Avicultura intensiva. Un peligro para animales y personas

ADDAREVISTA 27

Se destinan más animales al consumo humano que a cualquier otra utilidad como  puede ser experimentación, pieles finas, caza o diversiones. En los últimos años, el consumo mundial de carne se ha incrementado hasta convertirse en la principal fuente de sustento de la población mundial. La industria y la biotecnología han convertido a los animales en meras máquinas productoras. Cual materias primas, deben representar un mínimo coste para la obtención de mayores beneficios. Así, las explotaciones de cría intensiva de animales han ido creciendo en importancia y poder económico con la misma rapidez con que la calidad de lo que ellos denominan "producto" ha ido quedando deteriorada. Los productores han olvidado -o quieren ignorar- que la carne tiene su origen en un ser vivo vulnerable y sensible y que con el maltrato y la falta de respeto hacia la naturaleza, ésta acaba pasando factura. ADDA ha dado a conocer a la opinión pública española el caso de los pollos deengorde, el transporte de corderos de España a Grecia y los peligros que representa la Organización Mundial del Comercio, OMC, para el bienestar de los animales.

Algunas de las consecuencias más dramáticas de este olvido han sido la transmisión de enfermedades como la encefalopatía espongiforme bovina (EEB), más conocida como el "mal de las vacas locas'', y el escán­dalo de las dioxinas, la salmonela, la reciente gripe de los pollos y, posiblemente, ya corno culminación, el síndrome agudo respiratorio severo, SARS. La admi­nistración a los animales de hormonas y productos de desecho, verdadera basura, para su forzado engor­de, algunos de ellos prohibidos, les provoca alergias, resistencia a los antibióticos, salmonelosis, problemas en el desarrollo, cáncer, etc. El consumidor despreo­cupado deposita su confianza en quien no la merece. En muchas ocasiones, únicamente valora el precio, el aspecto visual de la carne o cae en una publicidad desvergonzada.

Es frecuente que los interesados traten de justificar esta industria alegando que este tipo de explotaciones permite abastecer de carne a la población mundial ya que, según dicen, los productos son económica­mente más asequibles. I.a pregunta, no obstante, es: ¿moriría toda la humanidad si el proceso de cría intensiva dejara de existir o estaríamos ahora alimen tándonos de productos más sanos, sin peligro de intoxicaciones activas o latentes? Aquellos que pre­tenden, con estas justificaciones, eximir su responsa­bilidad y transmitírsela a los consumidores, que son quienes, al fin y al cabo, toman la decisión final, no reconocen las funestas consecuencias que conlleva esta industria para la salud de las personas y la con­servación del medio ambiente. El hacinamiento de los animales en espacios que apenas les permiten moverse, su alimentación a base de una dieta antina­tural y el suministro de fármacos como antibióticos, tranquilizantes y hormonas para combatir infeccio­nes y epidemias —la mayoría de las cuales no se pro­duciría si estuvieran en mejores condiciones—, man­tenerlos sedados para atenuar su estrés o acelerar su engorde provocan innumerables trastornos a quien los consume.

Nuestro entorno también sufre: los purines sobrantes de las granjas industriales dañan y contaminan las aguas subterráneas, los ríos, el mar y la vegetación. Por otra parte, las emisiones de dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, amoníaco y sulfatos contribu­yen al calentamiento global, perjudican la capa de ozono y causan lluvias ácidas y contaminación.

Estas páginas tratan de ir descubriendo lo que la avi­cultura intensiva trata de ocultar: la historia que se esconde tras los relucientes y acharolados paquetes de pollo plastificado. Porque es el consumidor bien informado y consciente de lo que comen él y los suyos quien tiene la capacidad de cambiar las cosas, de exigir el restablecimiento del equilibrio entre pro­ducción, ciencia y ética; quien tiene, en resumidas cuentas, la última palabra.

Los métodos de máximo beneficio al mínimo coste y tiempo mediante el "animal-máquina", se están reve­lando como inviables tanto por el sufrimiento de los animales como por el peligro de nuevas enfermedades que están apareciendo entre las personas. Ha llegado la hora de replantearse todo lo sucedido y lo que está . por venir de seguir por este camino; de dejar de lado los grupos de presión, decir a la gente la verdad y par­tir de unas nuevas premisas de cara al futuro. Es un hecho que tarde o temprano habrá de acometerse con realismo. valentía v honestidad.

