Asesinato de un perro vagabundo

ADDAREVISTA 45

Redacción. Abril 2012.—El pasado día 3 de abril de 2012, La Vanguardia lanzaba la noticia, recogida más tarde por la emisora ABC Radio de Barcelona. En un pueblo de la provincia de Lleida, Torà, un perro vagabundo, que por lo visto merodeaba por allí hacía unos días y al que habían atado con una cuerda en la calle, fue abatido por el teniente de alcalde en presencia de la alcaldesa. Como con tres tiros de escopeta no hubo bastante, tuvo que rematarlo a garrotazos. No se citan aquí y ahora los nombres, porque los medios de comunicación ya se encargaron de que esta noticia fuese conocida en toda España. Ong ADDA reaccionó inmediatamente y presentó ante la Fiscalía de Medio Ambiente la querella por contravenir el artículo 337 del Código Penal y más tarde dio conocimiento a la administración competente de la Generalitat como violación de la ley de Protección de los animales.

Sirva lo anterior como un hecho que seguirá su proceso judicial, pues aunque los hechos son flagrantes se tiene que considerar que se halla en la fase de presunción. No obstante, de este caso lo que interesa es por qué se ha producido. El mundo rural —salvo honrosísimas excepciones— se halla lamentablemente muy alejado del respeto y bienestar que merecen los animales, como otros seres sensibles que son capaces de sufrir. Muchos perros están en poder de los cazadores que los utilizan como meras herramientas. Ni saben ni les interesan los cuidados que ellos merecen y las normativas proteccionistas a que les obligan las variopintas leyes de protección diseminadas por toda la geografía española, que si en algo enfatizan es en las atenciones al perro y al gato.

Tampoco en las pequeñas poblaciones, sus entes locales acostumbran a prestar poca o nula atención en el cumplimiento de las normativas, ni tan solo mínimamente proteccionistas. Si existen albergues, quienes los dirigen son vistos como una carga, pues por lo general «siempre les están pidiendo dinero». En cambio, muchos de los ayuntamientos no tienen inconveniente en firmar sustanciosos contratos de prestación de servicios a empresas que se encargan de «limpiar las calles», como una más de sus labores, tales como desparasitación, desratización, control de poblaciones de palomas, etc. Y es que el peregrinar de las protectoras resulta ser una de las tareas más arduas e incomprendidas que existen. Nótese que las más bárbaras fiestas con tormento de los animales están alejadas de las grandes poblaciones españolas. Ubicar algunas de ellas en Madrid, Barcelona, etc., resultaría increíble. Significa lo anterior la desigualdad de criterios existentes y, consecuentemente, la dificultad de la implementación de las leyes de protección animal. Hay que permeabilizar a la población y para ello es imprescindible la concienciación y la educación. Un trabajo que por ahora resulta lejano y difícil de llevar a cabo. Por esto, ejemplos tan lamentables como los que aquí se relatan han tenido un efecto de aviso y toque de atención que ayudarán a dar un paso significativo para dar a conocer y recordar que existen leyes que han de cumplirse y valores éticos que cada día la ciudadanía aprecia más. Sirva el crimen de este pobre perro que con su horrible muerte se ha convertido en un símbolo, correspondido por la solidaridad de la ciudadanía que ha reaccionado al unísono.


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