El día después. "The day after tomorrow" - Manuel Cases

ADDAREVISTA 29

Como en la película, han ocurrido muchas cosas des­pués de que el Ayuntamiento de Barcelona, en una memorable sesión plenaria del día 6 de marzo de 2004, declarase la ciudad libre de toros (ciudad anti­taurina). La noticia ha dado la vuelta al mundo, y los principales y más importantes medios le han dedicado espacio en sus páginas. Figuró como cabecera varias horas en la global relevisión CNN, apareció en el New York Times, en periódicos de Australia, de Gran Bre­taña. Francia... y en tantos otros que sería intermina­ble citarlos a todos. Pocos días después se inauguraba el Fórum Universal de las Culturas en Barcelona con un presupuesto de 6.000 millones de euros y una parafernalia publicitaria lograda a golpe de talonario. Es curioso, pero la repercusión mundial fue menor que la anterior decisión antitaurómaca del Ayunta­miento.

Esta decisión se digirió mal en los medios españoles más conservadores, que, asombrados por lo sucedido, pusieron a trabajar a lustrosas plumas dedicadas a resaltar la esencia, la sagrada tradición de esta tortura, la intocabilidad de la fiesta y las inmediatas y fáciles derivaciones políticas de ciertos partidos —en especial uno—, en un intento de tensionar regiones españolas y con una clara intencionalidad de contentar —si no incrementar— a sus respectivos votantes. ADDA ha sido invitada a participar en numerosos debates tanto de radio como televisivos. No ha habido medio ya sea escrito, radiado o televisivo que no haya participado, no sólo en dar la noticia, sino posteriormente progra­mando abundantes opiniones sobre el tema. En deba­te los razonamientos de los pro toros han sido casi siempre los mismos: la catalanidad de la fiesta unida a lo mediterráneo de la misma; la gran afición catalana y barcelonesa (?), donde llegó a haber hasta tres plazas de toros; la tradición, "lo nuestro"; cómo vive el toro de lidia en comparación al que es sacrificado en un matadero; los momentos sublimes que vive el aficio-. nado ante una buena faena, algo que no se puede comparar con cualquier otro gozo terrenal, etc.

Pero lo cierto es que la gran preocupación y anuncia­da reacción de los aficionados se ha dado en especial en el resto de España, pues en Barcelona no pasan de unos 5.000, según cifras manifestadas por los mismos aficionados, que asisten muy irregularmente a las corridas. Cada domingo la plaza Monumental está casi vacía, ocupada en su mayor parte por los turistas de unos cuantos autocares de la empresa Pujol que desde Lloret de Mar y Platja d'Aro llegan más por el morbo y la curiosidad, y que, al ver la crueldad de la fiesta, al segundo toro ya salen, algunos vomitando. Y si no, que se lo pregunten a los guías que los acompa­ñan. Se dice que "la curiosidad mata a los toros", por­que ya han pagado. No volverán jamás, pero este goteo mantiene un triste y flaco negocio para la empresa Balañá, propietaria del coso.

Durante todo el debate que se ha producido, la empresa Balañá, paradójicamente, ha mantenido un obstinado silencio. La plaza Monumental cada año es más deficitaria en los ingresos que se obtienen gracias a las corridas. Antes aún se celebraban festivales musi­cales, pero las protestas de los vecinos por el ruido acabaron con ellos. A principios de cada año la ocupaba un circo con gran despliegue de cocodrilos, tigres sal­vajes —que ya no tienen nada de ello-, elefantes, etc. Pero esto también se ha terminado, pues las nuevas ordenanzas municipales de Barcelona prohiben los cir­cos con animales salvajes, y para colmo ni los políticos quieren celebrar alli sus mítines, como ocurría en el pasado. Todo ello es prueba de lo ruinoso de mantener una manzana entera del codiciado Eixample barcelo­nés ya que, con la apertura del gran desarrollo de Dia­gonal Mar, el centro de la ciudad se está desplazando hacia esta zona. Los silencios de la empresa son cierta­mente descifrables y, si bien no pueden imaginarse su recalificación en viviendas —parece ser que desde hace años existe un proyecto en este sentido—, en la ciudad donde el suelo alcanza los precios más altos de España, sí que cualquier modificación de uso sería la solución a la languidez del presente. Otro aspecto importante es el social, pues la actualización del espacio que ocupa ahora la plaza de toros Monumental, conveniente­mente dinamizado en cualquier otra actividad, gene­raría muchísimos puestos de trabajo.

