Brigitte Bardot

ADDAREVISTA 41

Podría iniciarse este relato completando el encabezamiento. Algo así como: Brigitte Bardot la brava, la genuina, la autentica, la única, la irrepetible… En todos los sentidos: como actriz, como modelo, como cantante, como sex simbol y como animalista. Son tantos los calificativos que su vida proporciona que lo más ajustado es dejarlo en su simplicidad: Brigitte Bardot. Con su nombre es más que suficiente.

Brigitte nació en París en una familia burguesa y tradicional el 27 de septiembre de 1934 —recordad esta fecha para felicitarla—. Tiene actualmente 76 años. Hija de Louis «Pilou» Bardot y de Anne-Marie Mucel. Los padres de Brigitte, por sus reacciones respecto a su fastuosa hija, debieron estar siempre muy unidos pues como se verá el rigor y el cuidado respecto a las buenas costumbres de su tiempo fueron muy estrictos durante su infancia, con lo que se llevó con rigor su educación y posteriores devaneos de juventud. ¿Qué debió pensar su riguroso padre, persona severa pero sensible, que años más tarde vería cómo su apellido Bardot tendría una resonancia que daría la vuelta al mundo? Porque Brigitte, una persona coherente desde el principio, no se cambió su nombre por otro artístico, algo común en el mundo del espectáculo.

De jovencita asistió a clases de danza y fue aceptada en el Conservatorio de la Ópera Nacional de París donde permaneció poco tiempo pues —empezó a aparecer su carácter— se sentía incómoda con los convencionalismos arraigados de tan antigua y prestigiosa institución. Empezó a posar para revistas, especialmente de moda, como Elle, Le Jardin des Modes y también para Paris Mach. Todo ello con la vigilancia y el permiso de sus padres que lo permitían «siempre que no cobrase por ello».

Su primer amor fue Roger Vadin, «algo que para una mujer es muy importante», que era seis años mayor que ella. Vadin fue primero actor de teatro y más tarde realizador y director de cine, consiguiendo su mayor éxito con Et Dieu... créa la femme (1956) que lanzó a Brigitte al estrellato. Su noviazgo fue tumultuoso y la reacción de sus padres resultó ser la que se esperaba. Cuenta ella misma que estando en su casa, su padre puso una pistola en la sien de Vadin y le dijo: «si mi hija no es virgen cuando te cases, estás muerto» y por si fuera poco la madre apostilló: «y si mi marido no te mata, lo haré yo». Sus padres quisieron llevarla a un internado en Inglaterra para separarla de su amado; tenía 16 años, «mi padre contaba las cucharas cuando Roger venía a cenar para comprobar que no se había llevado ninguna». Finalmente se casarían en el año 1952, justo a los 18 años. El matrimonio duró cuatro años.

Brigitte tenía vocación y ganas de actuar y se esforzaba en lo que podía para triunfar, «siempre me preocupo por lo que hago». Poco a poco se fueron abriendo las puertas —su primera película fue en 1952— hasta que Brigitte se convirtió en ¡Brigitte Bardot, BB!, la más admirada, sexy y relumbrante de todas las estrellas del momento. «No tenía ni idea de lo que iba a pasar». Quizá aquellos comienzos que desdeñó en la Ópera Nacional de París dejaron su poso para la futura actriz. Fue tan enorme el éxito de sus películas, algunas de baja calidad como ella misma declararía años más tarde, que dieron la vuelta al mundo. Se dice que BB fue para Francia, en aquellos años 50 y 60, uno de los mayores ingresos en divisas del país. Se creó la «bardotlatría».

A los 22 años ya había participado en doce películas. Comenzó también desde muy joven su estrecha relación con Saint Tropez —Saint Trop para los enterados—. Sus padres habían comprado una pequeña casa, La Madrague, «era un pueblecito en donde todo el mundo se conocía; no había famosos ni nada parecido, era una casa, mi primera casa, no un piso en París. Todos mis animales están en casas, no en pisos». Empieza para ella una vida azarosa entre las películas, los posados, las apariciones en la televisión y un cúmulo de viajes y compromisos. Es escogida como representación de la Marianne francesa, máxima representación de la República, para figurar en todos los ayuntamientos de Francia, la recibe la reina Isabel y Picasso la introduce en el arte contemporáneo. Su visita a Estados Unidos y Latinoamérica produce una verdadera sensación que ninguna otra actriz había provocado. La pregunta de los medios era por qué había tardado tanto en venir a América. Hollywood no quería desperdiciar el filón económico que representaba y trabajó en películas con Kirk Douglas y James Steward siendo doblada a causa de su limitado inglés. Como no podía pensar lo que le iba a suceder, la fama empieza a socavar su libertad. Los paparazzi —los italianos los más agresivos— y los curiosos le hacían la vida imposible y va encerrándose cada vez más en sí misma. «En algunos momentos me sentí como un animal perseguido por los cazadores. Es una de las razones por las que me siento más cerca de los animales que de los seres humanos. Me identifico más con los animales porque en ocasiones he vivido como uno de ellos. Escuchaba el clic de una cámara en lugares en que ninguno diría que había una cámara cerca. En casa tengo que tener las cortinas cerradas».

