Nuevo Holocausto de animales para la experimentación

ADDAREVISTA 25

De prosperar una propuesta de la Comisión Europea para que todos los productos químicos que se encuentran presentes en diferentes productos y componentes en el mercado europeo tengan que pasar por pruebas de toxicidad en animales, serán cientos de miles los animales que se verán sometidos a horribles y penosos experimentos hasta su muerte.

Desde hace dos años, en que apareció la propuesta de que todos los productos químicos que se encuentran en el mercado europeo tengan que pasar por un preceptivo y exhaustivo procedimiento para que puedan ser catalogados como inocuos o peligrosos, se prevé la muerte en horribles circunstancias de cientos de miles de animales que van a ser sometidos a pruebas con dichos productos. La Comisión Europea, máximo órgano de la U. E., lleva más de dos años trabajando en esta propuesta que ha puesto en vilo a todas las organizaciones animalistas por lo asombroso y desmesurado del proyecto, y presentó un Libro Blanco (13/02/2001), un cambio de estrategia en la gestión, de cara a su presencia en el mercado, de estos productos. Se basa la Comisión en que el análisis de riesgos de los productos químicos se efectúe según criterios y conocimientos científicos. Se pretende entablar un diálogo sobre nuevas iniciativas con sugerencias concretas para modificar o introducir legislación. Se fundamenta la Comisión en la protección de la salud humana y el medio ambiente y el incremento de la trasparencia mediante la información suficiente y la sustitución de los productos químicos peligrosos.

La Coalición para la Abolición de los Experimentos con animales, CEAEA, recientemente reunida en Barcelona, con motivo de ostentar España durante el primer semestre del año 2002 la Presidencia de la Unión Europea, y que lleva trabajando en este tema desde su conocimiento, ha expresado nuevamente su preocupación y alarma por lo desmesurado de esta pretensión. La propuesta no complace ni a los animalistas ni al sector de la industria química. Cada parte esgrime sus razones, unos en función del bienestar animal y la masacre que se avecina y el otro en función de la burocracia que se impondrá y el encarecimiento de los productos especialmente en las medianas empresas.

El sector animalista opina que en el caso de ser aprobada esta propuesta de la U.E. las consecuencias implicarían, además de la experimentación y el envenenamiento masivos más grandes realizados hasta el momento en Europa, la utilización de pruebas tan extremadamente crueles como son la aplicación de sustancias tóxicas en conejos albinos, la ingestión forzosa de estas sustancias en perros y ratas, la aplicación de sustancias corrosivas e irritantes en la piel de animales… Todo ello sobre animales vivos y conscientes. Sorprende pues que, por un lado, la U.E. se decante en su directiva... hacia la práctica de las tres erres: reducir, reciclar, reutilizar; que en el Tratado de Ámsterdam se declare a los animales seres sensibles cuando antes, por el Tratado de Roma fundacional de la Comunidad Europea, tan sólo eran considerados una mercancía y que, por otro lado, se proponga ahora tamaño despropósito. Y es que la complejidad de todo el entramado de la Unión está llevando a la práctica que, a menudo, los diferentes grupos de presión bien asentados en Bruselas y Estrasburgo muevan sus hilos sin saber, a veces, cuáles son los verdaderos fines que se pretenden.

La ECEAE es partidaria y solidaria del principio que asegura la protección de la salud humana y el medio ambiente, como encabeza la propuesta de las sustancias químicas potencialmente perjudiciales, pero denuncia ante todo que los resultados que ofrecen los experimentos con animales además de anticuados, crueles y dolorosos, ofrecen, muy a menudo, resultados poco fiables que no garantizan ninguna protección ni seguridad. Se denuncia que la escasa financiación y la falta de presupuesto para este tema están impidiendo la validación sucesiva y creciente de otros métodos in vitro alternativos que evitan la utilización de animales y dan resultados más fiables, rápidos y económicos, una vez estandarizados. El centro ECVAM, creado por la U.E. para este fin en el norte de Italia, parece más bien un lugar de retiro de meditación trascendental que un núcleo activo de investigadores que pueda dar al resto del cuerpo científico e industria afín un fondo documental de productos validados ajenos a la experimentación con animales.

A pesar de que las asociaciones animalistas apoyan los objetivos de la Comisión Europea respecto a la pro­tección de la salud de las personas y consideran muy positivo que los análisis de productos químicos se efectúen basándose en conocimientos científicos y gocen de la máxima garantía para su utilización, difie­ren completamente en la forma de abordar el proble­ma. Y es que esta propuesta podría costar la vida de hasta 10 millones de animales, que tendrían que sufrir hemorragias internas, convulsiones, espasmos, parálisis y, finalmente, la muerte, lenta y dolorosa. Pero este mismo rechazo, aunque sea por otros moti­vos, se encuentra en el mismo sector químico, quelo ve como una exageración que además podría ralenti­zar todo el sector. A esto hay que añadir que la misma comunidad científica es cada vez más consciente de que ningún resultado experimental con animales es concluyente y definitivo en tanto no se haya probado en el mismo hombre. Son innumerables los componentes que desde hace muchísimos años vienen sien­do utilizados y forman parte de numerosos productos acabados. Todo el Inundo conoce la peligrosidad de una lejía, el salfumán o cualquier ácido corrosivo. ¿Es necesario, en pleno siglo XXI, llegar a la conclusión de la peligrosidad de estos productos? O por el con­trario, ¿hay que demostrar lo inofensivos que son tantísimos otros que se utilizan y tienen garantizada su inocuidad por el tiempo que han sido utilizados?

Partiendo de que nos encontramos en un momento histórico en que los conocimientos científicos, com­binados con la nueva era cibernética digital, en unas décadas han avanzado lo que en la antigüedad repre­sentaban siglos, la propuesta de la Comisión Europea falla estrepitosamente y muestra ranuras difícilmente contestables. Es relevante la cantidad económica que significa una cifra enorme de millones de euros según el tipo de producto que se va a testar. En EE UU, por ejemplo, ciertas pruebas concretas llegan a alcanzar de 3 a 4 millones de dólares. Toda esta ingente canti­dad de dinero tendrá que ser canalizada hacia las empresas que tendrán que efectuarlas. Existen, ade­más, métodos alternativos para disminuir y evitar el sacrificio de tantos animales, que se pueden aplicar en muchos campos de la investigación. Así pues, por razones éticas, humanas y prácticas, todas las partes interesadas (ecologistas, asociaciones de consumidores, defensores de los animales y la industria química) deben trabajar conjuntamente con el fin de apoyar una política de control de los productos químicos que proteja la salud de los consumidores, los animales y el entorno. Muchos profesionales apoyan y practican ya estos sistemas de substitución por considerarlos un método más eficaz y, en muchos casos, más exacto. A continuación describiremos algunas de las pruebas que utilizan animales y estudiaremos las alternativas.

EL CAMINO HACIA EL FUTURO

La Comisión Europea debería pues priorizar activa­mente la utilización de los métodos de substitución más prometedores, apoyar económicamente la inves­tigación en este ámbito y promover la aceptación de estas técnicas por las autoridades competentes. Demostraría así su compromiso con el desarrollo de métodos más fiables y precisos y su política estaría en consonancia con la Directiva de la UE 86/609, que prohibe el uso de animales en experimentos para los que hay alternativas razonables. Los expertos en toxi­cología sin animales están de acuerdo en que este enfoque mejoraría la seguridad humana y fomentaría la protección del medio ambiente, al mismo tiempo que ofrecería resultados más rápidos y económicos, de valor científico equivalente o, a menudo, superior.


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