
La Comunidad Europea, con el Acta Única, amenaza incrementar la masacre animal en los laboratorios
La normativa española recientemente aparecida sobre experimentación animal, obligada por la Comunidad Europea, no cumple la totalidad de sus directrices. Alumnos de las Facultad de Veterinaria y Biología de Barcelona denuncian las obligadas «prácticas» y cuestionan su conciencia. La cosmetología, que actualmente tiende a suprimir las pruebas con animales, podría verse obligada a utilizarlos de nuevo si prospera un nuevo proyecto de Directriz Europea.
El pasado catorce de marzo de 1988, a través del Real Decreto 223, se legislaba, a nivel de todo el Estado Español, sobre «protección de animales utilizados para la experimentación y otros fines científicos». Esta regulación, probablemente, no hubiera visto la luz, de no haber venido forzada por la incorporación de nuestro país a la Comunidad Económica Europea que le obliga a equipararse en esta, al igual que en otras materias, a la Normativa Europea existente sobre experimentación con animales.
Como era de esperar, en España —que no ha destacado en ninguna actitud de defensa y respeto hacia los animales— se ha elaborado este Decreto utilizando ciertos regateos, y subterfugios, para tolerar lo que la Directiva Europea prohibe taxativamente, quedando, así, desvirtuados algunos de los artículos y principios que debieran regir para el empleo, y la práctica, de dichos experimentos.
Esta normativa representa un marco legal en donde poder apoyarse —frente al vacío interior—, para perfilar un relativo control y unas bases de conducta ante el anárquico, e indiscriminado, uso, y abuso, de los animales empleados para tales fines. No podemos dejar de subrayar la manifiesta falta de generosidad con que ha sido tratada y la nula aportación que representa frente a la Normativa Europea existente que no imponía limitación para su mejora y ampliación.
El pasado 23 de noviembre el «Diari de Barcelona» publicaba un artículo, firmado por la periodista Montserrat Ubach, titulado «Martirizar a los animales, o experimentar» a través del cual, alumnos de la Facultad de Veterinaria y Biología, cuestionaban, y rechazaban, algunas de las prácticas con animales que se les obliga a realizar. Una de las prácticas habituales, en la asignatura de cuarto y quinto curso de Veterinaria, se describía así: «A las 8 de la mañana el perro «Terry» entraban en uno de los quirófanos en donde se realizan las prácticas. El primer grupo, de quince alumnos, ya estaba preparado. Cada uno de ellos debía pinchar al animal unas ocho o diez veces. Se trataba de inyectar suero por todas las vías posibles: intramuscular, subcutánea, intradérmica, intravenosa, sublingual, intraconjuntival... Cuando acabó el primer turno entraron quince alumnos más, que repitieron cada una de las punciones. Y después otro,... y otro grupo. Más tarde vinieron los del quinto curso, que continuaron con sus «prácticas» a niveles más sofisticados: abrirle el vientre, extraerle la vesícula biliar, la vejiga, coserlo, volverlo a abrir, romperle el fémur y ponerle una llave, operarlo de cataratas, cortarle las orejas, la cola...
Cada vez que el perro despertaba, del que habría de ser su último sueño, los alumnos le administraban una nueva dosis de anestesia. A medida que pasaban las horas el tferry» se iba deformando: bultos por todas partes, un ojo reventado, la lengua acribillada, trombos en las venas y en las arterias... Pero el «Terry», aguantó hasta el final. Muchos otros perros no pueden resistirlo. «Pero ninguno sale vivo de allí», según explican los alumnos de la Facultad de Veterinaria.
«Cada perro pasa por las manos de unos cincuenta estudiantes. Llega un momento en que están tan de teriorados que ya no puedes clavarle ni la aguja. Pero hemos de hacer prácticas para pasar el examen obligatorio...» El artículo prosigue: «Los alumnos de veterinaria que han decidido explicar estos hechos prefieren no hacer públicos sus nombres por miedo a sufrir represalias académicas». No obstante adviene la periodista que «su testimonio ha sido contrastado ampliamente». Los estudiantes explican que estas prácticas de vivisección no son exclusivas de la asignatura de cirugía, sino que se producen con tanta, o más crudeza, en las de Anatomía y Farmacología». Según explican estos mismos alumnos, «en todas las carreras de Veterinaria no se inculca ningún tipo de sentimiento de amor hacia los animales». Para las prácticas que se están realizando actualmente, podrían sustituirse por otras más didácticas y efectivas, que no implicarían ningún tipo de sufrimiento inútil para los animales. Proponen que se establezca un acuerdo entre la Facultad y las Clínicas Veterinarias, para que los estudiantes puedan estar presentes en las consultas y las operaciones que realicen los profesionales».
El perro «Terry» protagonista involuntario de este triste relato, procedía, al igual que mucho otros, del Centro de Zoonosis de Ayuntamiento de Barcelona, encargado de controlar y sacrificar animales perdidos o abandonados; equivalente a lo denominado, también, como «perrera municipal».
Con la entrada en vigor el pasado quince de septiembre del Real Decreto, queda prohibida la utilización de animales vagabundos de las especies domésticas, autorizando sólo a empresas especializadas en la cría, y suministro, de estos animales, para tal fin.
Hasta el presente, los miles de animales que demandan los laboratorios, clínicas y facultades, venían cubiertas, en gran medida, a través de la cesión voluntaria, o más o menos, establecida de los centros de recogida municipales. Otro canal, importante, es el que realizaban algunas tiendas de compra venta de animales de compañía, al practicar un comercio, paralelo, al de las especies de raza, por otro de captación de mestizos y cruzados, revendidos a los laboratorios.
