Patentes sobre animales

ADDAREVISTA 15

PRECEDENTES

En los años 60, diversos países firmaron el Pacto Internacional para la Protección de Nuevas Variedades de Plantas, aunque no se trataba aún de patentes propiamente dichas. Años más tarde, en 1980, el Tribunal Supremo de Estados Unidos permitió patentar una bacteria manipulada genéticamente, lo que sirvió de precedente para las pateares de plantas y, por fin, en 1988, del primer animal patentado, el Oncoratón. La Oficina Europea de Patentes ha concedido patentes de plantas y del Oncoratón, el primer mamífero transgénico patentado en Europa, actualmente pendiente de la oposición legal presentada por diversas asociaciones animalistas. Desde principios de los años 80 hasta la actualidad, los Gobiernos, la industria con intereses comerciales en productos biotecnológicos y la comunidad científica han invertido progresivamente más y más dinero en la investigación en este campo. En la década actual han empezado a comercializarse animales y plantas alterados genéticamente, gracias a la concesión de patentes a las empresas, que quedan de este modo autorizadas para conceder licencias a terceros para su explotación en los diferentes mercados.

CONTROVERSIA CIENTÍFICA

Algunos científicos aseguran que la concesión de patentes sirve como incentivo para que se siga invirtiendo en biotecnología y advierten de que sin ellas se corre el riesgo de restringir el intercambio de información científica entre los diferentes equipos de investigación, básico para el progreso científico, debido al miedo de las compañías privadas a la pérdida del dinero invertido.
Pero también es cierto que en las últimas décadas se ha invertido progresivamente en biotecnología a pesar de la falta de patentes. Por otro lado, la concesión de patentes a empresas privadas significaría que de las inversiones de dinero público en este campo se beneficiarían los bolsillos privados. De cualquier manera, las voces opuestas a las patentes señalan que la alternativa "o patentes, o estancamiento científico" suena más bien a chantaje de la empresa privada en su intento de monopolizar y condicionar para su propio beneficio comercial el progreso científico.
La concesión de patentes sobre animales los reduce a meros productos "manufacturados", como lo puede ser un coche. La Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos (PTO), pionera en la concesión de patentes a seres vivos, empezó a conceder patentes sobre animales manipulados por diversas técnicas biotecnológicas en 1987, y, desde entonces, cada año se han multiplicado por 100 el número de peticiones. La competencia entre Estados Unidos, Japón y Europa y entre los propios laboratorios para dominar el mercado es muy grande, por lo que empresas y laboratorios han intentado proteger sus inversiones pidiendo patentes de todos aquellos nuevos procesos biotecnológicos, así como de los productos con ellos obtenidos, ya sean sustancias bioquímicas, células, tejidos o incluso plantas y animales.

OPINIONES CONTRARIAS

Diversos sectores de la opinión pública, entre los cuales se encuentran numerosos científicos y las asociaciones animalistas, se han opuesto a lo que consideran una práctica inaceptable. Argumentan que muchos de los inventos para los cuales se han pedido patentes no son propiamente inventos del hombre, sino procesos naturales, o incluso seres vivos, que en ningún caso deberían poder ser patentados.
Las asociaciones preocupadas por el bienestar animal opinan que la creación de animales transgéni-cos mediante manipulación genética distorsiona la fisiología y funciones de los cuerpos de miles de animales, y además amenaza su dignidad e integridad biológica. Hay gran preocupación por el hecho de que en los próximos años la mezcla cada vez mayor de genes para favorecer intereses comerciales pueda representar el principio de un rápido fin del reino animal tal y como lo hemos conocido hasta hoy. Una cuestión que preocupa especialmente es que se pretenda conceder patentes sobre seres vivos sin que previamente se haya elaborado una legislación, global y mundial, que controle estrictamente las investigaciones y los métodos utilizados para prevenir los excesos, además de la carencia de Comités Éticos que evalúen los diferentes casos.

CIENCIA Y ÉTICA

Desde el principio, numerosos científicos han expresado sus reservas acerca del derecho que tiene el hombre para reconducir el proceso evolutivo de los animales, arriesgando la integridad genética de muchas especies. Werner Auber, premio Nobel y descubridor de las enzimas de restricción, muy importantes para el progreso de la ingeniería genética, se opone a las patentes por considerarlas un robo a la naturaleza. También considera que, puesto que el genoma de los seres vivos no es fijo, sino variable debido a cambios y mutaciones, no es posible describirlo con precisión. Por otra parte, tres organizaciones de genéticos británicos han manifestado ya públicamente su oposición a las patentes, y han pedido a la Oficina Europea de Patentes (OEP) que prohiba patentar genes, hecho que consideran éticamente inaceptable, ya que las secuencias genéticas ocurren de manera natural en el cuerpo humano; además, temen que esta práctica limite la circulación de información entre la comunidad científica. Sin embargo, el Medical Research Council, centro de investigación más importante de Gran Bretaña, se ha mostrado de a cuerdo con la concesión de patentes. Mientras, en la OEP hacen cola unas 80 peticiones para patentar terapias genéticas sobre seres humanos. Si son aprobadas, en un futuro los médicos de los hospitales deberán pagar para poder diagnosticar y curar determinadas enfermedades, ya que las secuencias genéticas conocidas que las codifican serán propiedad intelectual de empresas privadas que les sacarán un enorme provecho. Ello puede perjudicar al paciente, pues los permisos pueden no llegar a tiempo para que el médico actúe.