Cuanto más avanzaba la fama de la Bardot, en su interior más se sentía incomoda con «aquella vida agradable, que es como estar en la cárcel; la fama es el resplandeciente luto por la felicidad». También cierta crítica se cebó de forma encarnizada con ella tachándola tanto de mala actriz, como de mala cantante y de tener una pobre dicción. Con lo único que no se atrevieron fue con su despampanante belleza. Tampoco fue aceptada por una parte de la conservadora ciudadanía francesa —esa durmiente e innata envidia en el ser humano—. Recibía cartas infamantes y tuvo que soportar los comentarios de un público que nunca se apiada de una estrella hasta que fallece. Brigitte, una persona sensible, no podía soportar aquella presión familiar y pública y una noche cuando sus padres junto a su hermana salieron «a mi no me apetecía y me quedé en casa; creo que fueron al cine. Cuando estaban fuera metí la cabeza dentro del horno. Volvieron pronto porque llegaron tarde o la cola era demasiado larga. La casa apestaba a gas. Yo estaba muy mal». Como cualquier cosa que se relacionase con BB fue pública rápidamente. Incluso recibiría una carta que le decía «la próxima vez tírate desde un séptimo piso y habrá una zorra menos en la tierra». Relata en otra ocasión que al coincidir en un ascensor con una mujer que la reconoció, le espetó lo que pensaba de ella y la trató como si fuese una cualquiera. Este hecho se repitió en una escena en el cine que fue fiel reflejo de lo ocurrido.

La tensión que la oprimía continuaba en aumento, «dicen cosas que no he dicho, que he hecho cosas que no he hecho, cuando no hay nada que contar se lo inventan. Siento que ya no soy libre, muchos de los que fueron mis amigos me han traicionado vendiendo historias a la prensa por algo de dinero, diciendo dónde me escondía o cosas que yo les había contado». Ha vivido varios intentos de suicidio que algunos directores, en una clara manipulación, aprovecharon para incluir en las películas que se inspiraban en su propia vida. Una de sus secretarias vendió algunos de sus objetos por 50.000 francos. «Pensé que iba a estallar, quería hacer lo contrario de lo que todos me decían que hiciese. Que me casara de nuevo, que tuviese hijos, que fuese una esposa fiel y todo me parecía tan improbable que me fui al extremo opuesto» ¡Y tanto que reaccionó! En vez de amilanarse ante estas situaciones de estrés extremo siguió adelante y no sólo no hizo caso de lo que podían decir, sino que se mostró desafiante. La Bardot se niega a disculparse por ser bella y sexy; empieza a disfrutar del sol, del mar y… de los hombres, «no soy feminista en absoluto, soy masculinista: me encantan los hombres. Descubrí la vida, descubrí a los hombres, siempre deseando un chico mejor que el anterior, pero no me centraba en nada. Es verdad que tampoco era bueno para mí». Es una de las primeras actrices en pasar de una relación a otra, exprime a sus parejas buscando siempre algo mejor. Sus compañeros de rodaje se convierten en sus amantes y sus amantes se convierten en sus maridos.

Tuvo una relación con Sacha Distel, un famoso cantante y guitarrista de jazz, al que sucedió el actor Jacques Charrier (1926) con el que rodó una película y de quien quedó embarazada a los 26 años. Tuvo a Nicolás, su único hijo; su segundo matrimonio tampoco duraría. El juez concedió la tutela de Nicolás a Charrier quien continuó siempre con su padre. Esta será su última concesión a su familia y a su público. No por ello los medios dejaron de presentar este hecho como la boda del siglo, aunque la criticaron por carecer de sentido maternal. Los paparazzi pagaban fortunas por una ventana o cualquier lugar para lograr una foto. Bardot ya había abortado dos veces en secreto mientras estaba con Roger Vadin. Se vio obligada ahora a seguir con su embarazo al no encontrar un médico dispuesto a realizar la operación a una paciente llamada BB. «No sé nada de mi hijo desde hace años, prefiero no hablar del tema; es muy triste pues es mi hijo. Cuando creció ya nos llevábamos bien con Jacques, pero al publicarse mi autobiografía su padre montó un gran escándalo. Involucró a mi hijo en el asunto y ya no sé nada más de él. No quiero hablar más de este tema». Nicolás se casó en Noruega y es padre de dos hijos.

