
Caza y Ecología -ADDA Euskadi
Cuando el ecologismo no se contempla con esta óptica se puede llegar a posturas rocambolescas como el proponer la caza con arco y flecha o con ballesta con la «caza ecológica» en virtud de no se sabe qué. O que para no matar animales silvestres se críen en granjas faisanes que son soltados horas antes de la cacería, sin preocuparse demasiado de si estos animales tendrán o no el instinto natural para saberse ocultar de los escopeteros, o de la suerte de los que no sean abatidos.
Aún más ridículo resulta el caso de la llamada «pesca ecológica». Su función es satisfacer al pescador sin ocasionar la muerte al pez, aunque las heridas ocasionadas puedan comprometer su futuro. Pocas cosas demuestran mejor que ésta es la verdadera motivación de la caza y pesca deportivas: el ansia de capturar sin necesidad real.
Los cazadores dicen que cumplen la función de los predadores en la Naturaleza. Sin embargo, esto debe ser matizado. Un carnívoro ataca las presas más débiles, las enfermas, convirtiéndose en instrumento efectivo de la selección natural. Pero el cazador deportivo actúa justamente al revés, pues lo que busca es el trofeo, eligiendo en consecuencia los mejores ejemplares y efectuando una selección negativa.
Esto nos introduce en el tema de los cazadores como protectores de la Naturaleza. Como iremos viendo, este argumento es cínico, ya que en realidad los cazadores se mueven por un interés muy claro; sólo les preocupa proteger las especies cinegéticas y los ambientes que las albergan. Lo que ocurra con lo demás parece tenerles sin cuidado.
Quizás una de las mayores deficiencias de los cazadores para ejercer de ecologistas es su pobre o nula educación ambiental. Aunque la intención del examen del cazador es paliar este mal, la realidad es bien triste. Tenemos además el agravante de que a esta incultura hay que unir la carencia de escrúpulos y sensibilidad. Por mucho que se empeñen las grandes figuras de la caza, intentando demostrar que los cazadores son personas respetuosas y educadas, esto es sólo aplicable a una minoría dentro del colectivo de cazadores. Incluso hay ocasiones en que la caza cae en la ilegalidad y lo malo es que puede llegar a hacerlo de mano de la Administración.
Es ilustrador a este respecto un informe realizado por la Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental (CODA), durante la campaña 1988-89, en el que se constata que las órdenes de veda de las 17 comunidades autónomas de España incumplieron las normativas de la Comunidad Económica Europea con respecto a la caza. En concreto, el estudio de la CODA puso de manifiesto, que los aspectos incumplidos hacían referencia a los métodos de caza autorizados, el establecimiento de ciertas especies como cinegéticas, la captura de pájaros (fringílidos y emberícidos) y la fijación de períodos hábiles en épocas de migración y reproducción.
Además de interponer las correspondientes denuncias, la CODA llegó a concluir sobre la conveniencia de la promulgación de las órdenes de veda de forma común a todas las comunidades autónomas y que éstas velaran por su cumplimiento, evitando así la actual descoordinación entre las autonomías y la reglamentación sobre caza y pesca.
Hoy la caza y pesca deportivas son un fenómeno urbano. Nada tiene que ver con la caza que ciertos sectores, principalmente rurales, ejecutan. El cazador urbano realiza sus correrías venatorias en un ecosistema que no es el suyo, lo cual le obliga a grandes desplazamientos (gastos de gasolina: unos diez mil vascos acuden a cazar a cotos extremeños) y a conductas poco naturales (contratar batidores y guías, madrugones), etc., etc.
Si buscamos un cazador que hoy efectúe el papel de predador ecológico, seguramente lo encontraremos en el aldeano que sale una mañana al campo, da dos tiros y se lleva un par de piezas, pero no en los que tienen su vida montada en la ciudad.
En realidad, los cazadores se mueven por un interés muy claro; sólo les preocupa proteger a las especies cinegéticas y los ambientes que las albergan. Lo que ocurra con los demás parece tenerles sin cuidado. Los planes de ordenación cinegética pueden ser criticados desde varios puntos, pero lo que quizá más nos preocupa es la sospecha de que se trate de disfrazar de conservacionismo a la caza.
CAZA Y MEDIO AMBIENTE
Hay razones de carácter medio-ambientalista que demuestran lo anti-ecológica que es la caza. Quienes acostumbramos a ir al campo conocemos bien las señales de identidad que los cazadores dejan por donde pasan. Papeles, plásticos y vidrio, son residuos que nos indican dónde han reposado para almorzar, por cierto, todo ello alrededor de un fuego. Tampoco pueden faltar las señales de vandalismo en la vegetación, pero desde luego lo más normal es encontrarse con cientos de cartuchos tirados por el suelo. Antes, hace ya años, los cartuchos eran de cartón, y con el tiempo desaparecían. Hoy, como la modernidad también ha alcanzado a la caza, son de plástico, y por lo tanto, no degradables. A pesar de que su abandono en el campo está prohibido, y los cazadores están obligados a recogerlos, nadie parece hacer caso, a juzgar por las grandes cantidades de cartuchos que uno puede ver.
Luego está el grave problema del plumbismo. Es una enfermedad que afecta especialmente a las aves acuáticas, que se envenenan al tragar del fondo de los humedales perdigones de plomo. Al parecer, en 45 días, se deshacen se absorben distribuyéndose por todo el organismo. Los ejemplares afectados de plumbismo tienen deficiencias inmunológicas que los hacen más sensibles a infecciones y parásitos. Las aves pierden vitalidad y quedan aisladas del grupo, muriendo finalmente tras larga y lenta agonía. Su tratamiento no existe, en parte debido a que es necesaria la «hospitalización», lo cual provoca angustias en el animal.
