El lobo, amigo o enemigo - Roberto Hartasánchez

ADDAREVISTA 46

Lo que me planteo no es si el lobo es amigo o enemigo de las personas, el lobo es el lobo, especie de la fauna europea que lleva varios miles de años ocupando el territorio, compitiendo con otras especies salvajes y, desde hace tan solo unos pocos, quizás no más de tres o cuatro mil, contra el hombre, que como especie, se ha adueñado de un territorio que históricamente no le pertenecía, pero que apoyado en la supremacía de su inteligencia, ha terminado por conquistar. Por tanto, hablemos del lobo sin inclinar a un lado o a otro, los sentimientos.

Parece que su presencia sobre el paisaje le crea amigos y enemigos. Y, evidentemente, ante una situación tan dispar, lo lógico es que este animal sea centro de una agria discusión. Pero, ¿por qué razón se odia o venera al lobo? La respuesta no es sencilla pues esta polémica ha llegado hasta nuestros días como la prolongación de una batalla que ya se inició hace cientos de años. Bien es cierto que, en la antigüedad, el lobo debía de tener pocos amigos; más bien, la sociedad, compuesta mayoritariamente por personas vinculadas al campo, ha tenido en el lobo un enemigo secular, pero a la vez, el lobo ha fascinado con su salvaje presencia.

¿Será un reconocimiento humano hacia una especie a la que el hombre no ha conseguido someter y mucho menos eliminar? Los grandes enemigos siempre son odiados, pero al mismo tiempo su resistencia, tenacidad o lo que sea en su comportamiento, también causan fascinación.

El cambio socioeconómico y cultural de la sociedad moderna, nos lleva a depender más de los hábitos urbanos que de los rurales y quizás encontremos aquí una respuesta de por qué ahora el lobo posee un gran ejército de defensores que lo admiran y protegen, en detrimento de pequeños sectores sociales vinculados al mundo rural que lo soportan y lo odian.

Sea cual sea la razón de una u otra situación, el hecho real es que el lobo como elemento biológico es el producto de un proceso evolutivo que se establece en el territorio de acuerdo a lo que técnicamente se conocen como leyes ecológicas. Cada especie desempeña un papel en la naturaleza y evidentemente el lobo no ha de ser una excepción. Ha cumplido durante miles de años el papel de predador, controlador de otros animales y, por tanto, por derecho propio, por derecho natural, el lobo debe mantenerse como especie viva en los ecosistemas actuales.

Esta es la razón, por la que esta especie se encuentra protegida, apoyada socialmente por normas legales que deben impedir que el lobo desaparezca de los territorios donde aún hoy en día vive. Planteado así, pensaríamos que es el hombre el que decide dónde puede vivir y cuántos puede haber. Pero no, una vez más lo salvaje de la especie supera la capacidad del hombre racional.

Bien es cierto que el lobo ha sido extinguido de muchos países, de muchos territorios de todas partes del mundo, pero no es menos cierto que ha conseguido sobrevivir quizás a una de las persecuciones más activas y efectivas que el hombre ha aplicado a otro ser vivo. Siendo así, ahora que la moderna sociedad urbana demanda su conservación, la respuesta de este animal indomable no es someterse a los criterios técnicos de los científicos o de los gestores de los espacios naturales. Una vez más responde con comportamientos propios, innatos de su especie y desafía al propio proceso de protección legal respondiendo con una capacidad de proyección poblacional más allá de los previsto. Vamos, que el lobo no precisa de la ayuda de los conservacionistas para sobrevivir, su capacidad biológica le defiende ante cualquier apuesta en su contra.

No es de extrañar que el lobo genere tantas pasiones. Quien lo sufre hasta la desesperación por saber que tiene que compartir el territorio con tal excepcional enemigo, quien le conoce, lo estudia o le favorece queda fascinado por lo indómito de su comportamiento.

