El retorno del oso pardo - Max Argerich

ADDAREVISTA 18

El oso pardo fue en otros tiempos uno de los grandes mamíferos más carismáticos de las montañas europeas. La progresiva destrucción de su hábitat y el furtivismo, ambos de la mano del hombre, su único enemigo, han sido las dos principales razones que han llevado a este plantígrado a la casi total extinción en el Pirineo y a una precaria existencia en la Cordillera Cantábrica. La Unión Europea está intentando su reintroducción en los Pirineos, dentro del programa LIFE. Sin embargo, dicho plan ha topado con la oposición de la población de montaña catalana, volcada en los últimos años en el turismo estacional, y temerosa de perder sus privilegios de caza, pesca y pastoreo frente a la competencia del oso. Dicen que el oso, el rey de las montañas, ya no tiene sitio en el Pirineo.

El oso pardo ibérico ha sufrido un dramático y vertiginoso declive desde la Edad Media hasta nuestros días. En el siglo XIV, habitaba bosques de lugares como Cádiz, Murcia, Pozuelo de Alarcón (Madrid) o la sierra barcelonesa de Collserola. En el siglo XV, poblaba los bosques desde Cantabria a los Pirineos, e incluso llegaba hasta los puertos de Tortosa-Besseit hacia 1800. En los siglos XVII y XVIII desaparecieron del centro y sur de la Península (Montes de Toledo, Sierras extremeñas) y se separaron las poblaciones de la Cordillera Cantábrica y Pirenaica.

En los años 30, había más de 200 osos en los Pirineos pero, entre los años 40-60, las poblaciones navarro-francesas y catalano-francesas sufrieron el aislamiento. En 1986 IPCENA, organización ecologista catalana, calculaba que aún sobrevivían unos 14 ejemplares pirenaicos: sólo 4 ó 5 en el Pirineo Central (Valle de Aran y la comarca del Pallars Sobirá), donde en 1980 se habían detectado unos 8, y en 1988 ya sólo tres. En 1990 su presencia pirenaica se limitaba a los valles del Bearn francés y Hecho y Ansó, en Aragón. En Cataluña se consideran totalmente extinguidos desde 1991 (fecha en que se detectó un ejemplar por última vez). En los valles de Francia, Navarra y Aragón no sobrepasan hoy en día la decena.

En cuanto a la Cordillera Cantábrica, donde en la actualidad se concentra el 80% de los osos pardos ibéricos, según el FAPAS (Fondo Asturiano Para la Protección de los Animales), existen dos poblaciones aisladas: la occidental (Asturias y Castilla y León), con unos 40-55 ejemplares repartidos por los bosques del Parque Natural de Somiedo, la Reserva Biológica de Muniellos, Cangas de Narcea, y, ocasionalmente, el curso alto del Sil y los Aneares leoneses y gallegos; y la oriental, con unos 20-25 ejemplares en Riaño (León) y las Reservas Naturales de Fuentes Cardonas y Saja (Cantabria). En total no llegan a 100, que es el límite de supervivencia mínimo. Después de miles de años de habitar en nuestros bosques, el oso pardo ibérico se encuentra en grave peligro de extinción.

ESPECIE PROTEGIDA

Tan alarmante retroceso llevó a calificarlo como especie protegida por Decreto de 5 de octubre de 1973, que prohibía su caza, y que fue ratificado por Real Decreto de 30 de diciembre de 1980. El Convenio de Berna de 1979, firmado por España, considera al oso pardo especie estrictamente protegida, y en el Convenio de Washington, más conocido como CITES, figura en el Apéndice I, es decir, que su comercio queda absolutamente prohibido. La Lista Roja de los Vertebrados de España lo clasifica dentro del apartado "En peligro", según estándar de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Junto al lince y el bucardo (cabra pirenaica) es el más amenazado de los mamíferos terrestres ibéricos.

El oso pardo no tiene más enemigo que el ser humano, y en las acciones de éste encontramos las razones del peligro de extinción que lo amenaza. El hombre de montaña siempre consideró al oso como a un competidor peligroso y fiero en un entorno hostil, opinión injustificada según los expertos, quienes afirman que se trata más bien de un miedo atávico, ancestral, rodeado de leyenda y mito, poco justificable a estas alturas, aparte de servir como excusa para exterminar a un animal con el que se compite por el control del territorio.

Los intereses cinegéticos, turísticos, forestales y ganaderos tienen mucho que ver con el sambenito de "bestia carnicera", destructora de rebaños y cultivos, que se aplica al oso. Sin embargo, según los científicos, la presencia del oso en la montaña es síntoma de buena conservación del ecosistema, ya que se trata de un animal muy exigente ecológicamente hablando. Además, en la actualidad, todos los programas de reintroducción del oso tienen en cuenta el pago de indemnizaciones por destrozos causados ocasionalmente por los osos en cultivos o rebaños.