Su nueva relación fue con Gunter Sachs, un playboy multimillonario alemán. Se casaron en Nevada (Estados Unidos) en lo que se consideró la boda más secreta del mundo. Gunter desplegó, para conquistarla, la más espectacular parafernalia que su posición le permitía. Un helicóptero lanzaba miles de rosas —se supone que rojas— sobre La Madrague en Saint Trop. «Gunter es un príncipe, vive como un aristócrata. Aunque ya no estemos casados, me continua teniendo muchísimo cariño. Seguimos en contacto y es realmente encantador. La belleza que puede seducir durante un tiempo es efímera. Sin embargo, la profundidad, el talento y la ternura, todas estas cosas, son mucho más importantes que la belleza. Duran mucho más. Creo que llega un momento en el que dejamos de percibir la belleza y somos mucho más receptivos a la inteligencia, la sensibilidad y otras cosas que resultan mucho más importantes».

Brigitte Bardot, todavía en sus años resplandecientes y con el cúmulo de experiencias que una vida tan intensa le ha proporcionado, inicia una reflexión profunda de sí misma. Madura. «El hecho de trabajar en el cine es desestabilizador. El hecho de cambiar de compañeros, de novios, de maridos… no habría podido durar en un mundo tan hostil en el que no me sentía nada integrada. La raza humana me pone enferma. Es el dinero el que dirige el mundo y lo dirige hacia las peores atrocidades. Preferí hacer otra cosa que seguir pareciendo bonita y aparecer en todas las portadas y todas las películas teniendo que estar guapa todos los días. Ya he hecho suficientes películas. Hay otras cosas que hacer en la vida y ésta es una buena forma de dejarlo». Protagonizó 48 películas de las que diría que «sólo cinco eran buenas». Fue consecuente y en 1974, justo después de su 40 cumpleaños, una edad todavía pletórica para una actriz, declara que deja para siempre el cine y el espectáculo. Coherencia una vez más. ¡Cuántos artistas llevan retirándose año tras año! «En la vida hay momentos para buscar el éxito y momentos para buscar la felicidad».

LA BARDOT ANIMALISTA

Como ya se ha podido constatar en la cima de su vida artística, ya deja entrever, de vez en cuando, su amor por los animales. En plena fama acogió a un burro en su casa de La Madrague. Burro que se hizo más que famoso. Sus reflexiones respecto a los animales y su compasión hacia ellos llevaban intrínsecas otras acciones que eclosionarían más tarde. Bardot deja su vida artística y se lanza de lleno a la defensa de los animales. No como otras famosas que aparecen, apoyan y se dejan ver para ciertas campañas sin olvidar toda su trayectoria personal. Para el movimiento animalista ha sido y es el personaje más carismático y mediático que ha podido transmitir al mundo entero las crueldades, la falta de sensibilidad y el olvido con que la creciente sociedad del bienestar está sometiendo a estos seres sin voz que demandan conocimiento, respeto y un trato más respetuoso acorde con su capacidad de sufrimiento.

La Bardot animalista lo deja todo e inicia una cruzada en su defensa; pero para ello se precisa financiación. Se desprende de sus joyas en una celebrada subasta entre las que figuraba un enorme brillante que fue obsequio de Gunter Sachs. El mismo Gunter, en un gesto de gentileza y elegancia, pujó por él y lo rescató. El importe —alrededor de tres millones de francos— se sumó al total de los ingresos obtenidos en los lotes. Pero no se lo devolvió porque, con una gran agudeza, pensó... ¡que lo volvería a subastar!

Desea hacer las cosas bien y sentar una estructura potente y estable con personalidad jurídica. Funda en París la Fondation Brigitte Bardot, que será declarada de utilidad publica y uno de los foros —no sólo en Francia, sino en el mundo entero— de denuncia despiadada —porque no existe piedad con los animales— contra los abusos y crueldades que se cometen con ellos. Empieza una denuncia constante contra la industria de la carne y su forma de sacrificar a los animales, contra las matanzas sin aturdimiento previo por razones religiosas, contra el transporte y el consumo de la carne de caballo, contra la «danza del oso» en Bulgaria, contra la caza de lobos en Hungría, contra las peleas de perros en Rusia, etc. Son tantas las campañas y los esfuerzos realizados que, por mucho que se intentase inventariarlos, es seguro que muchos de ellos serían olvidados.

