El PSOE perdió las elecciones legislativas. En vez de mostrarse más sensible escuchando tantísimas voces que en España se muestran contrarias a las corridas de toros, las ignoraron y se reafirmaron en una defensa acérrima de la tauromaquia: traspaso al ministerio de Cultura, algo que carece de toda lógica, y la creación en su seno de un premio nacional todavía más ilógico. Sabían que un reciente sondeo de opinión mostraba que la población de Madrid en un 74,5 % rechazaba los espectáculos en los que se maltrata a un animal y en un 67,7 % no se estaba de acuerdo con las subvenciones públicas a estos espectáculos, y que en Cataluña los toros ya estaban prohibidos por voluntad popular. Es posible que este posicionamiento, aparte de otros coyunturales, no les favoreciese dado el bajo soporte popular que obtuvieron.

Algo que no aprendieron del PSC en Cataluña pues, después de la pérdida de votos en los comicios autonómicos, quienes antes se mostraron partidarios de los toros y contra la ILP (Iniciativa de Legislación Popular) rechazaron más tarde la moratoria de su continuidad solicitada por el PPC en el Parlament de Catalunya, dando un giro radical a su anterior posicionamiento (ver n.º 43). Ni Rubalcaba, ahora resurgido en un más de lo mismo en el Congreso de Sevilla de su partido, ni Elena Valenciano, quien fue su directora de campaña y que continua como su fiel ad latere, hicieron absolutamente nada. Y es que en España los políticos de los partidos mayoritarios, por razones dignas de estudio, no se han enterado de que el país avanza hacia la modernidad y el progreso; torturar animales ya no tiene cabida en la juventud, que es el futuro. Un colectivo, la juventud, que gracias a una época de bienestar y cuidados, como nunca antes había ocurrido, se decanta hacia el pacifismo y en contra de la violencia en todos sus sentidos.

El gobierno y la oposición siempre han estado de acuerdo, no tan solo aquí, sino representando a España en la Unión Europea, en la defensa de las corridas. La llegada del PP a este nuevo mandato está siendo como el asalto para la taurinización total de España. La opinión de su ciudadanía, aun sabiendo que es mayoritaria en contra de las corridas, es adormecida con la crisis y el crecimiento sobrecogedor de quienes buscan empleo, no lo encuentran y engrosan más, si aun cabe, las listas del paro. Ahora se trata de consolidar el negocio privado más subvencionado del mundo con nuevas aportaciones, esta vez aderezadas de «intereses de bienes culturales», más premios —añadir el anual a la tauromaquia de la CAM—, la pretensión de que sean reconocidas como patrimonio cultural inmaterial por la UNESCO, y también Patrimonio Universal. Se relanza el valor cultural ya ampliado a «universal», las esencias y el ministerio —el de Cultura de José Ignacio Wert— «tomará medidas para poner en valor la tauromaquia». Otros, desde los escaños del Congreso, como Juan Manuel Albendea, un destacado taurófilo y en perfecta concomitancia con el ministerio, propone medidas para el fomento de los espectáculos taurinos como es bajar el precio de las entradas y reducciones fiscales hasta llegar a solicitar la creación de un organismo de rango institucional que las defienda.

Ante este panorama cabe preguntarse, ¿se está en pleno siglo XXI? ¿Se está en una Europa que ha sido paladín del Renacimiento, la Ilustración, la abolición de la esclavitud, la revolución industrial, los derechos humanos, la democracia y tantos otros logros que han engrandecido a la humanidad? Y centrándonos en España, ¿cómo puede erigirse una minoría, interesada en mantener un estatus que nunca creyó que podría llegar a perder, apoyándose en poderes políticos y económicos, como valedora de un tradicionalismo mal entendido e interesado, de un uniformismo también interesado, para imponer algo desfasado y cruel, ignorando el sentir de la mayoría de los españoles y las españolas? Si todo esto ocurre… habrá que pensar si realmente se está en un estado que se define como democrático. (junio 2012)