Pandemia - Manel Cases

ADDAREVISTA 38


El mes de abril de 2009 será un momento inquietante para la humanidad. La aparición iba vestida de avance científico: se había encontrado el genoma de la vaca para lograr un ganado más productivo, algo que recuerda, en los años 50 del siglo pasado, el inicio de la manipulación de los animales por el hombre y que representó el comienzo en los Estados Unidos -en aquel caso con los pollos- de la cría intensiva. Un comienzo terrible para miles de millones de toda clase de animales domésticos destinados al consumo humano, pues la industria de la carne no dejó de perfeccionar el llamado “animal máquina” aplicando toda la tecnología, refinada y progresiva, para decir que se estaba resolviendo el problema alimentario para los más de 6.000 millones de personas que pueblan el planeta. La rentabilidad ante todo. Como todavía no se ha descubierto que se puede criar y engordar a los animales sin darles de comer –quizás algún día llegue ese momento- también había que encontrar soluciones utilitarias referentes a los piensos para ahorrar costes, dando de comer a los animales productos compuestos de cadáveres de su misma especie. Peligrosos cócteles de nefastos resultados.

Aquellos tiempos de forjar imperios a punta de bayoneta, algo que cualquier nación occidental que se preciase debía de intentar, ya no se lleva. Ahora quien domina el mundo son los lobbys de las multinacionales (corporations). La globalidad y la homogeneización hace que cualquier ciudad se parezca a otra: al abrir la ventana se verán los mismos anuncios publicitarios por doquier. Ahora se arrasa con cualquier obstáculo; apañando guerras de media y baja intensidad, dominando parlamentos con el único fin de obtener los objetivos previstos: crecimiento, absorciones y dominancia del sector, o sectores si disponen de periféricas. Se compran los cuerpos científicos con fines determinados y se les nutre del capital necesario porque son los únicos que disponen de potentes medios económicos; o se presentan los resultados -en un refinado marketing- como continuados avances en bien de la humanidad. Mientras, se constata como, en tan sólo unos decenios, la Naturaleza, impasible y a veces cruel por incomprendida, va dando sus respuestas.

Desde hace miles de años el hombre habitó el planeta formando un todo junto a los animales. Nunca, que se conozca, se habían presentado la clase de enfermedades que ahora se tienen que afrontar. Es verdad que la historia relata la existencia de pestes, plagas y otras infecciones que arrasaron a la población; hoy en día el poder controlarlas y conocer sus causas ha resultado fácil. Pero cuando el hombre ha penetrado en los secretos de la vida manipulando genéticamente animales y plantas y empleando el método de “prueba y error”, pues se experimenta pero no se saben ni se pueden prever los resultados, coincide, precisamente, con la aparición de estas patologías modernas y así continuará si no se impone un freno global a ciertas prácticas científicas de muy dudosa ética -que bien podrían titularse “cientismo”- que están generando nuevas y calamitosas enfermedades aparecidas en una micro enésima parte de tiempo si se contempla desde la visión del universo.


Aparte de la enfermedad de las Vacas Locas y el SIDA, la tan temida Gripe Aviar, SARS, ya ha mutado junto con los cerdos y ya es transmisible entre humanos sin que haya existido contacto alguno con el animal. Con la Gripe Porcina ( swine flu), aparece una nueva alarma mundial de consecuencias, por el momento, desconocidas e impredecibles. ¿Serán de nuevo los laboratorios quienes se afanarán en encontrar la vacuna a la cepa H1N1 para salvar, en lo posible, a la humanidad; aunque hasta ahora no lo hayan conseguido con el SIDA? Si así es, se puede estar casi seguro que se silenciarán los motivos y los causantes; porque con la inercia actual, la intercomunicación y el entramado supra-nacional que mueve este sistema global, se tardará muchísimos años en encontrar la mesura necesaria para que en nuestro único hábitat, la Tierra, con una natalidad equilibrada, se pueda disfrutar del bien de la vida - humanos y animales- bajo un concepto ético, mesurable y compatible con lo que ella puede dar y lo que la humanidad puede recibir.


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