La enfermedad de las "vacas locas"
La declaración del Gobierno británico de la posible relación entre la enfermedad humana de Creutzfeldt-Jacob y la encefalopatía espongiforme que sufre parte de la cabana bovina británica desde hace varios años ha causado una gran alarma entre la opinión pública europea. La Unión Europea se ha apresurado a tomar medidas sanitarias preventivas, entre ellas la prohibición temporal de exportación de carne del Reino Unido, hasta ver cumplido el programa del Gobierno de ese país para la erradicación total de la enfermedad. La causa más probable confirmada de la extensión de esta enfermedad entre los rumiantes, animales herbívoros por naturaleza, es el hábito, adquirido durante los ultraliberales años de thatcherismo, de alimentarlos a base de piensos enriquecidos proteicamente con harina de carne elaborada con restos de otros animales, que resulta más barata, y por tanto aumenta los beneficios económicos del criador, pero que transmitió la enfermedad de unas especies a otras, causando terribles sufrimientos y la muerte a miles de rumiantes, poniendo en gran peligro la salud humana, y forzando la matanza de miles de reses contaminadas. También los animales son lo que comen.
La BSE o encefalopatía espongiforme bovina, conocida popularmente como la enfermedad de las "vacas locas", actúa solamente, por lo que se sabe hasta el momento, sobre el sistema nervioso, y todos los mamíferos son potencialmente receptivos. Produce trastornos nerviosos, confusión y agresividad, y una muerte segura al cabo de unos pocos meses. Su nombre deriva del aspecto de "esponja" observado en los análisis efectuados a los cerebros de los animales muertos a causa de la enfermedad. Aunque la OMS considera que las medidas tomadas hasta el momento son suficientes para proteger la salud pública, los expertos aseguran que harán falta unos 10 años para concluir todas las investigaciones en marcha. En el transcurso de esas investigaciones, miles de animales de laboratorio son y serán en los próximos años sometidos a todo tipo de experimentos, lo que se añade a la larga lista de consecuencias trágicas que la codicia mercantil de la industria cárnica ha causado tanto a los animales como a las personas.
CAMBIO DE HÁBITOS
Según la prensa británica, el cambio de hábitos en la explotación de la ganadería bovina británica en los años ochenta es el responsable de la aparición de la encefalopatía espongiforme (BSE), nueva enfermedad que tanta alarma ha causado entre los consumidores. En ese momento de euforia productiva se sustituyó la alimentación bovina a base de proteínas de soja por harinas de origen animal elaboradas mediante secado, separación de la grasa y molido de los restos de otras industrias cárnicas, como la de la oveja, especie de la que se conoce esta enfermedad desde hace muchos años y que se cree que no se transmite al ser humano. Sin embargo, como desgraciadamente se ha comprobado, sí se transmite a través de la alimentación al ganado vacuno, y quizás.de éste al ser humano.
En aquella época se modificó el sistema de transformación de los subproductos cárnicos para aportar proteínas al pienso bovino: se cambiaron los tiempos de exposición y los grados de temperatura a los que se sometía la materia para su esterilización y se eliminaron los disolventes de grasas que al parecer habían impedido hasta entonces la transmisión de la enfermedad de las ovejas a las vacas. Además, la transmisión se incrementó porque se cometió la aberración de someter los propios subproductos bovinos a la misma conversión en harinas para alimentación de sus congéneres los rumiantes. De hecho, según los expertos que elaboraron el informe británico, la temperatura a la que se sometía a los productos no serviría ni para eliminar los organismos patógenos más habituales.
NEGLIGENCIA ADMINISTRATIVA
Se ha apuntado desde diferentes instituciones comunitarias y de los diferentes países de la Unión, así como por parte de científicos británicos y asociaciones de consumidores y de bienestar animal, la lentitud del Gobierno británico en la toma de decisiones desde el momento en que se le informó, en 1986, de los primeros casos de la enfermedad, especialmente entre las vacas lecheras. Tras ordenar un estudio, en 1987 confirmó que el origen de la enfermedad eran las harinas de carne con que se alimentaba a los rumiantes, que no se prohibieron para la alimentación animal hasta el año siguiente, 1988, año en que se empiezan a sacrificar las reses afectadas a cambio de una compensación gubernamental a los criadores del 50% del precio del animal, y se comienza a examinar los cerebros de los animales sacrificados. Lo curioso y preocupante es que cuando el Gobierno británico aumentó la compensación al 100%, se dobló el número de animales afectados declarados y sacrificados semanalmente. Cuando en 1994 el Gobierno disminuyó la cuantía de las compensaciones, también disminuyó el número de casos declarados por los criadores.