GALLINAS EN BATERÍA

La peor tortura a la que se ve expuesta una gallina en batería es la imposibilidad de resguardarse en un lugar donde pueda hacer su puesta. Cualquier persona algo entendida en animales y con una mínima sensibili­dad verá, con gran pena, cómo una gallina intenta una y otra vez arrastrarse por debajo de sus compañe­ras de jaula, buscando en vano un lugar donde poner­se a cubierto" (Profesor Konrad Lorenz, Premio Nobel, especialista en comportamiento animal).

La selección científico-tecnológica ha dado como resultado dos tipos de ave muy diferenciados: el pollo para carne y la gallina productora de huevos. A estas "gallinas-máquina" se las rentabiliza durante uno o dos años de vida y ponen entre 270 y 300 huevos al año. Después, sus esquilmados cuerpos se aprovechan para concentrados.

VIDA DE UNA GALLINA EN BATERÍA

Se procede al sexado de los polluelos. Es un trabajo que se realiza a gran velocidad. Los machos son sacri­ficados. Los echan vivos a una máquina de cuchillas que los destrozan o los arrojan a cubos con gas, donde mueren asfixiados. Se desechan porque, en este caso, no producen ningún beneficio. Más tarde, a las super­vivientes se les amputa hasta un tercio del pico con un cuchillo al rojo vivo. Se pretende, así, evitar el canibalismo que provoca el hacinamiento y las pérdi­das económicas que conlleva. Esta mutilación de una parte tan vital del ave no sólo le provoca molestias crónicas sino que trastoca todo su comportamiento natural.

En las jaulas, las gallinas permanecen durante toda su vida de pie o acurrucadas sobre alambres retorcidos. Las heridas en las paras les provocan un constante sufrimiento. Una jaula tipo para cinco gallinas mide 45 x 50 cm., o sea, que no llega a un cuarto de metro cuadrado. Sin embargo, y a pesar de las angustiosas condiciones en que se encuentran, conservan su memoria genética. Realizan movimientos similares a los que harían si pudieran darse los baños de tierra que toman habitualmente cuando se hallan en su estado natural, y si se les brinda la oportunidad de darse uno de verdad se sumergen una y otra vez en él con verdadera locura, en un intento de recuperar el tiempo perdido. Estos animales tan activos, que nor­malmente pasarían todo el día, desde que el sol sale hasta que se pone, caminando, corriendo, picoteando, escarbando el suelo en busca de comida y constru­yendo sus nidos para la puesta, se ven privados de cualquier resquicio de libertad. Ni siquiera pueden extender las alas. Las paras se les deforman y atrofian. Enormemente frustradas, se dedican a picotearse las unas a las otras.

"HUEVOS FRESCOS DE GRANJA " ¿A QUÉ PRECIO?

Las gallinas híbridas ponen cinco o seis veces por semana continuamente. Con este fin se les tiene a temperatura y luz apropiadas para que ignoren las estaciones naturales de puesta y el tiempo de luz diur­na. Todo está malévolamente calculado. Tras la pues­ta, la cloaca, roja y húmeda, se les distiende. Esto llama la atención del resto de las aves que, aburridas, picotean a la más débil. La misma herida abierta las excita aún más y llegan al canibalismo, pues en la jaula no hay huida ni escapatoria posibles. Huevos rotos, prolapsos (caídas o salidas de algunas partes u órganos) y enfermedades renales o hepáticas son otros problemas habituales de las gallinas en batería. La enfermedad de Marek, un tipo de cáncer, causa también muchas muertes. Las jaulas se apilan en cuatro o cinco pisos, a veces más; así, la mayoría de estas cir­cunstancias y enfermedades pasan desapercibidas en los lugares de difícil visión: los más altos y los más bajos. Un extrabajador de la industria avícola explica: "una de mis tareas consistía en sacar a las aves muer­tas. Siempre encontraba. Debido a las malas condiciones de iluminación, las dos jaulas inferiores esta­ban casi a oscuras y era imposible saber si las aves todavía estaban vivas. Cuando sacábamos las carca­sas, a menudo nos encontrábamos sólo con el cráneo y unos pocos huesos".