Si bien la declaración de Barcelona del 6 de marzo era puramente ética y no vinculante, pues ya se encar­gó de que así fuera el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya —que ha dado reiteradamente la razón a Salvador Távora, y leerle la cartilla al Ayuntamiento de Olot por una pretensión similar—, sí que era fun­damental para conseguir lo que la mayoría de la sociedad catalana está demandando: la supresión de las corridas de toros en esta autonomía. Y un hecho de tal envergadura no puede pasar desapercibido en el Parlamento de Cataluña, que tiene transferidas estas competencias y sí que puede, modificando ligeramen­te la actual ley de protección de junio de 2003, acabar con la tortura y la crueldad de las corridas. Ahora en Cataluña, tanto el Ayuntamiento de Barcelona como la Generalitat, tienen en su mayoría decisoria los tres mismos partidos: Partit Socialista de Catalunya (PSC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Iniciativa per Catalunya Verds (ICV). ERC ya ha manifestado a través de declaraciones en la prensa que presentará esta modificación. Lo que sería de esperar es que el acuerdo fuese motivo de una transversabili­dad, y si el Partido Popular (PP), muy dependiente de su jerarquía central, no pudiese dar su voto a favor, si se abstuviese quedaría, al menos, más cohesionado dentro de su electorado. El otro partido actualmente en la oposición, Convergencia i Unió (CiU), que votó favorablemente en el Ayuntamiento, está dando muestras de apoyo a esta iniciativa ya que, como par­tido nacionalista, es el más interesado en complacer a su electorado.

Cataluña, como cualquier otra región o país, también está formada por otras regiones más atomizadas. Es una realidad que en razón de la ecuanimidad hay que tener presente. La baja Cataluña, situada alrededor de la desembocadura del Ebro y lindante ya con la Comunidad Valenciana, concentra en verano la mayor parre de las celebraciones de correbous (traducido, "correbueyes"), pero con variantes tan crueles como el toro de fuego —donde colocan un arnés en la testuz del animal y bolas ardientes de brea que lo enloquecen cuando corre de noche por las calles—, el toro ensoga­do —se le ata una cuerda en los cuernos y se le arrastra por las calles— y el correr los toros, que dentro de lo que cabe es lo menos cruel (ver ADDA Defiende los Animales n° 22). Es una costumbre muy enraizada dentro de esta área regional, donde durante todo el año se espera la llegada de las fiestas patronales o vera­niegas en las que no pueden faltar los bous. Llega a tal punto esta situación, que existe un grupo de diputados en el Parlamento que forman un bloque para defender la continuidad de estos festejos, olvidando o hasta enfrentándose con la obediencia de voto de su partido. Así se han llegado a acuerdos tan sorprendentes como la reafirmación de los correbous o la continuidad de la caza de aves fringílidas, con el sistema de la "barraca" con liga, algo prohibido por la Unión Europea. Ese ambiente discordante con la mayoría de los catalanes lleva consecuentemente a un menor rechazo de las corridas de toros, que no tienen nada que ver con los correbous, y que se refleja en las encuestas en un por­centaje más bajo de apoyo a la supresión de las corri­das. La democracia consiste en la aceptación del sentir de la mayoría, y gracias a ello se van modificando costumbres y buscando un cauce adecuado para la convivencia. Es de esperar que, respetando el sentir tan arraigado de esta minoría, este tipo de fiestas popula­res se desarrolle, al menos, en el futuro dentro de lo que significa la palabra correbous, es decir, "correr el buey". Y nada más, respetándolo y sin agredirlo.

 

Ong ADDA   -Diciembre 2004


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