En 1989 se prohibió en Gran Bretaña el consumo humano de visceras susceptibles de transmitir la enfermedad de cualquier tipo de bovino, afectado por BSE o no: cerebro, médula espinal, timo, bazo e intestinos de animales de más de 6 meses.
CAUSA CONFIRMADA
Dado que las medidas tomadas por el Gobierno británico han producido la disminución de los casos, el origen alimentario apuntado ya se puede considerar confirmado. El máximo de casos confirmados se produjo entre finales del 92 y principios del 93, y desde entonces las cifras no han parado de bajar: en los tres primeros meses de 1995 hubo el 42,6 % menos que en 1994, el 58,4% menos que en 1993. En la mayoría de los casos se trataba de animales de 6 o más años, lo que coincide con el período de incubación de la enfermedad desde que se prohibió la alimentación de los bovinos con harina de carne en el Reino Unido, el 18 de julio de 1988. Algunos expertos creen que una parte de este alimento pudo seguir suministrándose durante cierto tiempo, además de otras harinas de carne preparadas para otros animales, como el cerdo o las aves, lo que explicaría los casos posteriores a la prohibición. Sin embargo, dado que la leche materna de una mujer que sufría la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob fue diagnosticada como transmisora de la enfermedad, no se puede descartar que la leche de vaca también la transmita a sus crías, y quizás al ser humano. Ya se ha confirmado la transmisión vertical (de madre a cría) en las ovejas. El Gobierno británico prohibió la alimentación con harina de carne a todas las especies animales en 1990 y la Unión Europea definió en 1994 normas de transformación de los restos animales para disminuir los riesgos de exposición a la materia infectada. En cualquier caso, la prudencia del Gobierno británico parece más destinada a proteger su industria cárnica que a proteger la salud pública.
SALUD PÚBLICA
Antes de 1990, más de 30 especies de diferentes órdenes de mamíferos mostraban susceptibilidad a la BSE. Dada la coincidencia de lugar y similaridad de los síntomas, se supuso que su origen es el mismo: un alimento contaminado. Entre las especies afectadas se encuentran antílopes, avestruces y guepardos de zoos británicos o comprados a zoos británicos, gatos domésticos alimentados con visceras bovinas, cerdos y ratones de laboratorio infectados artificialmente por ingestión de cerebro bovino o mediante inyección intracerebral, visones de granja e incluso una especie de primates. Se supone que, dado que diferentes especies de mamíferos de diferentes órdenes se han mostrado susceptibles a la enfermedad, ésta también se podría transmitir al hombre, si existe la suficiente exposición. Los factores de exposición son los órganos en cuyos tejidos el organismo patógeno se multiplica: cerebro, médula espinal, amígdalas, bazo, timo, intestinos. La vía de infección oral parece menos eficaz que la intracerebral. También se debe tener en cuenta la barrera específica de cada huésped.
No existe ningún método por el momento que elimine el germen infeccioso: ni la cocción, ni el etanol son eficaces. Lo único que se puede hacer es seleccionar bien a los animales y eliminar los que estén infectados.
El problema existente a la hora de llevar a cabo esa selección es el fraude a la hora de declarar las reses afectadas por la enfermedad. Las autoridades británicas han descubierto una red de falsificación de certificados de salud con conexiones en Irlanda, Inglaterra y Francia (Lyon). Entre los implicados había un veterinario irlandés que vendía certificados sanitarios en blanco, de modo que los tratantes de carne irlandeses podían enviar sus camiones a medio llenar hasta Inglaterra, donde se añadía a la carga animales ingleses procedentes de rebaños infectados, a los que se hacía pasar por reses irlandesas, de acuerdo con su enlace en Lyon. Un programa de la televisión británica calculó que por cada res infectada sacrificada, dos van a parar a los mataderos y son consumidas sin ser detectadas, lo que daría una cifra de un millón y medio de animales infectados consumidos. Debido al período de incubación de la enfermedad en los bovinos (2-8 años), muchos animales que no manifiestan la enfermedad pueden ser desviados al consumo humano a pesar de provenir de rebaños infectados. A ello se añade la falta de un sistema de análisis para detectar la enfermedad en vivo.
