Una sonrisa que vale millones - Flora Aguilera y Jennifer Berengueras

ADDAREVISTA 28

La historia de Keiko (Libertad a Willy) ha sido uno de los acontecimientos conservacionistas más importantes de los últimos tiempos. Recluido desde pequeño en un reducido tanque de un parque acuático mejicano y con evidentes signos de enfermedad, fue rescatado y tras un largo y astoso proceso de readaptación se devolvió a las aguas de Islandia en donde se le capturó. Tuvo dificultades de integrase a otras manadas. Pero nadó hasta las costas noruegas en donde falleció. La cautividad pesaba demasiado sobre él. Al menos murió en su medio natural y en libertad.

Cada vez más delfines son capturados, separados de sus familias y trasladados a parques acuáticos en donde se ven obligados a vivir en pequeños tanques y realizar números circenses para divertir a un público que, cuando regrese a casa, ¡amas se planteará qué supone la cautividad para un animal que pertenece a los océanos. La Primera Jornada sobre Defensa y Bienestar de los Delfines, organizada por ADDA y la Earth Island Institute y celebrada en Barcelona el pasado 17 de febrero, tuvo como objetivo principal tomar conciencia del daño que el hombre causa a estos animales con el único propósito de proporcionar una falsa diversión para el espectador a costa de unos oscuros beneficios económicos.

En la jornada, fruto de la colaboración entre la Asociación Defensa Derechos Animal, ADDA, y el Earth Island Institute, EII, se trataron las condiciones y efectos de la cautividad en los delfines. Se habló también del perjuicio que ocasionan los programas lúdicos de nadar con delfines y la delfinoterapia en los animales, al encontrarse estos fuera de su medio natural. Dicha situación les provoca súbitos cambios de comportamiento, reacciones imprevisibles, una gran confusión y mucho sufrimiento. Durante la sesión se presentaron dos vídeos, uno de ellos inédito. Se mostraron unas imágenes no vistas hasta el momento de la orea Keiko, protagonista de la película Liberad a Willy, una vez la retornaron al océano. A pesar de haber sido apresada con tan sólo dos años de edad, la grabación demuestra que el animal, aunque ya muy enfermo debido a su cautiverio, se adaptó poco a poco a su medio natural y se convirtió.en una más del grupo de orcas al que se unió. Keiko murió poco después, pero murió libre y rodeada de los suyos.

CONOCER AL DELFÍN

El primer paso para comprender mejor los efectos de la cautividad en los delfines es conocer un poco más a estos animales. El delfín es un mamífero marino de gran tamaño, suele medir de 2 a 4 metros y pesar entre los 140 y los 270 kilos. Estos animales suelen formar grupos de 15 a 60 individuos, entre los que se advierten comportamientos cooperativos - ayuda a los más débiles o heridos, vigilancia, etc.- incluso con individuos de distintas especies. Se advierte por tanto en este animal señales de gran inteligencia. Debe notarse el gran desarrollo de su cerebro, muy superior al humano en peso (1.590 g. frente a los 1360 del humano). Dentro de los grupos se establece pronto una jerarquía, si bien cualquier macho puede acceder al acoplamiento sin oposición de los demás. Su perfecta adaptación al medio acuático le permite desarrollar grandes velocidades -de hasta más de 50 km./h.-con el mínimo esfuerzo. Suelen nadar entre 80 y 160 km. diarios, se sumergen a varios metros de profundidad y sólo pasan un 15% de su tiempo en la superficie. Nadan hasta cuando duermen; siempre están alerta y en movimiento. Así, no es difícil imaginar lo que el confinamiento en pequeños y poco profundos tanques supone para ellos. En cautividad se observa a menudo delfines flotando en la superficie sin moverse, letárgicos. Su esperanza de vida -habitualmente unos 50 años en el mar- se reduce hasta en un 60%, situación que viene provocada por el estrés que supone la captura, la separación de sus familias y la vida en cautividad, que sólo le permite nadar en círculos. Esto le debilita y aumenta su susceptibilidad a enfermedades y a agresiones de otros animales, también cautivos y frustrados. Emergen también comportamientos autodestructivos (tendencias suicidas).

Para orientarse en los océanos los delfines emiten una serie de gruñidos, silbidos y otras señales acúst que se reflejan sobre los obstáculos a modo de sonar. Las vibraciones del eco le muestran la forma, naturaleza y talla del blanco. Puede, de esta manera, descubrir su entorno a más de 1 km. de distancia. Si busca una presa, emite unos sonidos muy agudos, lo que le permite descubrir a un pez a 10 m. en la más profunda oscuridad. Esta facultad, denominada ecolocaliza-ción, se atrofia debido al cautiverio, puesto que ya no le resulta útil. Es más, los sonidos rebotan en las frías paredes de los tanques, lo que les ensordece y enloquece. Esto explica por qué chocan con las paredes, con las consecuentes heridas e incluso muerte.

La gran desgracia de los delfines es que sus caras muestran un rictus que los humanos podemos asociar a una sonrisa. Y no vemos -o no queremos ver- el sufrimiento que se oculta tras ella. En esa sonrisa se basa un negocio que mueve cada año millones de euros, que comienza en el momento de la captura v que promueven los mismos parques acuáticos.