Las especies más afectadas son los ánades y similares, además de sus predadores, incluido el hombre.
Es sorprendente la cantidad de plomo que puede verterse al medio por la caza. Por ejemplo, en un país de hábitos cinegéticos similares al nuestro como es Francia, cada año se arrojan entre 3 y 6 toneladas de plomo al estuario de Loira. En España, hace unos años, murieron 22 flamencos que contenían en sus mollejas entre 30 y 328 perdigones cada uno. Alemania, Canadá, USA y Dinamarca son los únicos países que han prohibido el uso de perdigones de plomo. La alternativa es utilizar perdigones de acero u otros metales muy caros como el tungsteno o el wolframio. Sin embargo, lo más lógico sería la paralización de toda actividad cinegética en las zonas húmedas.
Otro de los impactos medioambientales ocasionados por la caza es debido a los vallados cinegéticos. Además del atentado paisajístico, suponen un impedimento para la circulación de los animales, limitándoles en su busca de alimento y favoreciendo
además una excesiva endogamia con el consiguiente empobrecimiento genético de la población. Por otro lado, se ocasionan muertes y lesiones por colisión contra la valla de algunos animales, sobre todo rapaces.
Quedan otros aspectos, menos conocidos, pero seguro que no menos importantes. Está, por ejemplo, el complicado tema de la introducción de especies. El equilibrio ecológico de los ríos europeos se ha visto afectado por la introducción de peces en lugares lejanos pero de interés para los pescadores. Sólo contaremos un caso bastante ilustrativo de un mamífero. A finales de los años 50, una sociedad de cazadores soltó en el macizo de Gorbea (Álava) varios ejemplares de ciervos. El ciervo se había extinguido en el País Vasco hacía ya mucho tiempo, pero los cazadores echaban de menos su presencia. En un entorno muy limitado, altamente humanizado y sin predadores, los ciervos del Gorbea han creado acaloradas polémicas porque ocasionaban daños en la agricultura, suponían un riesgo para el tráfico rodado y, debido a la explosión demográfica experimentada, y a su mala gestión cinegética, la población se encontraba desequilibrada en cuanto a la población natural de sexos.
CAZA Y EXTINCION DE ANIMALES
Hojeando algunas de las revistas que se editan en nuestro país sobre medio ambiente, se ven numerosas protestas de grupos ecologistas y hasta de particulares por el abatimiento de especies protegidas o no cinegéticas por parte de los cazadores. Esto Aunque factores como la destrucción del habitat tuvieran mucho que ver, no puede negarse la intervención de la caza en la extinción o enrarecimiento de algunas especies como el urogallo o la perdiz pardilla. La masacre de la paloma migra-dora o el bisonte norteamericano fue debido a algo muy cercano a la caza deportiva, ya que se mataban más ejemplares de los que se podían consumir o se les disparaba por diversión desde los ferrocarriles. Incluso algo que puede estar justificado como matar para comer, puede hacer desaparecer de la tierra a muchas especies, como ocurrió en muchas islas durante los siglos XVIII o XIX.
En España contamos con el vergonzoso ejemplo de las llamadas «Juntas de Extinción de Animales demuestra en qué forma la caza afecta a las poblaciones de animales silvestres, las cuales muchas veces no son muy nutridas.
PERROS: LAS OTRAS VICTIMAS
No hay más que echar un vistazo a cualquier publicación sobre caza para darse cuenta que nuestros entrañables perros son una víctima más de toda esta historia.
Utilizados como mero complemento a la actividad cinegética, sufren con demasiada frecuencia la insensibilidad de unas personas que tampoco la demuestran con otros animales. Afortunadamente, existen cazadores que tratan bien a sus perros, con los que incluso llegan a convivir. Pero esto no es la norma. Son numerosos los casos en que los animales son mantenidos durante la veda en condiciones inaceptables desde el punto de vista de sus derechos. Muchos pasan su vida en lúgubres lonjas vacías y tendrán suerte si su dueño los saca unos minutos al día. Otros vivirán hacinados en casetas que no reúnen unas mínimas condiciones higiénicas y por una módica cantidad de dinero serán alimentados periódicamente. Algunos serán abandonados al finalizar la temporada. Fueron recogidos unos meses antes del Albergue Municipal y dejados a su suerte una vez que su fugaz dueño ha comprobado que el trabajo del animal no era el esperado. A veces resultan heridos en su trabajo, sobre todo en las monterías. La asistencia que reciben, caso de que ésta efectivamente se produzca, se reduce en muchas ocasiones a una chapucera brutalidad.
Los perros de caza son, en definitiva, las víctimas olvidadas de una práctica insensible no sólo con los animales a abatir.
Ong ADDA Enero/Marzo 1992
Relación de contenidos por tema: Caza
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- ADDA Revista 48 : Di NO a la "Caza Enlatada"
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- ADDA Revista 54 : Flora y fauna en el parque natural de Collserola (Barcelona), un tesoro a conservar
- ADDA Revista 54 : Ginebra y la caza controlada
- ADDA Revista 54 : Infome sobre la caza 2017 -autora Carmen Méndez
- ADDA Revista 50 : La Casta y la Caza
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- ADDA Revista 9 : La caza en Gran Bretaña- John Greenstead
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- ADDA Revista 21 : La cultura del cavernícola - Nuria Carrrizosa
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