La España que no queremos - Manuel Cases

ADDAREVISTA 32

En un mundo, queramos o no, cada vez mas globalizado, una parte del mismo, la Unión Europea, concentra una pujanza no tan sólo tecnológica sino también cultural. ¿Están enfrentadas la cultura con la tecnología o caminan ambas de forma paralela? Cuando lo avanzado de una nación homogeneiza ambos conceptos, ésta se convierte en líder y espejo de referencia para otras naciones que buscan este empeño. Pero no siempre se logra este parentesco, pues en tanto se admiten los nuevos avances tecnológicos que se imprimen rápidamente en el tejido social, por otra parte se intentan mantener tradiciones que bajo la falsa catalogación de cultura mantienen brutalidades imposibles de compaginar con los nuevos avances.

España, la España profunda, está plagada de repugnantes atropellos y crueldades con los animales en sus festejos populares. Una forma de continuar el embrutecimiento de la juventud manipulada por “los viejos del lugar”, con los ganaderos en la sombra que dan salida a toros, becerros o novillos que “titulan de segunda” Utilizan el teléfono móvil, el GPS (sistema de localización por satélite) del último modelo de tractor o coche, implantan nuevos sistemas de cultivo…, pero la brutalidad de su fiesta es intocable, alegando razones sin fundamento cuando en realidad en la mayoría de los casos las razones son bien distintas y tan diáfanas como que su pueblo adquiere un protagonismo que llena bares, restaurantes y establecimientos hosteleros. ¿Justifica lo anterior la tortura a que se somete a un animal inocente condenado de antemano? Abunda lo anterior en que en las grandes ciudades españolas la inmensa mayoría de su población rechaza estas prácticas que, sin embargo, encuentran gran aceptación en otras poblaciones o pueblos, muchas veces ignorados y que tristemente tienen que darse a conocer por estos atropellos.

Hay razones económicas para su continuidad pero otras, también importantes, son las políticas. Alcaldes, regidores y autoridades callan y asienten por el temor de perder votos. ¿Esto es democracia? La democracia de la cobardía que emponzoña el nombre de una nación que efectivamente en el último decenio, con la libertad de circulación y mercados, ha realizado un avance espectacular inimaginable tan sólo hace unas décadas. Pero la barbarie tiene que continuar. Es triste que la juventud, crisol futuro del país, que con el inquietante adjetivo de “mozos”, que marca el paso de la pubertad a la madurez, se dobleguen a los dictados de quienes, en la sombra, por intereses diversos pero siempre por intereses, les incitan al desenfreno con los animales. ¿Cuándo veremos la revolución de la juventud del medio rural diciendo basta y plantándose a su continuidad? Ah, pero no es fácil en tanto no se les inculquen principios éticos en donde deben obtenerlos: en las escuelas. Pero, ¿quién es el maestro o maestra que se atreve, en el ambiente del que se nutre su vida cotidiana, a expresar de forma clara y contundente que ciertas tradiciones más vale dejarlas en un documentado libro de historia para que futuras generaciones puedan conocer lo que ocurría?

Quienes desde hace tiempo forman parte del conjunto animalista conocen las celebraciones más sonadas: Tordesillas, Coria… Ignoran, no obstante, que esto es la punta del iceberg, pues son miles las que planean por el Estado español. Y, sintomáticamente, por unas pocas que se han suprimido (Manganeses de la Polvorosa), existe un creciente empeño en celebrar otras.


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