Los reptiles como animales de compañía y su comercio - Kepa Tamames y Patxi Heras.

ADDAREVISTA 6

Aunque la imagen de una tortuga como mascota de un niño no es algo nuevo, la venta de reptiles como animales de compañía es relativamente reciente en nuestro país. Sin embargo, la tenencia doméstica de reptiles, como la de otros animales domésticos exóticos, cuenta con una trayectoria más antigua en otros países europeos porque parece obvio que está de moda, como otras costumbres extravagantes, va pareja con un poder adquisitivo que se corresponde con un alto nivel de vida. La búsqueda de la originalidad y de emociones diferentes también ha llegado al campo de los animales de compañía de forma que los comerciantes de animales y mascotas, siempre atentos a la demanda del consumidor, han visto la rentabilidad de ampliar su mercado a unos animales que la mentalidad popular tiende a rechazar en base a unos impulsos instintivos.

Conviene dejar bien claro qué es lo que debemos entender por «animal de compañía», pues resulta evidente que no todos los animales son adecuados para vivir junto al hombre. En un principio, un verdadero animal de compañía es aquél cuya vida es difícil de imaginar sin la protección y los cuidados del hombre, como pueden ser perros y gatos, ciertas aves como canarios y periquitos, hámsters y cobayas y muy pocos más. Además, un verdadero animal de compañía debe poder reproducirse fácilmente en cautividad y, para llegar a nuestro lado, jamás debe ser capturado o extraído de su medio natural. También, la relación hombre-animal debe ser satisfactoria y beneficiosa para ambos y no sólo ha de ser el hombre el único favorecido por la convivencia. Para ello es preciso que la vida en cautividad, lejos de su entorno ambiental y de sus semejantes, no produzca en el animal ningún tipo de trauma físico ni psíquico. Finalmente, entre una persona y su animal de compañía debe establecerse una mutua relación afectuosa, de verdaderos amigos que se necesitan, y para ello es imprescindible que el animal sea capaz de desarrollar una vida afectiva a un nivel como la entendemos los humanos. Así que, según todo esto, se hace difícil considerar a una serpiente, un lagarto o una tortuga idóneos para convivir con nosotros en nuestros hogares.

Pocas personas, especialmente si no están sensibilizadas o interesadas en el tema, se paran a pensaren el proceso que siguen los animales exóticos para llegar a nuestras
casas. Según los datos que ADDA-Euskadi ha podido obtener y en elcaso concreto de los reptiles, son la captura directa y la cría en cautividad las dos vías para conseguirlos. En el primer caso, existen verdaderas redes organizadas que tienen enlos nativos del lugar a sus mejores aliados. Estos, a cambio de dinero,capturan unos animales cuyas costumbres conocen bien. A menudose trata de especies protegidas, bien por el país de origen, bien por convenios internacionales que regulan el tráfico de un buen número de ellas. La captura de los animales en  su medio natural ocasiona la destrucción de muchos otros que «no interesan», así como del habitat donde viven. A este repudiable procedimiento hay que añadir las penosas condiciones de transporte hacia los países receptores, lo que provoca que gran cantidad de animales mueran, antes de alcanzar su destino, en los aviones, en las sórdidas bodegas de los barcos, hacinados en sacos o apilados en cualquier sitio.

En el caso de la cría en cautividad, parece que es cada vez mayor el número de especies en las que se consigue su reproducción. Pero en numerosas ocasiones, se utilizan para ello métodos no precisamente naturales, como la hormonización y se recurre a cualquier sistema que fuerce la reproducción. En este sentido, existen casos como el relatado por el duSño de una pajarería de Vitoria, según el cual este año parece que no se van a suministrar tortuguitas de Florida, pues su cría en cautividad se ha intensificado de tal forma que han aparecido enfermedades provocadas por el hacinamiento y por la alta consaguinidad resultante de la reproducción forzada.

