La selección genética ha transformado a las vacas tradicionales, -de pequeñas ubres en la parte más alta de su vientre- en modernas máquinas de alto rendimiento, de manera ue produzcan unas diez veces más leche de lo que sería capaz de mamar su cría. Sus ibres excesivamente grandes y flácidas cuelgan demasiado bajas motivando que as patas traseras deban cambiar de posición para acomodarse a ellas desarrollando jroblemas de cojera.

Para mantener la superproducción de leche la comida de pasto y hierba, es complementada además, con hierba procesada, heno o forraje fermentado y con piensos concentrados, almidonados y altos en proteínas como son la soja, harinas de pescado y residuos de animales. Alimentos que una vaca nunca escogería por sí misma. Además de los problemas de salud que este tipo de alimentación conlleva para el animal, los forrajes fermentados son causa de contaminación medioambiental. Los forrajes fermentados son 200 veces más contaminantes que las aguas residuales humanas sin tratar. Si a las vacas se íes niega la posibilidad de pastar pueden presentar conductas estereotipadas como dar vueltas con la lengua.

El ejemplo más dramático del daño causado debido a una alimentación antinatural es el EEB (encefalopatía espongiforme bovina) que causa demencia cerebral fatal a las vacas al haber sido alimentadas con despojos infectados de ovejas y otras vacas. Estas vacas manipuladas, con la fisiología cambiada y alimentadas con piensos antinaturales, son muy sensibles a sufrir estrés y enfermedades del metabolismo. Mastitis, ketosis, fiebre de leche, tambaleo de la hierba y cojera son también otras de las enfermedades o problemas físicos relacionados con más frecuencia a través de los sistemas de producción intensiva.

Las alternativas son entre otras: la gestión de las granjas lecheras, que debe ser revisada en vistas a mejorar la salud y el bienestar de las vacas, y consumir leche biológica que ya se encuentra en el mercado.

Ong ADDA  -Junio/Diciembre 2001