Al perro - Mª Consuelo Polo Delgado

ADDAREVISTA 42

Si existe un animal único como compañero y amigo, ese es el perro. 

Desde la noche de los tiempos siempre acompañó a los seres humanos en todas sus labores cotidianas. Perros de pastoreo, guardianes de rebaños, perros de caza, perros de vigilancia, perros lazarillos para invidentes, perros policías, detectores de droga y explosivos, perros de salvamento —siempre presentes en todas las catástrofes—, terremotos, aludes de nieve, etc. 

El perro siempre ha sido considerado un animal de utilidad. Afortunadamente, en la actualidad, el perro es todo eso y mucho más, es el más leal compañero, es uno de los animales más sociables que existe, tanto que tiene una dependencia total de los humanos, necesita de nuestro afecto para vivir feliz: una caricia es casi más importante que la comida. 

Un perro feliz es el que tiene un buen amo, mejor dicho, amigo que le quiere de verdad y nunca lo abandonaría, al margen de que este sea persona más o menos pudiente. He visto perros en lujosos chalets pero infelices por carecer del afecto de sus dueños al permanecer aislados en casetas y jardines.

La tenencia de perros se ha convertido también en moda y eso es muy negativo ya que muchas personas se hacen con un perro porque tal o cual famoso lo tiene o bien porque lo piden los niños. 

Esto es un gran error ya que estas personas suelen desconocer las necesidades que tiene el animal y la gran responsabilidad que supone tenerlo y a la menor contrariedad terminan por dejarlo abandonado en una perrera o en la calle. En ambos casos esto es una gran crueldad que suele finalizar con la muerte del pobre animal. 

Para el perro su amo es su Dios, su Todo; nada hay más triste que un perro que ha tenido un hogar y que ha sido abandonado. 

Espera inútilmente en el lugar donde lo dejaron a que vuelvan a por él; vaga por las calles en busca de comida, padece hambre, sed, frío o calor, es víctima inocente de la maldad de gentes inmisericordes que le dan la patada o la piedra hasta que a veces perece bajo las ruedas de un coche. 

Me vienen a la memoria unos versos que nunca olvidaré refiriéndose a los perros vagabundos:

Perros del verano

que temerosos coméis en mi mano.

Perros, mis hermanos,

que vais por el mundo

con tristeza antigua.

Con ojos profundos,

¿qué buscáis en vano?

¿Para qué Dios los hizo?

¿Qué pecado el que expían

cuando vagan hambrientos

por la orilla marina?

Para evitar estas lamentables situaciones hay que pensarlo mucho antes de decidirnos a traer un animal de compañía a nuestra vida. Si estamos dispuestos a sacarlo a pasear varias veces al día, a llevarlo al veterinario cuando haga falta, a que no sea un impedimento a la hora de salir de vacaciones, porque tenemos dónde dejarlo o lo llevaremos con nosotros, controlaremos su celo para que no vengan carnadas no deseadas, etc. Entonces sí podemos compartir nuestra vida con uno de estos maravillosos animales.

Siempre tuvimos perro en mi casa. A los seis años tuve el primero: fue una perrita que nos dieron en un pueblo donde pasábamos los veranos. Desde entonces nunca ha pasado un año en mi vida sin que tuviésemos un perro o más. Raro era el verano que no trajese un nuevo amigo, en algunos casos para buscarle dueño ya que no podíamos quedarnos con todos. Nunca hemos comprado un perro, todos han sido recogidos de la calle, poco importa el tamaño, color o raza, lo único importante es que estaban abandonados. Actualmente tengo dos perras y un perro, por supuesto esterilizadas pues ya hay demasiados animales abandonados en los albergues y perreras.

A veces me da miedo viajar por nuestros pueblos ya que no es raro encontrar algún perro mal cuidado o maltratado, sobre todo los perros de los cazadores, pobres animales a los que sus dueños no profesan el menor cariño. Salvo raras excepciones, los perros de caza son considerados como útiles de trabajo y desechados cuando se hacen viejos o pierden aptitudes.

Tenemos el ejemplo de los galgos que a la edad de tres años o menos ya no sirven para la competición de la caza de liebre. Cientos de galgos son abandonados, entregados en las perreras para su sacrificio o' simplemente ahorcados. Mala imagen y peor fama la que tenemos en toda Europa por este motivo. En países como Austria, Alemania, Holanda, Bélgica y Francia, numerosos galgos han encontrado un hogar donde les quieren, gracias a varias asociaciones que se encargan de buscar familias para estos animales, aunque es como una gota en el océano dado el gran número de galgos que todos los años son abandonados.

En los países árabes no son muy queridos los perros ya que el Islam los considera animales impuros pero aún así no he visto en ellos la crueldad de nuestros pueblos. En una visita a Egipto no lo pasé muy bien pues en los grandiosos monumentos faraónicos había muchos perros a su aire, habían nacido allí en el desierto y no sé ni cómo podían sobrevivir. Un guía me dijo que comían lo que les daban los turistas; desde entonces, durante el tiempo que duró este viaje guardaba pan y bollos del desayuno para dárselos a los perros. A pesar de ello no vi crueldad ya que a veces los perros estaban tumbados estorbando el paso a los turistas y nadie, ni los árabes, les molestaban. Comentando con los compañeros de viaje la pena que me daban los perros del desierto sin nadie que les atendiera, me contestaron que más pena les daban esos niños que nos acosaban para que les comprásemos sus baratijas; yo les dije que esos niños aunque no tenían lujos ni los caprichos de los que gozan los niños occidentales, tenían el cariño de sus padres, un tazón de leche de sus cabras, pan, fruta y carne y se les veía sonrientes jugando con una vieja pelota. En cambio los perros estaban totalmente desamparados; al final me dieron la razón.

He tenido muchos perros y de todos guardo un recuerdo en mi corazón. No estoy segura de si fue Lord Byron quien mirando a los ojos de su perro dijo aquello de: «Si no hay un Dios para ti, tampoco lo hay para mí». Opino lo mismo: si hay alguien bondadoso e inocente es el perro; si algún perro es agresivo, la culpa es del dueño que lo hizo ser así. Termino este homenaje al perro con estos versos de Torcuato Luca de Tena:

"Humilde y tierno amigo de las grandes orejas y la cara peluda,

que vives empeñado en ganar mi amistad, que temes insegura,

tu bondad sin fronteras, a veces me entristece soy hombre,
y no merezco, créeme, tu ternura."


Relación de contenidos por tema: Narrativa


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