ENFERMEDAD DE CREUTZFELDT-JACOB
Es una enfermedad de difícil diagnóstico, cuyo período de incubación va de los 10 a los 20 años y que se suele manifestar en personas mayores de 50 años. Produce demencia y la muerte en tan sólo un año. En el Reino Unido hubo 26 casos confirmados en 1990 y 46 en 1994 (un aumento de más del 40%). Algunos expertos aseguran que el aumento es debido a la mejor detección de la enfermedad en las personas mayores. Por tanto, en teoría aumenta el número de casos en aquellos lugares donde se ha estudiado la incidencia reciente de la enfermedad y se han mejorado los sistemas de detección. Sin embargo, el aumento de casos entre jóvenes adolescentes o menores de 30 años ha levantado las sospechas de una posible transmisión a través de la ingestión de carne de bovino infectado, aspecto aún poco claro y en período de investigación.
Los casos confirmados de transmisión conocidos fueron 62 para personas que recibieron la hormona de crecimiento (sustancia que se sospecha facilita la transmisión) y 20 casos entre los receptores de un transplante de médula ósea. Parece ser que no hay una incidencia significativa de la enfermedad por profesiones. Hubo tres casos confirmados de Creutzfeldt-Jacob en criadores de vacas cuyos rebaños estaban afectados por BSE, pero los expertos consideran precipitado sacar conclusiones. Comparado con otros países, la incidencia entre la población agrícola es similar, independientemente de la situación de la BSE en el país, e incluso su incidencia entre los criadores es más baja que entre otros grupos profesionales. Hay muchas declaraciones contradictorias entre los expertos en relación con la transmisión de la enfermedad de los bovinos a los seres humanos: unos afirman que, por precaución, no comen carne desde hace unos años, y recomiendan la abstención como método de prevención más seguro, mientras que otros declaran con rotundidad no estar preocupados porque sus hijos coman carne de bovino.
LOS COSMÉTICOS
La asociación que representa a la industria cosmética europea, COLIPA, en una reunión reciente convocada por la Comisaria europea Emma Bonino tras la crisis de las "vacas locas", se apresuró a asegurar que no utiliza subproductos de animales bovinos provinientes de zonas contaminadas con BSE desde 1991, aunque no se comprometió a retirar del mercado ningún producto en cuya composición se incluyen sustancias de origen bovino, por considerarlo innecesario y exagerado. Muchos son los cosméticos que utilizan estos derivados, desde cremas hidratantes, pintalabios y champús hasta dentríficos. Los fabricantes se muestran irritados por la atención que se presta a los cosméticos y pretenden desviar la atención señalando la poca alarma que causan otros productos, como la leche o sus derivados.
Esta polémica social sin duda ha de repercutir en una mayor inversión en investigación destinada a sustituir los productos de origen animal por productos vegetales en los cosméticos, lo que abre un rayo de esperanza, porque también debería repercutir favorablemente en un descenso progresivo de la experimentación en animales. Aunque es triste y alarmante que siempre se espere a que llegue la catástrofe para solucionar los problemas que afectan al consumidor, quizás el hecho de que la industria cosmética esté en el punto de mira de los consumidores les fuerce a hacer públicas de una vez por todas sus fórmulas y el origen de las sustancias empleadas, mediante un etiquetado adecuado de sus productos obligatorio en teoría por ley europea a partir del 1 de enero de 1997, con lo cual aumentaría extraordinariamente la capacidad de decisión y control del ciudadano frente a sus elecciones de consumo. Queda claro que hay que poner punto final al oscurantismo industrial, al consumismo ciego que acepta sin preguntar, asumiendo riesgos no controlados por nadie y aceptando pasivamente unos productos cosméticos "mágicos" cuyo origen se desconoce.