El oso es incapaz de causar una catástrofe como la extinción de la especie humana. El hombre es la causa principal de la desaparición de miles de especies vegetales y animales, y de su propio habitat natural, incluida la capa de ozono que nos protege de las radiaciones solares ¿Quién es peligroso? El oso, animal tímido, acostumbra a vivir en zonas de montaña muy elevadas y es muy difícil observarlo, siquiera por excursionistas experimentados. El ser humano ha llegado a esas zonas altas con sus actividades económicas y no ha respetado nada. Cuanto más evoluciona la tecnología y más aumenta la demografía humana, más especies están en el blanco de los cazadores y más se deterioran los ecosistemas.

NORMALIZACIÓN ECOLÓGICA

Para evitar la extinción del oso pardo hay que asegurarle un habitat de calidad, protegido de la acción devastadora del ser humano. Pero ello significa crear reservas naturales, lo que choca a menudo con los intereses de aquellos que viven de la montaña y defienden su "propiedad". De lo que se trata es de hacer compatible la actividad humana con la presencia del oso en la montaña, cosa no muy difícil, pues se ha venido haciendo durante miles de años, cuando el oso se beneficiaba de las actividades tradicionales del hombre. Hasta que la ambición del ser humano por explotar hasta el último resquicio natural le llevó a la persecución directa del oso mediante caza sistemática e ilegal y envenenamiento, y, simultáneamente, a la persecución indirecta, mediante la destrucción del habitat natural de este mamífero: deforestación por infraestructuras, como centrales hidráulicas, embalses, pistas de esquí y equipamientos turísticos, pistas forestales, carreteras y autopistas, urbanización, talas indiscriminadas o quemas para cultivo, introducción de especies vegetales foráneas, ganadería. Si esperamos más para practicar la reintroducción del oso dentro de su habitat natural, éste estará totalmente destruido y será demasiado tarde. Tendremos que conformarnos con el triste espectáculo de verlo en cautividad.

PROGRAMA LIFE

La Unión Europea presentó en 1994 el programa LIFE para la protección de especies amenazadas de extinción. Se pretende reintroducir en el Pirineo tres especies en peligro: el oso pardo, el bucardo (cabra pirenaica) y el quebrantahuesos. El presupuesto es de 1.100 millones de pesetas, e intervienen en su desarrollo el Ministerio de Medio Ambiente francés y Aragón, Cataluña y Navarra. Para el bucardo, cabra montes adaptada a las condiciones extremas del Pirineo, la solución hallada es la de cruzarlo con otras especies de cabra hispánica que viven en la sierra de Cazorla, Sierra Nevada o Tortosa-Besseit. El quebrantahuesos debe su declive a la ingestión de carroña de animales envenenados por el hombre» España posee la colonia más importante de Europa, que, además de los venenos, sufre los peligros causados por los tendidos eléctricos y la ruidosa masificación de las montañas.

En cuanto al oso, la idea inicial era soltar varios ejemplares procedentes de Eslovenia a ambos lados de la frontera, con el objetivo de constituir una colonia híbrida estable en unos años. También se reintroducirá en Grecia, los Abruzzos italianos y Los Alpes.

MALA PLANIFICACIÓN

Sin embargo, desde el primer momento, la Generalitat catalana topó con el rechazo de ganaderos, asociaciones de cazadores y pescadores, empresarios turísticos e incluso alcaldes de las comarcas del Valle de Aran y el Pallars Sobirá. Inmediatamente empezaron las manifestaciones públicas en contra de la reintroducción del oso: cortes de carreteras, concentraciones, pancartas en las que se podía leer: "Salvemos nuestras montañas, no al oso ", manifiestos firmados por varios alcaldes en los que se denunciaba el supuesto peligro potencial que representa el oso para el desarrollo de la zona (turismo, pastoreo de alta montaña, silvicultura), recogidas de firmas para que "la supervivencia del oso no se superponga a la supervivencia de la economía rural", petición de dimisión del Consejero de Medio Ambiente y del Director General del Medio Natural de la Generalität, e incluso un referéndum en el que el Pallars Sobira dijo no al oso. No faltó quien amenazó con cazar al oso a la primera ocasión. La asociación ecologista leridana IPCENA reaccionó advirtiéndoles de que matar especies protegidas es ya un delito ecológico según el nuevo Código Penal.

La Generalitat había entrenado en Cantabria a ocho agentes rurales y dos técnicos contratados, un naturalista y un biólogo, para preparar el seguimiento de los nuevos osos pirenaicos. Además, en 1994 realizó un estudio del terreno para escoger el lugar más adecuado para la liberación de los ejemplares. Sin embargo, a pesar de todos los trabajos preliminares, y debido a la presión social, se decidió no liberar osos en la vertiente catala­na, y limitarse a invertir los 210 millones de pesetas recibidos del programa LIFE en el seguimiento de la posición exacta de las dos osas pardas capturadas en los bos­ques eslovenos de Medved, en la región de Kocevje, y liberadas finalmente por Francia en mayo y junio de 1996, en los bosques entre l'Ariége y el Alto Garona, zonas fronterizas con las dos comarcas catalanas opuestas al plan. Esta renuncia llevó a DEPANA a exigir al Gobierno de la Generalitat la devolución de los fondos comuni­tarios, por no tener la intención de cumplir su compromiso firmado con el programa LIFE de la Unión Europea.