INVENTORES DE LA VIDA

En opinión de los grupos que se oponen a las patentes de seres vivos, el ser humano no puede permitirse la arrogancia de declararse "inventor" de la vida y reclamar la propiedad intelectual de los fundamentos de la materia viva y los ciclos vitales sin arriesgar de manera suicida su integridad y la de todo el planeta. Quizás a principios de siglo estas reflexiones hubieran encontrado una oposición sarcástica y escéptica, e incluso hubieran sido tachadas de catastrofistas, pero a las puertas del siglo XXI, con un planeta convertido en un enorme vertedero de basuras, asusta pensar que la comunidadhumana no se vea llamada a la reflexión por estas advertencias. En Estados Unidos se concedieron en 1993 dos patentes que constituyen peligrosos precedentes: se trataba de dos animales no manipulados genéticamente. Uno, propiedad del National Institute of Health, era un conejo al cual se había infectado con el virus del sida, y el otro, propiedad de Biosys, era un nemátodo deshidratado para elaborar un producto matacucarachas.

MONOPOLIO AGRÍCOLA

Las patentes afectan no sólo a nuevas semillas y animales, sino también a la descendencia, de modo que los agricultores podrían quedar en un corto espacio de tiempo en manos de las grandes multinacionales del sector. Los agricultores tendrían que comprar las semillas o las crías de animal cada año y pagar, una a una, cada generación de especies animales o vegetales, perdiendo su tradicional derecho a replantar e intercambiar las semillas y criar sus propios animales, y arriesgándose además a ser multados en caso de no respetar las licencias de las empresas privadas. Así se restringe el intercambio de semillas y se desequilibra la balanza hacia un dominio económico completo de la cadena de producción alimentaria por parte de los explotadores de las patentes. A ello hay que añadir la dificultad de controlar el proceso, ya que, paradójicamente, el animal es un "producto" que se copia a sí mismo, y también el gran perjuicio que se ocasionaría al cultivo en pequeña escala, debido al aumento del precio de las semillas y razas patentadas.
Los criadores de animales que quisieran incorporar una característica determinada a un animal deberían cerciorarse antes de si el gen correspondiente está patentado, y pagar en caso afirmativo para poder utilizarlo. La cría autónoma quedaría fuera del sector.

CONSUMO

Parece paradójico que en este fin de siglo en que los consumidores han empezado a dar la espalda al cultivo intensivo para volver a los antiguos sabores del cultivo natural tradicional, orgánico, "sin colorantes ni conservantes",  las multinacionales agroquímicas impongan su propia revolución agrícola. Como consecuencia, podrían subir los precios de los alimentos y medicinas, para amortizar el gasto de pago a los propietarios de las patentes, y bajaría la variedad de los productos. Sin duda esta "privatización" de los recursos y abastecimientos alimenticios puede afectar profundamente a la organización de nuestro tejido rural, alterando las relaciones actuales.

MEDIO AMBIENTE

Preocupan especialmente las consecuencias en el medio ambiente, pues se puede producir una pérdida de diversidad genética en los cultivos y los animales, y la tendencia progresiva a la uniformidad. Un ejemplo de los peligros de la pérdida de la biodiversidad son los problemas medioambientales que han surgido en Nueva Zelanda a causa de la sustitución sistemática de las diferentes especies naturales de árboles que constituían sus bosques por especies obtenidas por el método de clonación.
Por su parte, la empresa Hoescht ha patentado un gen extraído de una bacteria que, añadido a diferentes semillas, confiere a las plantas resistencia al herbicida Basta, el más importante de la empresa. La patente incluye el gen, las plantas y semillas y sus generaciones por un período de 20 años. Este hecho ha sido criticado por las diferentes organizaciones ecologistas, ya que representará un aumento en el uso de pesticidas, cuando, paradójicamente, la mayor conciencia sobre el deterioro del medio ambiente y las repercusiones sobre la salud humana había conseguido que se emprendiera una tímida disminución de su uso.