Comportamiento

Vamos a hablar precisamente del comportamiento del lobo en Asturias, centrándonos así en el terreno en el que desde hace más de veinte años venimos trabajando en el FAPAS, en temas vinculados con la conservación de la naturaleza.

Sabemos que el lobo ocupa muchos tipos de territorios en diferentes ecosistemas. No solo le localizamos en aquellos espacios naturales donde se mantienen mejor determinados equilibrios ecológicos, también en los terrenos ocupados intensamente por el hombre. Diríamos que esta especie es especialista en adaptación, pero no es un exigente ecológico. Con él se rompen también los viejos modelos de ecología aplicada en donde determinadas especies, para sobrevivir, deben hacerlo sobre ecosistemas primarios con nula o escasa intervención humana.

En Asturias, difícilmente el lobo podría haber sobrevivido si mantuviera estas exigencias ecológicas, pues aunque esta región tiene fama de ser un territorio salvaje, un somero análisis de la evolución sociológica del territorio, nos pondrá en la evidencia de que esa naturaleza salvaje que tantas veces se demanda conservar, ya ha sido modificada desde hace más de dos mil años por la mano del hombre, y que de salvaje ya no tiene nada más que la apariencia, debido en parte a la dura orografía del terreno y a la frondosidad que ofrece la vegetación.

Queda claro que el lobo ha debido modificar su comportamiento ya hace muchos años para sobrevivir con la compañía de un duro competidor, capaz de utilizar la inteligencia para combatir a su enemigo y, sin duda tal comportamiento ha tenido una respuesta en el lobo: ha mejorado su astucia hasta límites poco creíbles, tanto que con demasiada frecuencia se achaca al lobo la capacidad de ser inteligente, lo cual evidentemente es falso.

Muchas de las preguntas que nos hacemos sobre el comportamiento del lobo tienen difíciles y variadas respuestas. Tendemos a homogeneizar los criterios y con respecto al él decimos que es una especie predadora. Por tanto su instinto natural para sobrevivir le lleva a la caza. Pero esto no es del todo cierto, al menos en la actualidad.

Que caza, lo comprobamos todos los que estamos trabajando en temas ambientales. Pero su capacidad de caza para alimentarse está directamente vinculada a la capacidad de oportunidades que aporta el territorio. Y Asturias es un territorio geográfica y ecológicamente complejo, con espacios de mayor potencialidad natural y con territorios más intervenidos.

¿Qué hace el lobo? Pues adaptarse a estar circunstancias dependiendo de su área de ocupación. Los grupos familiares de territorios como Somiedo llevan una vida más cercana a los criterios de estabilidad ecológica. Presionan sobre especies silvestres y controlan sus poblaciones, por lo tanto, son lobos que cumplen a la perfección el papel ecológico que les corresponde en la naturaleza.

Pero si las presas silvestres escasean, entonces el comportamiento predador obliga al lobo a complementar su dieta con animales domésticos. Son muchos los territorios de Asturias ocupados por el lobo donde concurre esta circunstancia. Aún así, todavía hay más factores que determinan los comportamientos alimenticios del lobo que en esencia es el que da pie al eterno conflicto de esta especie con el hombre.

Los lobos son predadores, pero también, como otras muchas especies, son oportunistas. Y la oportunidad consiste en obtener el alimento con la mayor facilidad posible, es decir, consumiendo el mínimo de energía y ahorrando el gasto energético, igual que hacemos los humanos cuando planificamos una actividad económica: en nuestra casa con la calefacción, en una empresa con el consumo de luz, etc. El lobo basa su estrategia de alimentación en la búsqueda de comida, luego si la encuentra muerta, la consume y no caza.

Este nuevo factor de adaptación suele pasar bastante desapercibido en las estrategias de conservación que aplica el hombre, pero para los animales no, ellos se benefician directamente de nuestros procesos socioeconómicos. Y si algún purista del estudio de la biología piensa que no debería ser así o un ecologista de esos iluminados que idealiza la naturaleza pensando que donde pisa o aúlla el lobo, ni el hombre debería estar presente, se le caería el calzoncillo al suelo al descubrir que el propio lobo pasa radicalmente de tales monsergas.

