La cultura del cavernícola - Nuria Carrrizosa

ADDAREVISTA 21

"Ya sé que ahora hay una cultura del bambi: ecologistas de ciudad que idealizan el campo, que creen que allí los animales se dan besitos..., cuando los animales son unos hijos de la gran puta, claro." Ante esta afirmación que denota la inteligencia y la sensibilidad de la persona que la emite, no sería necesaria ninguna réplica. Por una vez una frase y no una imagen, vale más que mil palabras. Pero creo que, ante la vehemencia del comentario, apetece ahondar, sin desperdicio, en el contenido de la entrevista, publicada en la contraportada del periódico La Vanguardia (4 de agosto de 1999), que se le hizo a Juan Luis Oliva, doctor ingeniero industrial y diplomado en arqueología y, en su tiempo libre, por desgracia, cazador.

Cabe decir, a su favor, que el entrevistado lucha durante todo el tiempo por tranquilizar su conciencia ante las preguntas insidiosas del entrevistador. Pero no lo consigue. Básicamente porque no deja de decir estupideces durante las, aproximadamente, veinte cuestiones de la entrevista. Afirma que la caza que se practica en alta montaña es la más equilibrada porque el animal está en su ambiente... pero ante la apostilla de quien le recuerda que el cazador va armado y el animal no, Oliva replica que "el animal tiene más oportunidades aquí que en otros tipos de caza". Más adelante, insiste en que "el cazador es el primer proteccionista" porque sino qué iba a seguir cazando... Es como si se defendieran las granjas de animales de pieles que se crían con la única finalidad de ser sacrificados y deshollados para que puedan ser lucidos sobre el esqueleto de cualquiera. En esta misma respuesta, Oliva se permite el lujo, además, de cargar contra los labradores, a los que critica por terminar con la caza menor debido a los tractores y cosechadoras. La diferencia se basa en un pequeño detalle sin importancia: estos últimos lo hacen como medio para ganarse la vida con más o menos fortuna para el ecosistema donde habitan, pero ni mucho menos por un afán de coleccionismo y bravuconería.

En un intento de describir el término 'cazar', Oliva pretende dar un toque romántico al tema, llegando a decir, incluso, que se trata de un duelo entre cazador y presunto cazado. Todos sabemos que un duelo es una pelea entre dos a consecuencia de un reto o desafío y, en una segunda acepción, un enfrentamiento muy reñido entre dos ,en el que cada uno busca la derrota del contrario. No nos imaginamos al pobre rebeco desafiando o buscando la derrota del cazador en un duelo en igualdad de condiciones. Más bien lo supongo huyendo despavorido por los disparos de retaguardia que terminarán matándolo por la espalda.

También comenta, alegremente, que "cazar es el mejor modo de preservar el medio y las especies, de controlar sus poblaciones y de eliminar a los individuos mayores y enfermos". O sea que el cazador actúa y sustituye al proceso natural de selección de las especies. Es más, creo que antes de disparar, cuando Oliva localiza un macho caprino en el Himalaya, lo primero que hace es preguntarle por su edad y después por su estado de salud. Realmente singular. Para terminar, añade que esto de cazar "...lo llevamos en los cromosomas, a otros les da por el sexo, a mí por cazar. Es un instinto paleolítico." ¿de dónde habrán salido sus hijos entonces? ¿fecundación "in vitro"?

De todas formas, gracias Sr. Oliva, doctor ingeniero industrial y demás... y, en sus ratos libres, cazador de cabras, por haberme dado la oportunidad de desahogarme con usted por toda la tristeza que me produce pensar en las personas que siguen prefiriendo matar por puro placer a hacer el amor.

 

Ong ADDA  Mayo 2000


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