LA CAPTURA

Se lleva a cabo brutalmente y afecta especialmente a individuos de la especie nariz de botella (Tursiops truncatus). No se tiene en cuenta ninguna consideración ni estudio previo adecuado que determine si las poblaciones pueden soportar la presión que comporta. Al ser estos animales altamente sociables, la captura de un solo individuo puede afectar profundamente las estructuras sociales del grupo y de la población. No sólo mueren ejemplares en las redes, sino también muchos de los que quedan debido al acoso al que se ven sometidos los grupos. Muchas hembras embarazadas acabarán abortando sus fetos y muchas madres dejarán de poder dar leche a sus crías, que morirán sin remedio.

LOS PROGRAMAS LÚDICOS DE NADAR CON DELFINES

Aunque a veces se realizan en cercados en el mar, en su mayor parte tienen lugar en tanques de delfinarios, acuarios o parques de atracciones. A toda la presión del cautiverio se une, entonces, la interacción forzada con cientos de personas, cuando en libertad raramente se acercarían a un hombre. Normalmente se utilizan hembras jóvenes, puesto que su comportamiento es más manejable. Se las entrena en la más estricta disciplina, lo que implica privación de alimento o una dieta restrictiva. Si no acaban de llevarse bien con las personas, son retiradas del programa y, muy a menudo, aisladas y desatendidas. El resultado de su frustración y aburrimiento puede ser una conducta sumisa o agresiva hacia las personas y los demás cautivos. Los animales sumisos sufren cambios hormonales relacionados con el estrés permanente, que conllevan graves problemas de salud a largo plazo. Esto afecta a la jerarquía dominante dentro del grupo social, de modo que el sumiso es víctima de ataques por parte de los demás delfines.

Pero al perjuicio que estos programas ocasionan a los animales hay que añadir los daños que pueden causar a las personas. Con su gran peso y tamaño, la fuerza de un delfín es hasta siete veces superior a la de un atleta humano. Debemos tener en cuenta que estos mamíferos marinos tienen sus propias pautas de comportamiento y normas sociales, juegan y cortejan de forma distinta a la nuestra, lo que puede resultar potencialmente peligroso en las interacciones forzadas. Los centros no informan de los accidentes que suceden ni al gobierno ni a las autoridades competentes, ya que la regulación actual no lo requiere. Los nadadores pueden acabar sufriendo graves daños físicos como desgarros musculares, órganos dañados, heridas internas o abiertas, huesos rotos (costillas, esternones, brazos) y estados de shock, por sólo citar algunos ejemplos. Es corriente que los nadadores que interaccionan primero tenga que firmar un documento exonerando a la empresa en caso de accidente.

TERAPIA CON DELFINES

Participan en estas terapias personas que padecen algún tipo de alteración física, psíquica o sensorial: niños -y, en ocasiones, adolescentes o adultos- con parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo, paraplegias, cáncer o lesiones espinales o cerebrales; y también quienes han sufrido un derrame cerebral, personas con desequilibrios emocionales e invidentes y sordos, entre otros muchos. O sea, se trata de un colectivo que por su delicada situación hace que sus allegados se muestren más dispuestos a probar cualquier terapia que se les proponga.

El público percibe a los delfines como más singulares y exóticos que los animales domésticos y creen de una manera sensacionalista en los efectos de interactuar con ellos. Así, la delfinoterapia se presenta como una "cura milagrosa", que a menudo lleva a una profunda decepción y un considerable gasto de dinero. A pesar de que los responsables de estos centros aseguran que mediante estas terapias se obtiene una mayor capacidad de concentración y un sueño más tranquilo y relajado, no existen estudios científicos válidos que demuestren que con delfines se obtenga un mayor efecto terapéutico que con animales domésticos (perros, gatos o caballos) o de granja, los cuales también han formado parte de programas de terapia con resultados iguales o mejores, y se ha visto que, además, aumentan la autoestima de los niños discapacitados. Un animal de compañía puede interactuar los 365 días del año sin coste alguno. La llamada delfinoterapia se realiza en contadas ocasiones y épocas del año y cuesta dinero.

CONCLUSIONES

En su búsqueda de la satisfacción y el beneficio personales, el hombre olvida el daño que hace a las especies. No se puede buscar diversión a costa de la salud y el bienestar de los animales salvajes, puesto que ellos se pertenecen a sí mismos, a sus familias y a su medio natural. La terapia con unos seres que se encuentran atrapados y confundidos, a los que se ha negado sus pautas naturales, tampoco puede funcionar.

Los centros y programas en los que tiene lugar este tipo de actuación tan sólo buscan beneficios económicos, y son los que promueven las capturas y amenazan a las poblaciones de estos mamíferos marinos. Pero esta verdad la mantienen bien oculta bajo la máscara de la "educación" y la "conservación de la especie", en la que dicen participar. No puede estar bien educado quien cree que los delfines viven bien en esas pequeñas piscinas, casi bañeras y disfrutan viéndoles obligados a actuar en espectáculos circenses ante cientos de personas; ni participa en la conservación de los delfines quien presiona a la Comisión Ballenera Internacional para que no apruebe leyes que protejan a los pequeños cetáceos. Pero de ello depende su negocio. Y no importa nada más.

BIBLIOGRAFÍA

  • Documentación de la jornada sobre la defensa y bienestar de los delfines. ADDA. Barcelona, 17 de febrero de 2004.
  • Nueva enciclopedia Universal Carroggio en 30 tomos, 1985. Vol. VIII.
  • BOILLOT, F. [et al.] Bichos traviesos. Las curiosidades del mundo animal. Ed. MILAN, 1988. 

Relación de contenidos por tema: Mamíferos marinos


Temas

Haz clic para seleccionar