¿Hasta cuándo? - Heredoto

ADDAREVISTA 22

Nuevamente un azote de la humanidad está mostrando lo que puede ser, en el futuro, tan o más mortífero que el SIDA. La enfermedad de la encefalopatía espongiforme bovina, EEB, investigada por Creutzfeldt Jacop, comúnmente llamada mal de las vacas locas está poniendo de manifiesto su peligrosidad y un futuro incierto que, al parecer, va a ser muy difícil de detener por la morbilidad de esta nueva proteína, el prión, capaz de resistir con el tiempo mientras permanece agazapada y resiste los métodos habituales de esterilización.

Ambas, el SIDA y la EEB, han tenido como portadores iniciales a los animales. No por ellos mismos sino por la irracionalidad y despiadada utilización a la que se han visto sometidos. Cada vez parece más creíble y documentado lo que los animalistas han venido denunciando durante años: que el SIDA ha salido de unos laboratorios en donde a través de primates se estaba experimentando una vacuna. Aconsejo la lectura del libro "The River, ajourney back to the source of HIV and AIDS" del autor Edward Hooper.

La cerrazón del gobierno británico que, por motivos del looby de los ganaderos, no tomó las medidas oportunas ni dio publicidad para que, en una fase temprana, pudiese prevenirse la enfermedad de las vacas locas, EEB, nos lleva ahora a una situación desesperada cuando, por fin, los medios de comunicación le dan importancia y alcance, y los políticos -la Unión Europea- y sus Comités veterinarios empiezan a poder expresarse con libertad porque la presión de aquel sector ha quedado ampliamente superado por la magnitud de lo sucedido. El desarrollo de la enfermedad es impredecible pero por el momento el ahorro logrado y el sistema de la alimentación suministrada al ganado, insertado en esta espiral comercialista irracional del todo vale en favor del máximo beneficio a corto plazo bajo la excusa de poder ofrecer carnes a mejor precio, digamos, accesibles a la mayor parte de los consumidores, está derrumbándose estrepitosamente.
La ganadería y agricultura intensivas y sus variantes genéticas llegará un momento en que terminarán dramáticamente. Se ha llegado hasta tales extremos que estamos viendo sus resultados. La premisa que los animales pueden ser tratados como materia inerte, olvidada su: sensibilidad, morfología, etología y necesidades, nos está llevando a la situación actual. El poder político que como servidores de la colectividad debe velar por su seguridad y calidad de vida, se halla sometido al poder, cada vez creciente, de las multinacionales y la globalización. En los siglos XVIII, XIX y principios del pasado, se colonizaba con los ejércitos de las naciones occidentales a punta de bayoneta y artillería en una lucha desigual y vergonzante. Se mantenían los territorios conquistados en estado latente en tanto fluían de los mismos las materias primas capaces de hacer funcionar las fábricas transformadoras de la llamada primera revolución industrial. Ahora estos métodos no están bien vistos. Un falso pacifismo a gran escala esconde latentes pequeñas guerras extremadamente crueles movidas por: oscuros motivos, aprendices a dictadores o problemas religiosos. Pero no nos engañemos, quien mueve el mundo en la actualidad son los grandes capitales y esta absurda pasión por el poder, por mantenerse líderes, y presentar los resultados económicos frente a los accionistas. Los políticos no encuentran el rumbo para actuar como tales y ven, con temor, que sus decisiones y acuerdos puedan dañar este "tótem", siempre mentado en el momento oportuno, de la economía productiva. ¿Productiva? ¿O destructiva?. Para que, después, los beneficios obtenidos tengan que ser reinvertidos para intentar, con la duda siempre del resultado, arreglar los desastres producidos.

¡Cuánta desgracia y dramas personales está produciendo el SIDA! Y las cantidades ingentes de dinero que está costando a los estados. Pero en una fase fría y suprapersonal, se generan nuevas inversiones: laboratorios, científicos e infinidad de personas están, también, creando economía productiva. Es el giro sin fin.

Los grandes conflictos internacionales producían millones de muertos; las industrias de armamento proporcionaban millones de lugares de trabajo. Ahora pueden ser miles o cientos de miles quienes mueran y morirán por enfermedades creadas por el propio hombre. La inversión de las multinacionales, base principal de la investigación científica, es multimillonaria y tienen que presentar buenos resultados económicos. El índice Daw Jones y el resto de bolsas, que paradójicamente pueden alimentar sus propias víctimas, son quienes marcan el compás al que hay que bailar.

 

Ong ADDA  -Enero/Junio 2001


Relación de contenidos por tema: Cría intensiva


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