CONSIDERACIONES DE BIENESTAR ANIMAL
De todo lo ocurrido, los criadores y las autoridades deberían extraer una lección: se debe alimentar a los animales de abasto con productos naturales, adecuados a su especie. Los herbívoros comen hierba, no restos de otros animales, o incluso de su misma especie. Las organizaciones animalistas, consideradas tradicionalmente irresponsables y alarmistas por quienes demuestran ser verdaderamente irresponsables y causantes de auténtica alarma social, llevan muchos años reivindicando el retorno a la cría animal tradicional, sin renunciar a los avances necesarios, pero sólo a aquellos que no degeneren la producción ni vayan en detrimento de la salud del animal y la del consumidor. Por eso se dice no a la administración de promotores del crecimiento (hormonas, beta-agonistas, etc), no a la administración indiscriminada de antibióticos a los animales, que, según expertos, producen resistencias contra los antibióticos en los microorganismos que los infectan y en los seres humanos que los consumen, y no a la alimentación "barata" pero peligrosa tanto para la salud del animal como para la nuestra.
VEGETARISMO
No es de extrañar que cada vez sean más las personas que se inclinan por una dieta vegetariana, que ya se cuentan por millones en todo el mundo en la actualidad. Muchas y variadas son las razones que llevan a ello: desconfianza en la producción industrial de los alimentos, en especial los cárnicos, constatación de la ineficacia e incluso indolencia de los controles sanitarios públicos, rechazo por motivos de conciencia de los métodos crueles de crianza y explotación animal, por citar algunos. El auge del vegetarianismo ha dado lugar a una cada vez más numerosa literatura sobre el tema y al desarrollo de esta especialidad en el campo de la dietología, porque, a pesar de las reticencias iniciales, sus practicantes demuestran con su bienestar que es una alternativa saludable y aceptable para aquellos cuya conciencia y filosofía de vida no encaja en el modelo de "alimentación industrial" occidental.
Los consumidores más valientes y confiados, los que aún desean y se atreven a comer carne, quieren carne de animales sanos y felices, carne no contaminada con sustancias extrañas ni enfermedades producidas por la codicia del productor y la irresponsabilidad del gobernante, más preocupado al parecer por defender los intereses de la industria de la carne que por proteger la salud de los seres humanos y los animales.
ETIQUETADO
Un perfeccionamiento en el sistema de etiquetado y una reglamentación adecuada al respecto ofrecerían al consumidor un margen mucho mayor de elección del que dispone actualmente, permitiéndole conocer el origen y alimentación utilizada en la cría del animal. El consumidor que no pregunta, que no se queja, que no reclama, se convierte en cómplice indirecto de la aplicación de unos métodos de cría que degradan al animal, porque lo convierten en un mero saco de huesos y carne a engordar en el menor tiempo posible, con el menor gasto posible. Y, aunque pague menos por la carne, el ciudadano recibe menor calidad y se convierte en lo mismo que come: un ser degradado éticamente y contaminado por sustancias que no conoce o prefiere ignorar.
Sin embargo, los consumidores no son culpables directos, sino también víctimas. Vista la necesidad de aumentar el control sobre los criadores sin escrúpulos, la responsabilidad directa y absoluta recae sobre el Gobierno y sus instituciones sanitarias. La solución final pasa ineludiblemente por un cambio de mentalidad del criador, que debe ser forzada por todas las administraciones públicas competentes, con el apoyo de los consumidores: con la comida no se juega.
ORGANISMO PATÓGENO
La causa más probable de la enfermedad es la modificación proteica de las células del cerebro producida por un prión, que es una estructura proteica infectiva poco conocida por la biología moderna. Parece ser que no tiene capacidad de reproducción, pues en su composición conocida hasta el momento no entran los ácidos nucleicos (ADN, ARN). Se les llama también virus lentos, pues tienen un período de incubación muy largo. Sí se sabe que provienen de una proteína modificada que es producida por el gen PrP.D.
Ong ADDA -Octubre 1996
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