El hecho de que la Bardot —una persona mediática como ella— abandonase el cine para defender a los animales no puede pasar desapercibido y, como siempre, sus incondicionales y sus detractores analizan la decisión de acuerdo a criterios subjetivos. Con los años, con la tenacidad y total dedicación a la que se entrega, su anterior figura artística va quedando relegada a un segundo lugar para aparecer como lo que ella decidió ser en su momento: una activista volcada plenamente en una causa justa. Con ello se ha ganado merecidamente la admiración y el respeto de todos y hasta de quienes se ensañaban con ella. 30 años más tarde han tenido que reconocer que era un buena actriz y una buen cantante. La fundación implica, además de las campañas puntuales, el trabajo en albergues como el de Bodosu en Normandía u otros diseminados en Francia que acogen a animales que han tenido que ser rescatados por motivos puntuales.

Una de las más exitosas y expandidas campañas fue su primera presencia en Canadá (1977) para denunciar la cruel matanza de los bebés foca para la utilización de su piel. «Tengo tan buen recuerdo de estos momentos. Fue tan hermoso. Tuve la cría de foca en mis manos. Fue maravilloso. Impediremos matar crías de foca para hacer abrigos de piel a estúpidas (…) No lo hemos conseguido. Siempre llevo una pequeña cruz en el bolsillo. Me protege. Necesito que alguien me proteja porque lo que pretendo hacer no es fácil». Volvió a Canadá en el mes de marzo del año 2006, en donde dio una rueda de prensa en Ottawa con la asistencia de 250 periodistas del mundo entero: «Ya no soy joven, es poco probable que vuelva alguna vez. Ya ha sido bastante duro poder estar aquí, pero antes de morir quiero ver el final de esta masacre. Les pido de todo corazón a ustedes los periodistas que pueden ayudarme, ya que transmiten información a la opinión publica, que expliquen que no hay necesidad de vender las pieles, la caza, y los penes triturados de foca para fabricar afrodisíacos para los países asiáticos. ¡Si no se pone dura, no se pone dura! Pero, ¡maldita sea!, no podemos seguir aniquilando toda una especie para que a unos se les ponga dura. ¡J...!». Llevaba una carta y un vídeo para entregar a Stephen Harper, el recién elegido primer ministro conservador y actualmente todavía en el gobierno, que no se dignó a recibirla. Se produjo una escena dolorosa, humillante para ella y vergonzante para todos aquellos sensibilizados no sólo con la lucha en favor de los animales, sino con la elegancia y la cortesía en el trato, cuando la Bardot, apoyada ya en sus muletas, fue recibida por un funcionario que le impidió el paso y con displicencia le recogió el escrito. Cuando casi suplicando le dijo: «Deseo entrar para entregar un documento al primer ministro; soy Brigitte Bardot. Por favor, lo he traído en persona y además le he escrito una carta… ¿Se la dará? Gracias. Adiós». Stephen Harper es un político conservador elegido democráticamente y mandatario de un importante país, ¿pero alguien le conoce aparte de sus ciudadanos? ¿Puede compararse a un mito mundial como es Brigitte Bardot? Quienes siguen el preocupante tema de las matanzas —el animalista avanzado— sí conocen las dificultades políticas que ha tenido Harper con uno de sus ministros, que se vio involucrado en un asunto relacionado con el comercio de pieles de foca mientras era miembro distinguido de una importante entidad animalista de ámbito mundial. La Bardot —la autentica— sin tapujos se despachó a gusto: «sólo los idiotas renuncian a cambiar su mentalidad».

Brigitte Bardot ha llegado a una serena madurez. En el año 1985 rechazó la más preciada condecoración francesa: la Legión de Honor. Baste decir que quien fue una de las figuras más envidiadas del mundo ha querido envejecer de forma natural sin retoques estéticos —tan usual en la mayoría de actrices— manteniendo frente al mundo su plena identidad y aspecto. Nunca ha dejado de residir en La Madrague de Saint Trop que tantos recuerdos le debe de llevar de su azarosa vida. Casada desde hace tiempo con Bernard d’Ormal, persona muy afín al movimiento de extrema derecha francés, ha sido también tachada de xerófaga por sus declaraciones, lo que le produjo numerosos problemas con la justicia. Le han propuesto formar parte de partidos políticos a lo que nunca ha accedido. (Fondo documental: Programa Bio de Canal Digital Plus, buscador de Google y conocimientos propios del autor). Manuel Cases


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