años del grupo europeo ISPA, y al integrarse en la WSPA puede decirse que fue uno de sus miembros fundadores. Hablar de animalismo en las décadas de los 60 y 70, en España y en otros países europeos, era hablar de minorías. De unas pocas asociaciones que se agruparon para la redacción de lo que sería el primer manifiesto mundial y proclama de los derechos de los animales, en cuya redacción intervino Jorge Ros, entonces presidente del ADDA. Surgió con ello un decálogo consensuado entre representantes de varios países con un marcado pedigrí europeo, pues por aquel entonces —y por esto se fundó la WSPA— ambos continentes no tenía la interconexión de ahora.

En los años precedentes, Dolores Marsans Comas, presidenta de la FESPAP, Federación Española de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas, fue una de las personas españolas, la primera, que había dado a conocer el nombre de España en los círculos proteccionistas internacionales. Hija de banqueros catalanes, persona de mundo, con idiomas y un buen saber hacer, había introducido en España las primeras pistolas de aturdimiento para los mataderos, tema que siempre le preocupó. La aparición de una nueva organización, ADDA, fundada el mismo año de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, abierta y ansiosa de conocimientos animalistas, hizo que su nuevo presidente, Manuel Cases, con conocimiento de idiomas, se fuese involucrando en ella. Siempre recibió apoyo y simpatía, dado que España era uno de los países que más necesitaba ayuda, por el trabajo pendiente y tan necesario en favor de los animales. Así pues, primero Cases fue nombrado director consejero para pasar a ser, más tarde, director del Consejo de Directores de la WSPA.

La WSPA, al ser por sus siglas una asociación mundial, debía extender sus actividades alrededor del globo y centrarse en aquellos lugares y países en donde fuera por subdesarrollo, pobreza o costumbres, era más necesaria su presencia. La zona europea,  por lo tanto, no era un objetivo primordial en sus actividades. No obstante, se formó en el año 1991 un grupo dirigido por Janice Cox, que se dedicaba específicamente a temas europeos, llegando a realizarse un Congreso de trabajo en Rute (Córdoba) coincidiendo con la Conferencia Internacional del Burro, organizado por Pascual Rovira, presidente de ADEBO (Asociación en Defensa del Burro), al que, además de asistir el entonces director Richard Steiner —sorprendentemente hablaba español—, también estuvo su presidente, Sir Cameron Rusby. De todos estos contactos surgió la necesidad de acometer la lucha contra las corridas de toros, la más conocida y flagrante agresión existente en Europa a los animales. Fue por esta causa que empezó una estrecha colaboración a modo de join venture entre WSPA y ADDA o ADDA y WSPA, como quiera considerarse, que concluiría con la declaración de Barcelona antitaurina en al año 2004 y de allí hasta la abolición a través de una ILP de la plataforma PROU en el año 2010. No hay que extenderse más en este tema porque nuestros lectores están suficientemente informados y se desviaría este escrito de su hilo conductor.

La WSPA se despedía de Jermyn Street en el corazón de St. James, uno de los históricos y elegantes lugares de Londres, para, ampliándose, ubicarse en otros barrios más alejados. Los traslados y nuevas ubicaciones fueron constantes a medida que la entidad se engrandecía en número de socios miembros y de empleados.

Andrew Dickson, su nuevo director ejecutivo, una persona ajena al movimiento animalista, seleccionado por su currículum mediante anuncios en prensa, fue quien dio el espaldarazo para la definitiva expansión y profesionalización de la WSPA, logrando durante su mandato un crecimiento espectacular, tanto en número de nuevos socios miembros, como de recursos económicos. Los recursos humanos ya muy numerosos y cada vez más influyentes, por motivos poco aclarados, lograron que fuese despedido.

Le sucedió Peter Davies. Llegaba dejando el cargo de director de la poderosa y omnipresente en Gran Bretaña RPSCA (Real Sociedad Protectora Contra la Crueldad). Davies, un viajero incansable, tuvo dos constantes: alcanzar la cifra de 1.000 asociaciones miembro en todo el mundo y lograr mediante el logro de cientos de miles de firmas que la WSPA fuese considerada como miembro consultivo en las Naciones Unidas y, paralelamente, que se aprobase una nueva Declaración de los Derechos de los Animales en su seno. Ambas aspiraciones, encomiables al principio, ofrecían sus dificultades. El ingreso incontrolado de nuevos miembros, dada la rivalidad existente entre asociaciones como un hecho natural y humano en todos los países, incomodaba al colectivo y aumentaba la conflictividad. Por otro lado una nueva declaración echaba por los suelos la que entonces prevalecía desde su proclama en 1976 y… aquí aparecía un tema muy sensible que merece un mayor detalle.

