Un refugio franciscano - Antíbal Vallejo Rendón

ADDAREVISTA 18

En esta sección que da voz a otras asociaciones amigas, Aníbal Vallejo nos presenta su Albergue San Francisco de Asís y la labor de su Protectora, digna de encomio en un país con tantos problemas como Colombia.

Medellín es una ciudad colombiana industrial ubicada en un valle rodeado de montañas y atravesada por un río que lleva su mismo nombre y que actualmente está en proceso de recuperación. Su población aproximada es de unos millones de habitantes. En el año 1918 contaba con 60.000 habitantes y ya se había creado la Sociedad Protectora de Animales. En el año 1925, después de la aparición del automóvil, todavía contaba con 981 carros tirados por animales. El medio era propicio para la organización de una entidad dedicada a crear condiciones cívicas tendentes al respeto de los animales. La economía se movía a lomo de los animales de carga que giraban alrededor de la estación del ferrocarril.

La Protectora llegó a contar con 500 socios activos, un vehículo, oficinas, agentes de policía, potreros para el mantenimiento de vacunos y equinos, revista mensual, periódico quincenal, programa de radio diario, brigadas de atención y normativa legal actualizada. Pero la ciudad ha cambiado, y con ella sus costumbres. Ahora la entidad se enfrenta a una amplia problemática relacionada con los animales. A pesar de las nuevas tendencias ecológicas, la creación de un Ministerio de Medio Ambiente, la existencia de legislación sobre protección animal y el despertar de una conciencia humanitaria, el animalismo continua siendo para muchos una cuestión marginal de derecho.

La Sociedad Protectora de Animales de Medillín cuenta con el Albergue de San Francisco de Asís. Con un área de 6.000 metros cuadrados que da refugio a una población permanente de 500 animales entre perros y gatos. Allí se recibe aquellos animales que, abandonados por sus dueños porque crecieron mucho, porque comen demasiado, porque ladran o porque no ladran, han ido a engrosar el numero de los que deambulan por las calles, atropellados, heridos, enfermos, hambrientos, maltratados. Perras preñadas, crías abandonadas, sin raza conocida, sin controles veterinarios. Medellín no cuenta con perrera municipal, ni centro de zoonosis, ni horno crematorio, ni centro de rehabilitación para aquellas especies de la fauna silvestre que debido a un mercado irracional vienen a parar a la ciudad, convirtiéndose en un problema donde el más perjudicado es el propio animal, que pasa de mano en mano.

La Sociedad Protectora de Animales cumple varias labores que son incumbencia de otras instituciones oficiales, pero ningún momento ello ha sido razón para no continuar con la difícil tarea de recoger los animales abandonados o heridos y preocuparse por su bienestar. Durante muchos años ha ayudado a controlar la proliferación de animales en las vías públicas, a atender casos dramáticos de atropellos, desastres naturales, mediación entre vecinos y propietarios de mascotas, control de enfermedades, cuarentena, cuidado de animales decomisos en cumplimiento de fallos judiciales, acciones educativas, asesorías, atención a la población de palomas de los parques públicos. Todo ello con un sentido eminentemente cívico de hacer de Medellín una ciudad más amable, partiendo de los animales como base del respeto a la vida en todas sus manifestaciones. Aunque muchas veces nuestra bondad se traduce, desgraciadamente, en muerte: aplicación humanitaria de la eutanasia para aquellos casos dolorosos e irrecuperable.

Disponemos de consultorio veterinario, especialmente para atender a las mascota de los barrios con menos recursos económicos. También contamos con servicio de transporte y asesoramos a la comunidad en lo concerniente a las especies animales. Servimos de mediadores en los conflictos originados por la tendencia de animales, por la comercialización indebida, por el abuso a que son sometidos, el transporte inadecuado, su utilización en espectáculos denigrantes, su inhumano sacrificio en mataderos. Instruimos a las autoridades policiales para la aplicación de las normas vigentes y propiciamos la organización de entidades similares en otros lugares. Aún queda mucho camino por recorrer. Inculcar el control de la natalidad en las especies de compañía, extender la acción educativa en los distintos estratos de la sociedad, despertar sentimientos de aprecio y respeto por las especie criollas, erradicar excepciones legales vigentes que aún permiten diversiones degradantes con los animales, mejorar la situación de otras entidades similares en Colombia, etc.

La nueva Constitución y la nueva Ley General de Educación en Colombia propiciarán para las generaciones venideras unas mejores condiciones para el reconocimiento y valoración de lo que nos rodea y para dar a las especies llamadas inferiores el trato digno que los seres racionales, por principio, les deben. Quizás lo más difícil sea encontrar apoyo para entidades como la nuestra, que en nada perjudican a las que se dirigen a los seres humanos, sino que las complementan, pues ayudando a los animales hacemos una labor cívica y social de primer orden.

“Protección reclamamos

En nombre de la humana piedad y la ley

Para aquellos amigos del hombre

Como el perro, el caballo y el buey”

(del himno de la entidad)

(Albergue San Francisco de Asís. Carretera 75# 65-176. Apartado Aéreo 50069. Medellín. Colombia.)

 

Ong ADDA    Marzo 1998


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