Las cinco estrellas de la caza

ADDAREVISTA 9

El Hotel Ritz de Madrid, Gran Lujo, «con el más alto nivel de ser­vicio personalizado, lujosa decora­ción, mobiliario, alfombras tejidas a mano, grandiosidad y confort, mag­nífico servicio, atención hasta el de­talle, sábanas de lino bordadas a mano, albornoz bordado del Ritz, palmeras en vasos chinos, tapices del siglo XIX, cómodos sofás en donde relajarse, cocktails íntimos, 24 canales de televisión...», une, a to­das estas lindezas, prolongación de una "Belle Epoque", el bramido del venado en berrea. No en el centro neurálgico de Madrid, claro está. Por unas módicas 55.000 a 80.000 pesetas diarias (o una suite a 500.000 pesetas día), podrá disfrutar de la po­sibilidad de «tirar patos a tan sólo 30 minutos de la capital y monterías en los montes de Toledo o cerca de Al­bacete, o bien, recechos y cacerías». 

En 1991 se anunciaba su «Pro­grama de Caza» que incluía tres días (o sea dos noches en el hotel) extasiándose en las delicias antes descritas. Además: entrega a la lle­gada de una botella de Jerez, cesta de frutas, flores, chocolates y cartucheras, para pasar un día de cace­ría de venado, jabalí o perdiz (con tope de 500 perdices por grupo de 8 a 12 personas), «secretario» car­gador de cartuchos, guía-intérprete, posibilidad de taxidermia..., etc. Y, detalle importante, ida y vuelta al aeropuerto en limousine.

En la finca privada «El Castañar» — que aparece reiteradamente en los famosos catálogos de cacerías internacionales— del Marqués de Corvera, una cacería de perdices, con el programa completo, puede salir por 452.550 pesetas. Otros pro­gramas abarcan poder abatir: la Capra Hispánica, el Muflón, el Corzo, el Gamo, el Rebeco, etc.. Como co­rolario de la jornada se celebra «una Cena de Gala para los cazadores». Con motivos de la pasada guerra del Golfo se vieron muy afectados al registrar una menor afluencia de las «grandes fortunas» pero es de suponer que ya superado el susto, las cacerías del hotel Ritz de Madrid continuarán gozando del esplendor de la "Belle Epoque" de la que tan orgullosamente presumen.

Entretanto, España, convertida en un gran coto, continuará siendo el lugar de visita —o safari— de estas «grandes fortunas» que no pudiendo practicar esta cruel afición en su país — porque no se lo permiten—, llegan al nuestro como conquista a golpe de talonario y así favorecer el inmovilismo en que se encuentra el campo, en manos de grandes terratenientes sin interés en desarrollar­lo, y mucho menos bajo una más ra­cional explotación que conjugue: producción de riqueza, naturaleza y sus animales.

 

Ong ADDA   Enero/Marzo 1992


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