EL TALÓN DE AQUILES DE LA WSPA

La WSPA, a pesar de proclamarse como una sociedad mundial, tiene en sus estatutos que el idioma en que se celebraran las reuniones directivas, los congresos o cualquier otra manifestación de cierta importancia, debe ser el inglés, incluyendo sus variantes norteamericanas, australianas, neozelandesas, etc. Algo difícilmente compatible con el inglés «de subsistencia» que pueden ofrecer la mayoría de los miembros de otros países. O sea, es una sociedad mundial que excluye cualquier otro idioma por extendido y hablado que sea y que no dispone de traductores simultáneos en sus reuniones. Conduce esta situación a la hegemonía de que las decisiones recaigan en un reducido grupo, casi siempre en posiciones estratégicas, que se ha ido perpetuando, con predominio manifiesto de norteamericanos e ingleses y una reducción paulatina de miembros europeos. Curiosamente países tan importantes como Francia o Italia, poca o nula representación de peso han tenido.

Las grandes asociaciones proteccionistas mundiales como la Humane Society norteamericana y la todo poderosa RSPCA británica —que tiene una gran influencia en la WSPA— tienen y se encargan de la recogida, refugio, adopción de los animales de compañía y en caso de… lamentablemente (regretably) admiten su sacrificio. Este hecho ha venido presentándose a lo largo de los años. Manuel Cases, contrario al sacrificio (no kill), durante su periodo de director en el Consejo de Directores, para no ser el elemento discordante con su voto en contra, tenía que excusar su presencia en el momento de las votaciones sobre este tema «para ir al baño». Este es un lastre para un movimiento mundial —el no matar— cada vez más extendido y aceptado con el que ha tenido que pechar la WSPA, que le ha perjudicado y que le está produciendo muchos problemas.

La figura del presidente en la WSPA ha sido más bien representativa que de poder ejecutivo, que está reservado al director bajo la tutela de un «Senado» de continuidad angloparlante. La presidencia de dos años tampoco ofrecía demasiadas oportunidades de imprimir un carácter y una forma de actuar durante sus mandatos. Quizá, por esta causa, le han faltado unas cabezas visibles que, respaldadas por unos estatutos actualizados, ofreciesen un estilo, un savoir faire, de mayor prestigio, gracias a un escalado jerárquico mejor definido. El sistema de las votaciones de sus asociados también ha tenido sus peculiaridades: al voto de cada miembro se le pueden añadir otros en compensación a una mayor aportación dineraria. No se han reconocido la antigüedad adquirida de las asociaciones miembro fundadoras o con muchos años de permanencia. Con el aluvión de las recién llegadas, siguiendo la política de Peter Davies, las dígase «clásicas» —ADDA entre ellas—, las de tradición y prestigio quedaban equiparadas a la más minúscula recién incorporada. Respetando por igual a todas ellas por el hecho de serlo, pero con una ligera distinción, todo se hubiese asumido con naturalidad

LA NUEVA WSPA

Los comienzos del año 2012, al mando de su nuevo director ejecutivo, Mike Baker, con casi dos años en este puesto y que pueden considerarse como de un silencio y opacidad casi total en información a los socios miembros y desconocimiento de sus actividades, la WSPA parece presentarse ahora con un cambio radical. Se deshace de todos sus socios miembros, algo que destruye toda la insistencia y labor de su antecesor Peter Davies de alcanzar las 1.000 asociaciones miembro, y parece que quieren ampliar sus futuros contactos con sociedades civiles, ciertas ONG, con gobiernos, más abierta al conservacionismo, para pasar a ser «una pieza global en el bienestar animal, abierta a todas las asociaciones o empresas interesadas en los animales que estén involucradas en el cambio climático, la pobreza y muchas otras crisis globales que tienen un impacto masivo en la vida de los animales». Una nueva estrategia tomada sin conocimiento de la base de sus socios miembros, aunque se afirma que se hizo; ADDA puede certificar la falta total de comunicación. Parece ser que el interés se centra en tener el apoyo de las Naciones Unidas y el Consejo de Europa para «poder hacer propuestas más contundentes y convincentes para quienes toman decisiones». También de esta forma se evitan voces discrepantes y las críticas que se han ido produciendo. Hasta el momento, continua la opacidad de estos nuevos proyectos.


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