Así pues, las gallinas mueren, frecuentemente, antes de que el granjero se dé cuenta de que algo anda mal. Y los "huevos frescos de granja" ruedan por su lado o quedan bloqueados contra los cuerpos sin vida.

POLLOS DE ENGORDE

Están científicamente seleccionados para crecer con rapidez. Son sacrificados a las 6 ó 7 semanas, sin haber conocido el contacto maternal. Suelen pasar sus cortas vidas en enormes naves sin ventanas. Y sin la gallina, que en condiciones naturales les protegería de polluelos, estos animales deben arreglárselas solos desde el primer día. La adición de substancias en la comida para acelerar su crecimiento provoca que sean dos veces más pesados de lo normal. Sus frágiles patas se rompen con facilidad y sus articulaciones se dcforman y dislocan. Los ataques al corazón y los síndro­mes hepáticos y renales causados por el exceso de grasa matan a muchas aves jóvenes. Las enfermedades viricas como el Gumbaro, que destruye el sistema inmunológico, y la anemia se cobran numerosas vícti­mas. Millones de pollos para consumo desarrollan ulceraciones en las patas y quemaduras en los corve­jones (que son como las llagas producidas en las per­sonas que tienen que guardar cama durante largo tiempo). Los altos niveles de amoniaco pueden pro­ducirles ceguera. Con frecuencia padecen también ascitis, una enfermedad que produce una acumula­ción de líquido interno y sanguinolento en el abdo­men y que se asocia al insuficiente aporte de oxígeno, ya que necesitan una gran cantidad debido a su acele­rado crecimiento.

TRANSPORTE Y EXPORTACIÓN DE OVEJAS

Según la Directiva Europea que regula el transporte de animales (91/628/EEC, modificada por la 95/25 y el mandato de la Comisión Europea 2001/327/EC), éstos tienen derecho a una hora de descanso para comer y beber tras 14 de viaje y a 24 horas de descan­so cada 28. Estas normas, sin embargo, no se hacen cumplir en España. El caso de Catalunya es especial­mente grave, puesto que es un lugar de paso de gran cantidad de camiones que se dirigen hacia el sur de Europa. ADDA expuso, hace tiempo, la necesidad de un control riguroso del tiempo de reposo y de la ido­neidad de los camiones que se utilizan para el trans­porte de animales. La respuesta del gobierno catalán fue que la Generalitat no tenía competencias de tráfi­co y no podía, por tanto, intervenir. Sin embargo, asumidas ya las competencias de tráfico por los Mos­sos, la situación continúa igual.

Miembros de la organización alemana Animals Angels siguieron y filmaron a un camión cargado con 340 corderos que hizo el trayecto Quintanilla del Agua (Burgos)-Atenas; unos 2.443 kilómetros (17/07/2002). El resultado fue un vídeo que demues­tra que las hojas de ruta no se corresponden con la realidad. El viaje duró 68 horas y 52 minutos. Sólo hubo una parada de 14 horas y 52 minutos en Bari (puerto de Barrito). El calor asfixiante del mes de julio apenas dejaba respirar a los animales. Los bebe­deros del camión estuvieron vacíos durante todo el viaje. 

Recientemente, ADDA ha denunciado estos hechos a la administración central y a la opinión pública pasando unas imágenes que pueden ser consideradas como de "la cámara de los horrores". Jordi Martí, Diputado en el Congreso (CIU), ha presentado pre­guntas parlamentarias al ministro del ramo sobre la situación española.

LA MATANZA

En el Reino Unido la legislación establece que los ani­males no deben estar conscientes en el momento de su muerte y que para aturdirlos deben utilizarse corrientes eléctricas. Sin embargo, cuando se utiliza la potencia adecuada el 98% de pollos y gallinas sufre traumatismos en los huesos (así lo demuestran las investigaciones llevadas a cabo por la Universidad de Bristol, Reino Unido). Las astillas de hueso en la carne de estos animales pueden representar un pro­blema para la industria alimentaria. ¿La "solución"?: reducir la corriente eléctrica, de manera que no se les rompan los huesos. Cuando esta circunstancia se pro­duce, pollos y gallinas pueden llegar a sufrir el corte en el cuello o la inmersión en los tanques de escalda­do con plena conciencia.


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