La adaptación más fina de algunos grupos de lobos en Asturias se encuentra en el acomodo de la abundancia de carroña, producto derivado de circunstancias cambiantes en el desarrollo económico de nuestro campo. La existencia de una ganadería rural en extensivo y ampliamente diseminada hacía que cada pueblo o aldea de Asturias tuviera un lugar donde arrojar los animales muertos. Vacas, caballos, burros o mulos y demás fauna doméstica, alimentando durante cientos de años a poblaciones de fauna silvestre.

No solo los lobos, también los osos y una lista larga de especies autóctonas, llegando a la humilde liebre capaz de roer los huesos para calcificarse. Qué lujo cada carroña en el monte, proteínas abundantes a nulo coste. Así han sobrevivido los lobos en muchos territorios, asomando de vez en cuando el hocico y causando un daño aquí y allá, pero pasando desapercibidos en lugares donde el comentario sería: «¿lobos aquí?, no, no, qué va, los lobos en la montaña». Y con toda seguridad, durante años los ha tenido de vecinos.

Por lo tanto, no es el comportamiento del lobo lo que influye en su presencia en un territorio, sino los cambios socioeconómicos que sobre él se producen. La PAC, Política Agraria Comunitaria, ha sido una bendición para el lobo y demás fauna carroñera. Las subvenciones han aumentado la carga ganadera a niveles poco conocidos y como de lo que se trata es de cobrar la subvención, durante años nunca ha habido tanto animal doméstico poco cuidado en el monte, y produciendo sabrosas carroñas, que han hecho que la población de buitres haya florecido espléndidamente después de décadas de agonía, no a causa de la falta de comida, es cierto, si no del veneno. Pero desaparecido este y con el monte lleno de carroñas, los buitres, pese a reproducirse en tan baja tasa, un pollo al año por pareja, han multiplicado su presencia en pocos años en las montañas asturianas.

Por tanto, ¿qué podemos pensar del lobo, que ha sufrido las mismas acciones beneficiosas de tan abundante comida y alcanza una reproducción de entre cinco a nueve crías por camada? No es de extrañar que en pocos años, la población lobera del norte de España haya crecido como lo ha hecho, recuperando territorios en los que la memoria de su presencia ya había desaparecido. En el caso de Asturias, se puede concluir que el lobo ocupa todo el territorio posible, gracias a esta circunstancia de las subvenciones de la PAC. Qué cosas, el apoyo comunitario (de nuestros impuestos) al mundo agrario ha sido la puerta de la abundancia lobera actual.

Y como vivimos en una sociedad trepidante, llena de sorpresas, altibajos y variaciones, no podía faltar la última modificación antrópica, que diría un experto. La aparición del mal de las vacas locas o encefalopatía espongiforme a causa de que unas empresas se quieren forrar haciendo piensos con carne para un ganado que se alimenta de vegetales, nos lleva de nuevo a una crisis de comportamiento en el lobo a escala regional.

Aparecida la enfermedad, la UE aprueba las normas para evitar la encefalopatía y exige a los estados miembros la eliminación controlada de los animales domésticos que se mueran. De un plumazo, volvemos a cambiar la ecología del territorio y con ello el comportamiento de nuestros lobos. En el año 2004, se recogen en Asturias más de 20.000 cadáveres de animales domésticos, cuando la media anual era de unos tres mil. Eso quiere decir que retiramos de los entornos rurales más de diecisiete mil carroñas que hasta entonces estaban alimentando pasivamente a la fauna silvestre, incluido el lobo, ese lobo que ocupaba territorios y en donde pasaba totalmente desapercibido.

Podríamos pensar que sin comida, el lobo emigrará a otros territorios, pero eso lo dejamos para el humano que con su inteligencia sí puede hacerlo, pero el lobo, con su instinto lo que hace es buscar nuevos recursos alimenticios y a falta de carroñas, buenas son las terneras, los potros, las ovejas y las cabras.

