Los zoológicos - Profesor Jean Claude Nouet

ADDAREVISTA 11

Jean Calude Nouet es profesor en la Facultad de Medicina Pitié Salpétrière. Médico especialista en histología, embriología y citogenética, es un ardiente defensor de los animales y lucha desde hace años para que el estatus animal no sea el de mero objeto a la disposición del hombre. Como Presidente de la LIGA FRANCESA DE LOS DERECHOS DEL ANIMAL, denuncia la explotación de los animales en los zoos, en nombre de una pretendida salvaguardia de la naturaleza y está convencido que la salvación de las especies no puede pasar sino es por la indispensable preservación de los espacios naturales. Responde en esta ocasión a las preguntas que le hace la revista francesa Nature.

¿Cuál es su concepto sobre la protección de las especies animales?

No me gusta el término de “protección” que implica la superioridad del “protector”. Se protege al que esta debajo. Prefiero la “defensa” de los animales a la “protección” o la “conservación de la naturaleza”. El hombre no tiene que conservar la naturaleza, lo que tiene es que preservar su porvenir. La defensa humanitaria de los animales, a la que se dedican las sociedades zoófilas, considera generalmente al animal como individuo. De su lado, la preservación de la naturaleza se dirige a considerar a los animales a nivel de las especies, de forma que enfocar la salvación de los animales en vías de desaparición, no se limita a coleccionar algunos individuos, sino que pasa, necesariamente, por preservar la especie. La especie no puede ser definida bajo criterios de anatomía, de fisiología, de reproducción: esta aproximación resulta anticuada. La especie animal debe ser considerada como una población, que tiene estrechos contactos con el medio natural a través del cual expresa su comportamiento.

Dicho de otra forma, el interés por la salvación de las especies amenazadas de desaparición no debe partir de la sola visión de una zoología anacrónica, sino con la óptica de la etología, de la ecología y de la genética.

¿Esta definición científica de la “defensa animal” implica que solo pueden destacarse en ella los especialistas?

No es obligatorio. Sin embargo la preservación de las especies necesita de un sólido conocimiento de estas disciplinas, y la discusión a este respecto se sitúa en un terreno científico. Este es el drama de los parques zoológicos, al menos en Francia; en ningún caso sus prácticas habituales, sus conceptos, sus acomodamientos pueden resistir la crítica científica y, lo que es aún peor, los responsables de estos establecimientos no han recibido la formación científica y un alto nivel profesional que es, por completo, indispensable.

Esto es una réplica en contra de los zoos. Sin embargo ¿no contribuyen los zoos a sensibilizar a la gente sobre la noción de protección animal?

Artificialmente y de manera ilusoria. Exhibir a un animal en cautividad se contradice con la idea de un ser vivo dotado de pensamiento, de sensibilidad, de libertad, de especificidad. Los zoos engañan la percepción del niño y provocan en él la imagen del “animal objeto” completamente contraria a los principios de respeto hacia la naturaleza y de la vida bajo todas sus formas. Principio que además, esta explícitamente mencionado en los programas de la enseñanza pública.

Un niño que, de repente descubre a una jirafa o a un elefante percibe una emoción real de la belleza y el exotismo de estos animales: ¿no es esto educativo?

Esto es, precisamente, el argumento que esgrimen los zoos para justificar una colección sobre la posesión del máximo de especies diferentes, aunque para ello se tengan que comprar las especies más raras o provocar que estas tengan que ser capturadas de la naturaleza. Lo que el niño observa en el zoo le orienta en una falsa idea de la naturaleza: las especies están amontonadas, los animales de Asia están al lado de los animales de Africa, los del Polo Sur son vecinos de los del Polo Norte, y las especies tropicales están mezcladas con las especies de países fríos. El niño saca la errónea conclusión de un revoltijo desordenado que es la negación de la zoología. Si se habla de educación es mucho más preferible que ésta se reciba a través de los documentos filmados o audiovisuales que muestran la vida tal como es en su propio hábitat.

Lo que el niño percibe a través de los animales que están prisioneros en los parques zoológicos es completamente diferente a lo que no enseña el animal libre. Se le incita a observar los comportamientos patológicos de las prisiones: el elefante que se bambolea balanceando incansablemente la trompa, el oso que se levanta sobre las dos patas para pedir cacahuetes, la fiera que va y viene en la jaula y todo lo que se puede ver, del mismo estilo, en cualquier zoo, demuestra que los animales tiene un comportamiento anormal, errático, provocado por la cautividad.

¿Y como podría ser de otra manera sabiendo que el comportamiento natural y normal de un animal es el resultado del patrimonio genético de la especie en su medio ambiente?

