Cacas en la calle. Línea dura - Redacción

ADDAREVISTA 26

La inmensa mayoría de perros están en las ciudades, debiendo sus poseedores sacarlos al menos tres veces al día a fin de que puedan hacer sus necesidades y ejercicio si están en pisos. En una ciudad el: amor, respeto, indiferencia, asco u odio, por los animales de compañía depende de cada ciudadano y cuando quien los pasea no recoge los excrementos, además de resultar una pésima conducta higiénica, produce un natural rechazo en el resto de los ciudadanos. Se están haciendo campañas informativas indicando la obligación de recoger las cacas para depositarlas en lugares dispuestos para este fin, aunque muchos ayuntamientos -casi la totalidad- no disponen de receptáculos ex profeso; algo que el Londres, por ejemplo, está resuelto desde hace años. Es común ver, todavía, las aceras ensuciadas, con peligro para los peatones, y que este mal comportamiento de los poseedores no hace más que dificultar toda la paciente labor de los protectores y defensores para que estos animales sean aceptados plenamente por la totalidad de la ciudadanía; sean o no proclives a ellos.

Este hecho, bastante corriente en España aunque ya últimamente se observa una conducta mucho más concienciada, por lo contrastado, también ocurre en Francia y concretamente en la población de Perpignan, en donde su ayuntamiento ha iniciado una importante campaña anunciando el fin de la tolerancia y que van a atajar el problema a golpe de multa: “la multa una nueva fuerza de disuasión”, “sentimos tener que llegar hasta esto”, “no a las deposiciones de los perros en la ciudad”, “ciudad limpia”.

Lamentablemente, en muchas ocasiones el temor a una sanción es la única forma de hacer cumplir lo dispuesto. Un claro ejemplo: en España sucedió con la utilización del casco en las motocicletas –algo que tan sólo iba a favor del usuario-, pues a pesar de la prohibición de no llevar el casco, poca gente hizo caso. Cuando se empezó a multar, inmediatamente se creó conciencia de esta necesidad. Ahora, llama la atención ver a un motorista sin esta preceptiva protección. Esperemos que con los excrementos de los perros ocurra lo mismo sin tener que llegar a medidas extremas.

 

Ong ADDA   -Enero/Junio 2003


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