EL TERCER MUNDO

El Tercer Mundo, como siempre, también tiene mucho que perder en beneficio de las poderosas potencias desarrolladas. En la actualidad, los países ricos están presionando a los más pobres para que homologuen sus legislaciones sobre patentes y propiedad intelectual a las de los países ricos, cuestión discutirla en la Ronda Uruguay del GATT que favorecerá los intereses de las multinacionales y su implantación en esos países. El GATT autoriza todo tipo de patentes en cualquier campo de la tecnología, excluyendo únicamente, por acuerdo y por consideraciones de "orden público o moralidad", invenciones que perjudiquen la vida o salud humana, animal 0 vegetal, o para evitar daños en el medio ambiente. Otro de los temores del Tercer Mundo es que, después del expolio mineral al que han sido sometidos durante los últimos siglos, ahora se expolien sus recursos genéticos, conseguidos a lo largo de miles de años de cultivo y crianza tradicionales, sin compensaciones a cambio.
Los países en desarrollo ven amenazada la transferencia de información científica y tecnología y ven peligrar el control de la deuda externa. Después de la negativa de George Bush a firmar el Pacto por la Biodiversidad en la Cumbre de Río de 1992, el presidente estadounidense Bill Clinton puso como condición, para aceptarla finalmente, que el Tercer Mundo adoptara el sistema de patentes del Norte a cambio del intercambio tecnológico. La Unión Europea firmó, pero, previamente, exigió la inclusión de una cláusula que permite patentar los genes procedentes del Tercer Mundo. Todo ello parece indicar que las poderosas potencias del Norte asistieron a Río para defender los intereses de sus multinacionales, más que para salvaguardar la biodiversidad del planeta. Por otro lado, la oposición de los países pobres del Sur se ve coaccionada por las amenazas de sanciones comerciales.

USURPACIÓN CULTURAL

El Tercer Mundo ve con gran preocupación que productos que forman parte de su tradición y cultura y los productos de ellos derivados sean patentados por empresas privadas del Norte. Ese es el caso de la planta Azadirachta Indica, un árbol cuyas propiedades repelentes de insectos se conocen desde hace milenios, por lo que son plantados en campos y jardines. Además, sus hojas son antisépticas y se usan en la curación del sarampión y la varicela. Recientemente, una empresa estadounidense ha patentado su componente principal, el azadirachtin, como herbecida.
La empresa estadounidense Agracetus obtuvo en 1993 una patente sobre todas las variedades de algodón manipuladas genéticamente para resistir las plagas. El algodón es una planta cultivada en gran cantidad en el Tercer Mundo, tanto para la exportación como para el consumo interno, y de ella se obtienen diversos productos, como fibra y aceite; representa unos 13,6 billones de dólares en beneficios. El 3 de marzo de 1993, diferentes organizaciones de agricultores indios organizaron una protesta en Nueva Delhi contra la propiedad intelectual de animales y plantas que amenaza su independencia. El Gobierno indio ha rechazado esta patente por su repercusión negativa en la economía del país, y ha presentado valientemente su oposición en Europa. Agracetus también posee la patente sobre el haba de soja manipulada genéticamente, es decir, un monopolio mundial de 27 billones de dólares.

ECOLOGISTAS

La asociación ecologista Greenpeace también ha denunciado el uso por parte de multinacionales del Norte de los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo (Kenia, Argentina, India, República Dominicana, Guatemala, Pakistán, Puerto Rico) como campos de prueba para la liberación ilegal al medioambiente de organismos manipulados genéticamente, aprovechando la carencia de controles legales que existe en esos países, y la falta de evaluación de la seguridad medioambiental. Greenpeace denunció el "colonialismo genético" de los países industrializados, por obtener patentes de sus productos en países subdesarrollados, especialmente de aquellos cultivos con gran importancia económica en esos países, como es el caso del algodón, sorgo, mandioca, mijo, banana y centeno. Además, la manipulación genética de determinadas plantas asociadas tradicionalmente a zonas muy concretas del Sur para facilitar su cultivo en países del Norte supone, en opinión de Greenpeace, una amenaza a las frágiles economías de los países pobres.

Los ecologistas advierten del riesgo de plagas incontrolables, resistentes a herbecidas, y acusan a la política
mercantilista de los países del Norte de practicar una "doble moral", pues mientras "los países ricos adoptan medidas para proteger el medioambiente, se permite a las empresas multinacionales poner en peligro el medio ambiente de los países menos desarrollados". Por todo ello, la asociación ecologista se suma también a la moratoria mundial que permita consensuar una legislación internacional que regule la  transferencia, manipulación y uso de organismos manipulados genéticamente, teniendo en cuenta las repercusiones económicas en los países pobres.


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