Los animales que consiguen llagar a su destino son adquiridos por gente que en la mayoría de las ocasiones desconoce su biología y mínimas necesidades. El cliente es frecuentemente engañado por el proveedor, quien hace hincapié en los escasos cuidados y fácil mantenimiento que supuestamente requieren estos animales.

En general, mantener un reptil exótico en casa, con unas condiciones óptimas, supone un desembolso económico mayor del que cabría esperar en un principio, dado que la lista de «accesorios indispensables» para la mascota se hace cada día mayor. Esto provoca la cada vez más frecuente suelta de los animales en la Naturaleza, en un medio totalmente inadecuados para ellos y con las gravísimas consecuencias ecológicas que de este hecho pueden derivarse. Uno de los casos más llamativos que ha salido a la luz es el que hace referencia a la venta de jóvenes cocodrilos en los Estados Unidos, fruto del snobismo. Estos animales, adquiridos cuando aún son muy pequeños, al crecer empiezan a ocasionar verdaderos quebraderos de cabeza a sus dueños, quienes en muchos casos no han tenido mejor idea que deshacerse de su compañero mediante el expeditivo método de echarlo al inodoro y tirar de la cadena. Los reptiles consiguen sobrevivir, se alimentan en las cloacas de ratas y desperdicios. Por este motivo, son cada vez más frecuentes las noticias que dan cuenta de la horrible experiencia del pocero de turno que tiene que salir huyendo de un grupo de cocodrilos con no muy buenas intenciones. Una escena tan cómica como preocupante.

Más cercano a nosotros está el caso de la adquisición de las familiares tortuguitas de Florida antes aludidas. En la mayoría de los casos acaban en cada como consecuencia de un capricho infantil pasajero y son condenadas a vivir el resto de sus días en una tortuguera cutre, palmera de plástico incluida. Muy poca gente sabe que, si las condiciones lo permiten, estos animales alcanzan un tamaño considerable (20 o 25 cm de longitud) con lo que caso de haberles dado las atenciones necesarias para su total desarrollo, nos veremos obligados a montar un gran acuaterrario. Pero dado que estos quelonios son originarios de zonas tropicales, necesitan para desarrollarse de agua templada, de rayos solares directos, de un aporte de calcio y de otros cuidados más que casi nunca reciben. Por ello, acaban muriendo, con su concha reblandecida por la descalcificación, a los pocos meses, víctimas de alguna de las muchas dolencias a las que son vulnerables en cautividad, después de llevar una penosa existencia.

Hay que decir que no todos los reptiles que pueden encontrarse en las tiendas son de lugares lejanos al nuestro. Existe lo que podríamos llamar un «comercio interior». Este tráfico se nutre especialmente de tortugas y camaleones, aunque se llega en ocasiones a la venta de ranas o tritones autóctonos.

En la Península Ibérica existen dos especies de tortugas de tierras y otras dos de galápagos o tortugas acuáticas, mientras que hay una especie de camaleón. La situación de las tortugas terrestres ibéricas es preocupante, ya que sus poblaciones se limitan a unas zonas muy concretas de la España mediterránea. Los camaleones, por su parte, tienen en la Península Ibérica un área de distribución restringida a unos pocos lugares del Sur de Andalucía y corren un grave riesgo de extinción. Las grandes amenazas para estos reptiles son la destrucción de su habitat y el comercio de mascotas.

Todas estas especies están protegidas por la ley, pero esto no impide que a nuestras ciudades lleguen cargamentos de tortugas que intentan ser distribuidas por los establecimientos de venta de animales. Estos ejemplares suelen ser capturados en el Sur de la Península Ibérica o en Marruecos por comerciantes sin escrúpulos o turistas.

Por todo ello, ADDA en Euskadi realizó el pasado año una campaña de concienciación para con este tipo de comercio. Se consiguieron reunir varios ejemplares de tortugas y galápagos autóctonos de la Península Ibérica y fueron enviados al Parque Nacional de Doñana para su puesta en libertad. Es una campaña que se quiere continuar este año con un nuevo envío de animales, paralelamente a una invitación a la gente para que no adquiera animales de compañía no adecuados.


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