Esta adaptación nunca se puede obtener, evidentemente, en cautividad, incluso aunque el animal haya nacido cautivo. Porque su patrimonio genético no puede manifestarse de la forma que lo haría en libertad. Los animales salvajes, cuya especie se diferencia por un cierto biotipo, no están hechos para vivir en cautividad. ¿Por qué se les impone la pena de encierro a perpetuidad como si penalmente estuvieran condenados? ¿Para distraer a nuestros hijos? ¿Es que el hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa?

¿Condena Ud. También a las reservas, también llamadas safaris, que permiten dar a los animales una semi-libertad?

Estas reservas o, mejor dicho, estos depósitos, fueron iniciados hace unos veinte años, por propietarios terratenientes a la búsqueda de fuertes ingresos. Concebidos en principio, para facilitar más sitio a los animales, en realidad lo único que hacen es evitar que el visitante perciba la visión del espectáculo del encierro. Pero un cercado es siempre un cercado y la superficie que se ofrece a los animales no tiene nada que ver con los espacios para los cuales están hechos. Además las jaulas existen entre bastidores. Y este modo de presentación no ha mejorado en nada la patología de los animales.

¿Los veterinarios no desempeñan un papel importante?

Un veterinario integrado a un parque zoológico, lo que demuestra es que los animales están enfermos. Su papel es, además, muy ambiguo. Tiene que cuidar a aquellos animales a los que la cautividad los pone enfermos, o a los que la prisión los vuelve locos. O aquellos animales que, en su medio natural, serían eliminados por el bien y conservación de la especie.

A este respecto recuerdo una Comunicación con motivo de una reunión internacional sobre el medio ambiente en 1976, el resultado de un estudio comparativo entre la patología del hombre en un medio carcelario (el estudio se realizó en la cárcel de Fresnes) y la patología de los lemures encerrados en el centro de crianza de Jean Jacques Petter. Los resultados resultaron ser impresionantes: Se encuentran exactamente las mismas enfermedades que atacan a la misma cantidad de individuos y, además, con la misma frecuencia: enfermedades digestivas, cutáneas, respiratorias y cardiovasculares, trastornos del comportamiento. Este estudio da mucho significado respecto a la responsabilidad directa provocada por la cautividad y el estado permanente de estrés que ésta produce.

Los parques, ¿son causa pues de una contra-selección?

Desde luego, y por dos razones. La primera es que todo está encauzado para que los animales continúen viviendo, aunque normalmente no lo harían teniendo malformaciones o anomalías. La segunda es que en los espacios artificiales y confinados de los zoos, sean los que sean, no existe ninguna competición selectiva, ni alimenticia, ni sexual, ni territorial. No existe ninguno de los enfrentamientos a través de los cuales, en la naturaleza, se contribuye a la selección de los individuos que han de mantener el carácter de la especie.

Preservar la especie es sin embargo el argumento principal de los zoos.

Este argumento se lanzó hace unos diez años, ante el fracaso de las justificaciones recreativas y educativas, al mismo tiempo que los cazadores proclamaban ¡su monopolio de protección a la naturaleza! Es con esta coartada científica que se han hundido la mayoría de los directores de zoos, que no tienen ninguna noción de lo que esto representa en la realidad y sobre la cual no han recibido formación alguna. Un papel científico tan complejo no se le puede reconocer a una persona incapacitada. Cada cual en su oficio. El de director de zoo es el de gestionar honradamente el negocio consistente en instalar a los animales en condiciones correctas de confort, de higiene y alimenticias. La genética formal, la genética de las poblaciones, la etología, la ecología, no se inventan. Son ciencias de alto nivel que se asumen primero y se practican, después, con el paso de los años.

Pero los directores de los zoos ¿no vigilan la genética? Pues regularmente proceden a hacer intercambios con otros zoos.

Si, se limitan a hacer intercambios para mezclar la sangre, según sus propios términos, concepto altamente científico de la genética, como se ve. Ya que hablamos de genética, que es precisamente el factor esencial de la conservación de las especies, hay que explicar que los zoos no pueden tener ningún papel en este dominio. Al contrario: en la naturaleza, es decir en las poblaciones abundantes de gran número de animales, se produce por una parte una emulación entre los individuos, que favorece a los que son portadores de los mejores genes y por otra parte, una vasta mezcla de la totalidad de genes, llamada panmixia, dirigida completamente por el azar: la unión de las dos mantiene la fijeza genética que caracteriza a la especie, con pocas variantes. Variantes que podrían compararse a pequeñas olas sobre el agua, gracias a las cuales los animales de la misma especie son a la vez idénticos y diferentes.

