Mejoras en las gallinas ponedoras

ADDAREVISTA 57

Una granja de ponedoras innovadora y sostenible en bienestar animal

 

Redacción- En febrero de 2018, con ocasión de una visita organizada por Eurogroup for Animals, de la que es miembro la Fondation Droit Animal, Ethique et Sciences, se visitó la granja holandesa Kipster, sita en la población de Castenray, en donde se crían gallinas ponedoras desde el año 2017 y cuyos huevos ostentan el certificado de bienestar animal holandés Better leven, al responder esta granja, además de a las normas establecidas, a un enriquecimiento del entorno. Disponen de troncos para posarse, no se les corta el pico —que es una práctica muy frecuente y rutinaria para evitar que las aves se piquen entre ellas— y hay una menor densidad de aves.

 

Una instalación moderna

La particularidad de esta granja de gallinas se debe, en primer lugar, a la voluntad de sus gestores de ofrecer un entorno respetuoso con el bienestar de las gallinas. Las 24.000 gallinas ponedoras de Kipster disponen de un gran edificio de 3600 m2 específicamente diseñado para su función. A cada lado de la nave se encuentran los nidales donde las gallinas depositan los huevos, que se recogen de forma automática. El resto de la superficie constituye la innovación: el jardín interior. El techo de la nave es de vidrio, por lo que no se necesita luz artificial durante el día. El suelo está cubierto de virutas de madera y ramitas, lo que permite a las gallinas rascar y tomar baños de polvo. Numerosos elementos enriquecedores se encuentran aquí y allá en la nave, como arbustos plantados en grandes macetas, troncos de árbol, etc., sobre los cuales las aves pueden posarse. Hay que subrayar, no obstante, la importante concentración de polvo en ese espacio debido a un deficiente funcionamiento de la ventilación, como pudo observarse durante la visita realizada.

Las gallinas también tienen acceso a 1800 m2 de jardín exterior a cada lado del edificio. El suelo es de piedras y arena y los jardines tienen el mismo enriquecimiento que el interior del edificio (troncos, arbustos…). Las gallinas tienen acceso a estos jardines desde las 10 de la mañana hasta las 7:30 de la tarde. Sin embargo, está en curso una restricción por culpa de la gripe aviar. Estas alertas habituales son uno de los motivos por los que los gestores de la granja quisieron que el jardín interior fuera agradable y atrayente para las gallinas.

A pesar del cuidado dedicado al acondicionamiento del exterior de la granja, se lamentó la falta de hierba y una superficie relativamente limitada, teniendo en cuenta el número importante de aves, lo que limita la ingesta de un alimento natural rico y comportamientos propios, como buscar y comer gusanos. También faltaba un espacio de sombra en previsión de los calores estivales.

 

Una respuesta a las expectativas de la sociedad

El proyecto de la granja Kipster nació a raíz de la quiebra de la empresa de Ruud Zanders, que criaba, entonces, 8 millones de gallinas ponedoras en varios países, en forma intensiva de cría industrial, a fin de producir a gran escala y a bajo coste. Tras la quiebra, Ruud Zanders decidió asociarse con un joven criador, especialista en medio ambiente, a fin de crear un proyecto con el deseo de que fuera respetuoso con las aves, el medio ambiente y los humanos.

Desde el punto medioambiental, la granja se autoabastece de electricidad que produce gracias a 1097 paneles fotovoltaicos. Para contrarrestar el problema de las emisiones de partículas finas, Kipster ha instalado maquinaria capaz de captarlas evitando su salida al exterior. Con estas inversiones, Kipster ha obtenido el certificado holandés Planet Proof, que premia la agricultura sostenible.

 

Un proyecto siempre en desarrollo

Sin embargo, la granja Kipster, aunque ya ejerce una actividad económica, aún está en fase experimental. Ruud Zanders y sus colegas esperan mejorar en el futuro la vida de sus gallinas ponedoras para poder efectuar la matanza en la propia granja y que los pollitos nazcan en el lugar, guardando, en lo posible, su bienestar hasta su triste fin. También está en proyecto abrir otra granja similar para criar a los gallos para carne siguiendo la misma filosofía de respeto por los animales. Se tiene en cuenta también el tratamiento de los excrementos, que serían procesados para abono por la cadena LIDL Holanda, que resulta ser el habitual distribuidor de sus huevos.

Sus jardines exteriores también están en fase experimental, a la espera de que en un futuro amplíen su superficie y de que el suelo se cubra de hierba y vegetación. Se recomendaría reducir aún más la densidad, que en la actualidad es de unas 6,7 gallinas por metro cuadrado. Además, una alimentación perfectamente equilibrada, menos seca y más natural, permitiría a las aves reducir la pérdida de sus plumas por culpa de la irritación de la piel. También se podría permitir a las gallinas vivir más de 85 semanas. Finalmente, es poco probable que una sola persona pueda controlar a diario ¡la salud de 24.000 gallinas! Sería, por tanto, acertada la presencia de más personal para cuidar de las gallinas. En este sentido, se echa en falta, incomprensiblemente, un completo y modélico circuito de videovigilancia.

Aunque se deben hacer más progresos, la granja Kipster proporciona un futuro más prometedor para las gallinas. A sus fundadores les gustaría que su modelo de granja se exportara en otras lugares para garantizar mejores condiciones de vida a los millones de gallinas criadas en Europa y en el mundo (Fondo documental: Nikita Bachelard, «La ferme Kipster: un système d’élevage de volaille innovant». Droit Animal, Ethique et Sciences, n.º 97 – abril 2018).

 

Ong ADDA -Diciembre 2018


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