Los perros galgos, por su constitución física, son animales especialmente apreciados en el mundo de la experimentación, sirviendo de blanco importante en el comercio de este sector. Cuando ya no resultan útiles para las carreras: por edad, desgaste, falta de rendimiento, traumatismo u otra razón, como «agradecimiento» a sus servicios, sus propietarios apuran el último beneficio por su venta, condenándolos a la agonía final de los laboratorios, clínicas o facultades.
Los animales de compañía, perdidos o abandonados, que han conocido el afecto humano en su propio entorno familiar, cuando acaban en el animalario de un laboratorio, para ser carne de investigación, acusan doblemente el trauma, y la desorientación, por la pérdida de su ambiente, manifestándolo a través de un estado de estrés permanentemente que acentúa su sufrimiento, repercutiendo —según las afirmaciones de los propios científicos—, negativamente en los resultados de la investigación.
Es de suponer que este inconveniente a favorecido su «tolerancia» ante las presiones y demandas ejercidas por los defensores de los animales en todo el mundo, para prohibir, por la vía legislativa, el uso de animales abandonados en la experimentación; así como en lo referente a la higiene, y trato humanitario, que debe regir en el cuidado de los animales que permanecen en los animaladas antes y durante el proceso de experimentación. En próximos artículos trataremos de confrontar, los diferentes puntos de vista y justificaciones que nos asisten para ser contrarios, a la experimentación con animales.
Desgraciadamente, en el campo de la cosmética está gravitando, en estos momentos, la posibilidad de un grave retroceso sobre los avances conseguidos, que suponían un notable descenso de víctimas en pruebas de cosméticos como la Dosis Letal 50, la prueba Draize e irritación de la piel. En este sector, la Normativa Europea deja una relativa libertad para que las firmas, que así lo deseen, no realicen estos tests con animales. En el Reino Unido son varias las empresas que han abandonado esta práctica y comercializan sus productos bajo la etiqueta de «no probados por animales», empleando para la investigación —si alguna nueva substancia lo requiere—, «técnicas alternativas», aunque, principalmente, emplean substancias naturales de buena calidad, respaldados por una tradición de siglos en su consumo, más beneficiosas para la piel humana y con menor manipulación química. Una de las pioneras, y más extendida por el mundo, incluida España, es la firma Body Shop, cuya fundadora Anita Roodick es también una activa ecologista.
En países sensibilizados, estos productos, «sin crueldad», han tenido una considerable aceptación y cada vez es mayor el número de público que los consume y los demanda, rechazando los que no lo son. La firma Avon y Revlon, conscientes de esta demanda creciente, haciéndose eco de las campañas de protesta en este sentido, también asumieron, recientemente, el compromiso de no experimentar con animales, hecho que fue ampliamente divulgado por la prensa internacional. No sabemos qué razones ocultas y presiones se han movilizado en sentido contrario; pero lo grave es que la tolerancia que contempla la Normativa Europea en el campo de la cosmética, está siendo estudiada por una Comisión, para ser sustituida por otra implacable y rigurosa, que quiere obligar ha que todos los productos cosméticos pasen por las respectivas pruebas de toxicidad e irritación con animales.
El éxito, la bondad y la calidad de estos productos naturales han demostrado, con la práctica de su consumo, una nueva vía de esperanza y solidaridad con los animales que dejaban de ser víctimas involuntarias de un sacrificio inútil en aras de una manipulada y superficial belleza, que les impone un lento y doloroso sacrificio previo. Parece como si esta satisfactoria respuesta del público consumidor hacia una nueva ética que armoniza con los principios de la naturaleza, haya alertado a otros intereses más oscuros, que ven peligrar una industria química que se puede debilitar ante unos competidores más ecologistas y humanitarios.
Si desgraciadamente se obliga, mediante una rigurosa normativa, a que todos realicen las mismas pruebas, es obvio que no se podrá evidenciar la falta de escrúpulos de algunas industrias de cosméticos que, pudiendo prescindir, se abonan en su afán especulativo de creación de nuevas substancias artificiales—, a la masacre indiscriminada de millones de animales, amparándose en una nueva Ley que, posiblemente, ellos mismos hayan forzado. En el campo de los productos de limpieza, también, hablan empezado a surgir nuevos detergentes ecológicos y sin crueldad.
Si no hacemos nada para evitarlo, pasarán a la historia estos buenos precedentes, sin dejar la única posibilidad de elegir libremente la «no crueldad con los animales».
ACCIONES
La futura aprobación de la nueva Directriz de la Comunidad Europea, con vistas al Acta Unica de 1991, sobre la obligatoriedad de introducir los «tests» de toxicidad e irritación con animales en los productos cosméticos, incrementando con ello la mortalidad de gran número de animales, ha de pasar, forzosamente, por la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Protección, del Consumidor del Parlamento Europeo.
A continuación figuran referenciados, el nombre, la dirección y el partido de los Eurodiputados españoles que forman parte de ella. Interesa dirigirse a ellos haciéndoles ver, que de aprobarse esta Directriz, representaría una regresión en el movimiento internacional de todas las empresas que, utilizando productos y materias primas de reconocida bondad a lo largo de los tiempos, venden sus preparados sin necesidad de experimentar con animales y aplicando a los nuevos productos o preparados, las recientes técnicas alternativas más fiables, rápidas y económicas. (De la lectura del artículo, puede ampliarse la información).
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