En una población con un efectivo reducido, resulta todo lo contrario: escoger pareja es muy limitado, incluso inexistente. La mezcla genética se ve muy reducida y se produce un circuito cerrado, a esto se le llama endomixia, la cual no puede mantener la constancia genética. Las variaciones no están amortiguadas por una mezcla general, se amplifican de manera que los caracteres se multiplican y en cambio otros desaparecen. La especie pierde su fijeza y se modifica bajo el efecto de una derivación genética ineluctable. Reducir el número de individuos es anticipar el patrimonio genético de la especie. Y hay que constatar que los zoos poseen las condiciones ideales de una endomixia, es decir, una degeneración genética, que tiene como consecuencia, y a corto plazo, una verdadera modificación de la especie. Rechazo de los zoos el derecho de reclamar la conservación de las especies.

El Retorno Imposible. El argumento de la conservación de las especies, ¿puede justificarse por la reintroducción de animales a la naturaleza?

Naturalmente que si, ya que es con este objetivo que serán salvadas las especie. Y no, espero, el de conservarlas cautivas. Se ha comprendido que no se puede salvar una especie solo porque se protege a unos cuantos individuos. El número de animales debe ser el suficiente para que conserven su comportamiento competitivo. Lo esencial es conservar sus territorios naturales, ya que es únicamente en ellos que la especie puede desarrollarse con toda su potencialidad.

Pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones. La reintroducción a la naturaleza es un asunto muy complejo y los que lo han intentado han tenido muchos fracasos. Los animales no son objetos. En muchas especies el comportamiento es el resultado de un aprendizaje adquirido junto a sus padres o sus semejantes. El hombre no podrá nunca ser el educador de un animal salvaje, y particularmente del que debe sustentarse por si mismo y que debe cazar para comer.

Recordemos las tonterías cometidas hace unos años: se soltaron en Africa varias decenas de leones nacidos en cautividad, murieron de hambre o los mataron porque ¡iban a los pueblos para buscar comida! A esto hay que añadir el obstáculo de las modificaciones genéticas provocadas por las endomixias, que impidieron totalmente la integración de tales animales en una población intacta.

Usted habla de resultados: los zoos se enorgullecen de numerosos nacimientos.

“Numeroso” es un término subjetivo. Yo quiero cifras. Además los nacimientos, aunque sean numerosos, no significan una reproducción: no confundamos las palabras. Para tener sentido la reproducción de una especie debe también comprender el crecimiento de los nuevos individuos, hasta el momento en que lleguen a la edad de la reproducción. La natalidad debe ser mayor que la mortalidad. Si no, la reproducción no significa nada y los nacimientos tampoco. Para empezar se tendría que saber que ocurre con los recién nacidos de los cuales se nos habla con ternura. Se desconoce hasta que punto su vida es muy frágil, ya sea porque la madre los rechaza, o los mata o, simplemente porque sucumben a una enfermedad. Por algunas especies que se reproducen en cautividad, por ejemplo el león, el lobo y el babuino, hay cientos que perecen y precisamente son aquellas que forman parte de las que están más amenazadas.

Sin embargo, al parecer, existen especies reintroducidas.

Las únicas especies reintroducidas son cinco: el bisonte de Europa, el eryx de Arabia, la oca de las islas Hawai, el caballo Przewalski y el ciervo del padre David, ¡todas especies herbívoras!. Lo que no se sabe es que estas especies no han sido salvadas en zoos sino en criaderos científicos, especialmente concebidos y disponiendo de grandes espacios regidos por especialistas y apartados de la visión del público. Nada tiene que ver, pues, con los zoos, no hay que mezclar los géneros.

La reintroducción del buitre leonado realizada en Francia, todavía no es un éxito definitivo: estas aves se alimentan de cadáveres que el hombre les trae, ya que no encuentra cadáveres “naturales”. Pero por lo menos esta reintroducción demuestra que para salvar a una especie hay que situarla en su medio natural.

Hay, pues, que dejar a la naturaleza evolucionar sola sin intentar parar el proceso de la desaparición de las especies?

A nuestros ojos la naturaleza no evoluciona, somos nosotros los que la destruimos a toda velocidad. Nuestro deber es el de parar esta destrucción y rectificar si es que aún estamos a tiempo. Principalmente con las especies animales. ¿Y por qué? , no precisamente para transmitir un patrimonio natural a nuestros hijos, ya que esta idea de “patrimonio natural” resulta chocante.

La naturaleza y los animales no son de la propiedad del hombre. Nosotros somos, solamente, unos inquilinos de la Tierra, exactamente como todas las otras especies vivas y nada nos autoriza a “transmitirlas” a los niños como lo haríamos con una colección de sellos.

¿Por qué hay que impedir la desaparición de las especies? Precisamente para que ocupen la tierra como lo hacemos nosotros, porque la desaparición de las especies e incluso de una sola especie, compromete el equilibrio biológico general y la existencia misma de la vida basada en la diversidad de las especies y su complementariedad. Las especies existentes no son más que las intermediarias entre las especies pasadas y las que han de venir, y hacer desaparecer brutalmente a una de estas especies, como el hombre se permite hacer actualmente, es tanto como intervenir de manera grave en la evolución futura de la vida.

