La tortuga marina: doscientos millones de años - Manuel Cases

ADDAREVISTA 6

Uno de los animales más antiguos, enigmáticos y desconocidos de la tierra, con grave riesgo de desaparición, son las siete especies de tortugas marinas que pueblan nuestros mares y océanos. Año tras año, durante doscientos millones de años, estas tortugas emergen de las aguas para culminar su ancestral rito de maternidad y depositar el fruto, que las perpetúa, en la arenosas playas de la tierra.

En la oscuridad de la noche y con gran esfuerzo deslizan lentamente sus grandes y pesados cuerpos en busca del lugar apropiado para iniciar su puesta a una distancia segura de la marea alta y, afanosamente, excavan los agujeros que pueden llegar a unos sesenta centímetros de profundidad, mientras sus ojos empiezan a verter gruesas lágrimas. Una vez dispuesto su nido, inicia el doloroso trance de la puesta; esfuerzo enorme que provoca en algunas de ellas la muerte. Al finalizar cubre con arena los huevos y la apisona con la corteza de su cuerpo. Cuando toda la operación, de aproximadamente una hora, termina, regresa de nuevo al mar y se reúne con los machos que nunca abandonan el agua mientras las esperan. En un intervalo de doce días puede que vuelva a repetir la puesta de dos a cuatro veces. En la misma costa se producirá el nuevo apareamiento con los machos y su próxima maternidad se producirá, de nuevo en la misma playa, al cabo de dos o tres años.

La labor de incubación de los huevos queda a cargo del calor del sol y tendrá lugar su eclosión —según la especie— entre 30 y 70 días después, la misma noche, para todos y al unísono. Y, como un ejército, se dirigirán hacia el mar. Son muchos los riesgos y amenazas que han de vencer hasta que puedan alejarse hacia mar adentro. Pero si logran sobrevivir, al llegar a adultas en el momento de consumar su maternidad regresarán a la misma playa de su nacimiento. Para que esto suceda —y éste es el gran enigma—han de recorrer hasta dos mil kilómetros de distancia y, todavía hoy, se desconoce con qué sentido de orientación, o fuerza desconocida, surcan el mar hasta dar, con exacta precisión, con el mismo lugar y el mismo rincón de playa.

Esta maravilla prehistórica, de la que se desconoce prácticamente todo, se encuentra peligrosamente amenazada y su número descendiendo de año en año. Uno de sus peores riesgos es el ser atrapadas en el momento más crítico de su vida: cuando, reunidas, se dirigen en enormes grupos hacia la playa. Momento en que «el gran depredador» aprovecha para darles caza con objeto de servir de elemento culinario o, como en el caso de la tortuga Carey, para fabricar con sus caparazones lujosas monturas y «souvenirs». Los cartílagos —su parte más apreciada para la sopa— supone una mínima parte de su cuerpo para una matanza de miles de ellas.

Su forma de captura y sacrificio, en algunos países orientales, especializados en este plato, se realiza de forma trágica y dolorosa: en vivo se les corta la carne para que conserve un mejor sabor, o son sumergidas en agua hirviendo a fin de que la concha se separe con mayor facilidad del cuerpo.

LAS TORTUGAS DEL MEDITERRANEO

Dos, de las cinco especies, pueden encontrarse en el Mediterráneoy nidifican en algunas costas de este mar: la Tortuga Boba (Caretta Caretta) y la Tortuga Verde (Chelonia
Mydas). La Verde habita, también,en el Atlántico y es una de las mayores de su especie pudiendo alcanzar la longitud de un metro y unpeso de 250 kgs.; aunque se conocen ejemplares de hasta 1,40 metrosy 450 kgs.

La Tortuga Boba (Caretta, Caretta) es, quizás, la más popular y conocida de nuestros litorales por ser la más común. A pesar de hallarse protegida y haber sido declarada en peligro de extinción, muchos factores están repercutiendo negativamente en la supervivencia de este quelonio. La destrucción de la flora y fauna del litoral de la cual se nutre, la contaminación, la expansión urbanística que ha ido usurpando sus playas de nidificación, las fáciles captura en el tiempo de su puesta, las que quedan atrapadas en las artes de pesca o la muerte por cúmulo de residuos tóxicos almacenados en sus organismos, están diezmando constantemente su población. En la isla griega de Zakynthos, uno de los más importantes puntos de puesta del Mediterráneo, el avance incontrolado del turismo en forma de: hoteles, edificios, bares y restaurantes está, una vez más,
amenazando a la especie Caretta Caretta y los mismos voluntarios que cuidaban de su conservación fueron atacados por personas ligadas al turismo, siendo necesario su ingreso inmediato en el hospital. Todo ello ante la mirada indiferente de las autoridades griegas.

A pesar de la prohibición de la caza, comercio, tenencia y consumo de estas tortugas, es frecuente comprobar como se sigue practicando: en determinadas localidades pesqueras se les da caza, o, simplemente, no se cumple con la obligatoriedad de devolverlas al mar cuando han quedado apresadas en las redes. Aunque no figura en la carta de los menús en algunos restaurantes, se supone, continúa cocinándose extraoficialmente. El pasado mes de abril se decomisaban en Barcelona 54 tortugas muertas, conservadas en cámaras frigoríficas de una empresa comerciante de pescados.

Una especie que ha logrado perpetuarse durante cientos de millones de años, en sólo unas décadas —lo que representa un grano de arena de una playa—, está abocada a la extinción. Y es que el enorme progreso tecnológico y social de los últimos años, con su capacidad de creación y destrucción, está colocándonos en situaciones extremas frente a la Naturaleza, mucho más sabia que el mismo hombre, y de la cual formamos parte inseparable aunque muchos necios lo desconozcan, olviden o no lo quieran saber. Decía
hace poco el ministro británico de medio ambiente: «seamos respetuosos con la Naturaleza porque sino, la Naturaleza se vengará de nosotros». Y la venganza está al caer.


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