Los territorios del lobo

Hay dos posibilidades de definir cuáles son los territorios de este depredador.

Por ecología, aquellos donde la especie se asiente; por gestión, aquellos en donde a nosotros nos interese que haya lobos.

¿Qué debe prevalecer: la ecología o la gestión? Hay muchos defensores que apostarían por lo primero, dejar que el lobo se asiente sobre cualquier territorio y asumir su conservación. Antagónicamente tendremos de manera inmediata la respuesta de quienes desearían la total extinción, entrando en la eterna discusión y enfrentamientos donde el lobo entonces se sitúa como un mero espectador

Parece por tanto más aconsejable apostar por la gestión que en definitiva debe abordar el problema, evitando que la especie desaparezca o se sitúe en riesgo de eliminación, pero a la vez, garantizar los derechos de las personas que habitan en los mismos ecosistemas que el lobo.

Una adecuada gestión debe entonces basarse en serios conocimientos de la biología del lobo, de la relación con el territorio, por tanto, su ecología. Conocer las formas de vida de las personas afectadas y valorar la incidencia sobre su economía. No nos vale ni la visión purista de un investigador, ni el trasnochado parecer de un burócrata que actúe solamente basándose en los marcos legales. Hace falta un técnico con cintura, que se diría en el argot pugilístico, o mejor, un conjunto de técnicos que de manera multidisciplinar acometan la gestión. Eso sería lo ideal.

Defender al lobo en aquellos territorios donde cumple su papel ecológico. Valorar el impacto sobre economías ganaderas aplicando las técnicas compensatorias y definir qué territorios no deben tener presencia de la especie. Estas tres posibilidades no son antagónicas, ni tan siquiera difíciles de aplicar si el gestor posee un concepto claro de lo que gestiona y cómo lo quiere gestionar

Conocer al lobo para defenderse de él

Pero en la problemática del lobo quedan aún grandes lagunas de trabajo por desarrollar. Una de ellas está vinculada al secular desconocimiento que sobre el lobo posee la gente que cohabita con él. Lo cierto es que la gente del campo posee grandes lagunas de conocimientos sobre la fauna en general, en especial cuando una especie se presenta en el territorio sin que antes hubiera aparecido. Sin lugar a dudas, la explicación más extendida es que alguien la ha soltado.

Los ganaderos, suelen conocer a la perfección el terreno donde sitúan a su ganado e interpretan el territorio de una manera intensa. Pero con el lobo se rompe esta situación pues poca gente llega a entender cómo una especie que hacía años que no se veía ahora está de nuevo entre el ganado. El desconocimiento es una indefensión tremenda, ya que impide adoptar medidas de protección o cuando se requieren, se alegan reivindicaciones peregrinas que difícilmente solucionarán el problema.

Por ejemplo la demanda más intensa es la erradicación del lobo de un territorio, pensando que esos animales han llegado allí de alguna manera misteriosa y que matándolos se ha acabado el problema.

Pocos sospechan que la presencia de los lobos en los Picos de Europa está vinculado a situaciones que se producen a muchos kilómetros de ese territorio. Que la propia actividad ganadera y las subvenciones que con tanto agrado cobran, son culpables de la expansión del lobo en el norte ibérico y por tanto de la nueva recolonización de la especie en Picos.

Menos aún se entiende que muerto un lobo, lejos de acabar con el problema, se acentúa, pues a lo mejor el espacio dejado por el lobo abatido, es ocupado por tres competidores que reivindican por la fuerza su ocupación.

No estaría de más que los pastores y ganaderos se convirtieran en buenos conocedores de la ecología del lobo y entonces aprendiendo a conocer a su enemigo, diseñar las mejores estrategias para proteger sus intereses, valorando también que no es posible pedir su extinción.

 Roberto Hartasánchez  (Junio 2013)

 

Ong ADDA  -Junio 2013


Relación de contenidos por tema: Conservacionismo


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