Jane Goodall, premio en diplomacia - Manel Cases

ADDAREVISTA 34

Cuando es de suponer que por méritos propios, se adquiere fama internacional y queda atrás todo el camino recorrido hasta obtener este reconocimiento, se adquiere un estatus en el que los acontecimientos ya andan solos -o casi solos- y se expanden por doquier.

Estamos hablando, claro, de personas con buena fama; es decir, de personas que han demostrado una innegable valía, digna de ser reconocida por este toque casi divino que las hace ser conocidas, respetadas y admiradas en el mundo entero. Los premios y galardones, y el requerimiento de la presencia de Jane Goodall en conferencias y eventos es continuo, pues al ser una figura mediática –aquello en lo que se convierte el personaje- el éxito del evento está asegurado. Al solicitársele continuamente declaraciones, muchas veces, con tanto ajetreo, a Goodall se le olvida lo que ha dicho o hecho. Y con los años, la memoria -que es lo primero que se pierde o debilita-, titubea, y es realmente difícil mantener la coherencia dentro de todo un proceso vital.

Jane Goodall, londinense de nacimiento, tiene en la actualidad 73 años. Separados sus padres cuando tenía 12 años, se fue a vivir con su madre a la ciudad costera de Bournemouth (Inglaterra) donde sintió los primeros impulsos para defender a los primates. Todavía guarda en su casa un peluche, regalo de su padre, que ha elevado a símbolo y es el sempiterno acompañante de sus apariciones públicas. Entró muy joven como secretaria de un antropologista británico -evitaremos dar nombres- quien por primera vez la llevó a Africa en 1960. Tenía 26 años. De vuelta a Inglaterra se doctoró en etología por la Universidad de Cambridge. Casada en 1964 con un aristócrata y fotógrafo de vida salvaje, obtuvo el título de Baronesa. Tuvieron un hijo y se divorció en 1974. Pronto se casó de nuevo con un miembro del Parlamento de Tanzania, enviudando en el año 1980. Tenía entonces 46 años.

Goodall, junto a Diane Fossy, llegó a ser una autoridad mundial en el estudio de los chimpancés, estando junto a ellos y ganándose su confianza durante casi un cuarto de siglo en la Gombe Game Reserve africana.

Reseñar la cantidad de premios, títulos (es Dama de Imperio Británico) y honores, sería largo de relatar. En España obtuvo el Premio Príncipe de Asturias, el más prestigioso galardón que se puede obtener, aunque el diccionario Witipedia, el oráculo de Internet, lo ignore. En los últimos años Jane Goodall ha visitado a menudo nuestro país, siempre arropada por buenos padrinos: La Caixa, el Zoo de Barcelona… Recientemente, con motivo de la implantación del “Instituto Jane Goodall” de ámbito global, está realizando un verdadero esfuerzo en este sentido, y su presencia no ha faltado en los más importantes medios de comunicación españoles. Pero tal vez para no herir susceptibilidades (y con la idea de que prospere su actual objetivo, el mencionado Instituto) Goodall, influida por el ambiente que la rodea, está condicionada a la hora de expresarse con la claridad -ya no digamos contundencia- que manifestaría en otras circunstancias. En una extensa entrevista concedida al periódico El Mundo (21 mayo 2007) donde se le pregunta por las corridas de toros, La etóloga, naturalista y primatóloga, se ampara en una cierta ambigüedad, cuando en realidad, su firma figura entre las solicitudes de ADDA y WSPA presentadas en el ayuntamiento de Barcelona contra las corridas de toros, lo que sirvió para que la ciudad se declarase antitaurina. Un asunto vital en España que no permite mediatintas por el trasfondo que representa. Ante la perplejidad de los animalistas, aún se está a la espera de una rectificación o aclaración de Goodall.

Otro tema que está adquiriendo importancia es el “Proyecto Gran Simio” para conceder ciertos derechos a los grandes primates. El Parlamento Balear es el primero en el mundo que se ha manifestado a su favor, y gracias a la buena y constante labor de dos diputados en el Congreso Español, Joan Homs y Francisco Garrido, está próximo a tratarse. En este sentido, Goodall, al igual que hizo con los toros, y algo preocupante siendo una primatóloga reconocida mundialmente, se expresa quitándole importancia a un reconocimiento que marcaría un avance importante en el animalismo. En la misma entrevista, además, la etóloga continúa con su ambigüedad al tratar el tema de la experimentación con animales, cuando ya existen acuerdos (en Austria, por ejemplo) que prohíben la utilización de primates en experimentación (ver “ADDA Defiende los Animales” nº 32).

¿Por qué Goodall, como autoridad mundial en su materia, no se define claramente, y contradice sus propios comportamientos anteriores? Jane Goodall es antitaurina, está en contra de la experimentación y a favor de los grandes simios. Pero como ahora su objetivo primordial es cimentar las bases de su Instituto, hace una abstracción al respecto: no conviene herir susceptibilidades en el entorno de quienes depende el éxito de su objetivo. Así, puede obtener otro premio: esta vez en diplomacia.


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