Esto a mis ojos, y no soy el único en pensar así, es cometer un crimen de lesa evolución.

Pero entonces como preservar las especies hoy en día?

Primero, pongámonos de acuerdo sobre la definición de la palabra especie. Pasemos de la definición individualista que no tiene en cuenta más que la anatomía y la fisiología. La definición pluralista que añade la capacidad de reproducirse, es también insuficiente. La una y la otra están anticuadas porque son definiciones estáticas. Considero a la especie como un conjunto de individuos semejantes y fecundos entre ellos pero también interrelacionado con el medio ambiente. Esta definición dinámica de la especie comprende todo lo que es comportamental: relaciones sociales intra-específicas, interespecífica. Resumiendo, el conjunto de las relaciones que une a la especie con el medio en el cual se encuentra diferenciada.

¿Qué implica en la práctica esta nueva aproximación ecologista?

Dado que se trata de la unión de la genética y del medio ambiente, es evidente que para salvaguardar a las especies, lo que falta y basta es salvaguardar los espacios. Falta preservar unos hábitats suficientes para que se puedan poner en juego la selección natural, y pueda desarrollarse el programa dictado por el patrimonio genético de cada especie.

Pero, ¿cada vez hay menos y menos espacio de vida que preservar?

Si, y volvemos al centro de todas las cuestiones ecologistas; es decir a la depredación del planeta por el hombre. Esta irresponsable explotación es la causa de todos los problemas: polución del agua, polución del aire, deforestación, efecto invernadero, enrarezimiento de la capa protectora de ozono, y desaparición de los animales de los que masacramos especies enteras acaparándoles, poco a poco, el territorio, hasta que la vida les resulta imposible. No obstante, quedan todavía bastantes superficies para que cada especie pueda disfrutar en paz de su libertad y de su territorio. Pero, estamos, ya, aproximándonos a los últimos límites. Corremos hacia la catástrofe si llegamos más lejos.

¿Se puede aguardar, razonablemente, un cambio de actitud?

Para ofrecer el máximo de posibilidades a la preservación de las especies no se tiene que pensar con los parques zoológicos ya que reúnen todas las condiciones para el fracaso. Antes de todo debemos preservar, absoluta y firmemente, los espacios naturales. Y si estos son de difícil logro deben localizarse hábitats, alejados del público, que reúnan las características más parecidas a las naturales de cada especie. Estas son las únicas soluciones posibles o válidas. Cuando yo entiendo que se refieren a la preservación de las especies con la noticia del nacimiento de: un tapir, un oso o un gorila; o cuando me entero que las focas monje deben ser capturadas para ser trasladadas a una enorme piscina de cemento en la Costa Azul, detesto a estos impostores que abusan de la confianza científica.

¿Quién puede tomar decisiones para orientar la preservación animal en este sentido?

No pueden ser otros que los gobiernos o tratados internacionales. El máximo esfuerzo debe ser puesto en práctica para preservar los hábitats. Si los territorios en cuestión pertenecen a unos países que no tienen recursos financieros para asegurar esta política común, deben, entonces, la comunidad internacional tomar las decisiones de compensatoriedad. Una autentica voluntad puede, perfectamente, dar buenos resultados. Por el momento esto no ocurre: cada país actúa individualmente. Las especies de caza que están protegidas en los países del Norte de Europa, pueden ser matadas en nuestro país. Las ballenas siguen siendo, obstinadamente, arponeadas, y el CITES, destinado a la conservación de las especies, esta siendo, cada día, más burlado en todos los países. Ahora bien, si las naciones toman conciencia de la importancia y de la gravedad de esta cuestión, todo esto se podría arreglar fácilmente.

El papel de su asociación, ¿es la de hacer evolucionar las mentalidades? ¿piensa conseguirlo?

Si, porque es una idea muy generosa; y las ideas generosas acaban siempre por tener éxito. Es un tema de información y sobretodo de educación de los niños. Y la consecuencia será, inevitablemente, el compromiso.

En el tema específico de los zoológicos hemos recomendado que sean reemplazadas por unas granjas de animales domésticos, que permitan a los niños tener contactos mucho más enriquecedores con el animal: hemos podido conseguir del Ministerio Nacional de Educación dos cosas muy importantes: en primer lugar, una recomendación para no entrar en las escuelas los zoos itinerantes, con animales que van de una ciudad a otra. Y en segundo lugar, la promesa de la Dirección General, para su difusión, del articulado de los Derechos Animales.

(Artículo aparecido en la revista Nature Francia).


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