"Giva", de 7 años y la desapare­cida "Melba", de 5 años, dado que no sabían leer y no entienden de fronteras, no tardaron muchos días en aparecer por los bosques cata­lanes, aunque son constantemente controladas por los encargados del desarrollo del programa. El segui­miento se realiza mediante1 radio control de unos collares, que luego perdieron, colocados a las dos osas liberadas, y a través del satélite Argos. Otro método de seguimien­to es el rastreo de huellas, excre­mentos, piedras levantadas, oseras para el descanso, etc. Por si fuera poco, un contestador automático informaba de su posición las 24 horas del día.

REINVICACIONES RURALES

El motivo principal de queja de la sociedad rural de la vertiente pirenaica catalana es la falta de respeto que representa el no haber sido tenidos en cuenta por la Generalitat a la hora de tomar unas decisiones que afectan de modo directo a su modo de vida. Acusan a los burócratas de Barcelona, Bruselas y París de haber actuado de forma unilateral, con una política de hechos consumados, ya que ni siquiera se habían pactado las pertinentes compensaciones económicas previstas en caso de daños causados por los osos cuando Francia soltó a los animales en su territorio. Además, las primeras propuestas de compensaciones eran un tercio inferiores a las ofrecidas por el Gobierno francés al otro lado de la frontera, lo que indignó aún más a los oponentes del oso.

En definitiva, no hubo un debate previo acerca del modelo de Pirineos que se desea para el futuro, no se pidió la opinión de sus habitantes, y no se benefició a la zona con puestos de trabajo dentro del programa de seguimiento e infraestructuras de protección de las actividades económicas humanas.

Los habitantes, mal informados e ignorados por los altos funcionarios, exigieron legítimamente su derecho a tomar decisiones en su propio territorio. Por otra parte, reclaman otro tipo de instalaciones más prioritarias en su opinión, como escuelas, hospitales o carreteras.

A todo ello se añade el recelo hacia las promesas de la Generalitat, que construyó unas reservas en 1983 donde no se podía cazar ni talar para no molestar al oso, y prometió pagar dos millones anuales por ellas, de los que sólo pagó el primer año. ¿Podían confiar en el pago inmediato de las indemnizaciones en el caso hipotético de un ataque de los osos al ganado? Parece ser que los recelos entre la capital y las comarcas afectadas no se limitan a la cuestión del oso. Tienen raíces más profundas, y los osos sólo fueron la gota que colmó el vaso, convirtiéndose en víctimas de la falta de comunicación y entendimiento entre las partes.

LOS MODELOS FRANCÉS Y ASTURIANO

El gobierno francés invirtió más de diez años en concienciar a su población pirenaica (escuelas, comerciantes, ganaderos y agricultores) de los beneficios turísticos que aportaría la presencia del oso a unas zonas montañosas despobladas y deprimidas, hasta el punto de que los diferentes municipios pugnaban entre ellos por ser los elegidos para la liberación de osos. En Melles, el municipio escogido, se invirtieron 60 millones de pesetas en infraestructuras. Se pusieron en marcha programas educativos y de conservación de los bosques, y se invirtió en infraestructuras que beneficiaban las actividades tradicionales de montaña, como carreteras, cabañas para los pastores, más pistas de esquí y refugios, un centro de información turística, empresas, invernaderos, un ecomuseo, etc. El oso se convirtió en símbolo de la montaña y reclamo turístico de primer orden y se acuñaron eslóganes como "Los Pirineos sin osos son como África sin elefantes" o "Alto Garona: montaña salvaje, el país del oso". Se editaron carteles, fotos, camisetas, todo tipo de reclamos ensalzando las ventajas del oso pirenaico. Paradógicamente ha sido un cazador francés, y en Francia, quien ha acabado con Melba.

En 1997, Francia liberó a Pyros un macho y otros tres ejemplares lo serán de forma progresiva, hasta el año 2000. El Gobierno francés se ha comprometido a anular el programa si se comprobara que el oso es una amenaza para el hombre o para las otras especies salvajes.

En Asturias viven unos 60 osos. El turismo ha crecido y nadie protesta por su presencia. Por si fuera poco, hasta las asociaciones cinegéticas lo defienden, porque imprimen un sello de calidad y de buena conservación del entorno a sus cotos. Las cifras desmienten la supuesta ferocidad del oso: en el Principado asturiano solamente producen unos 50 daños anuales, menos de uno por oso al año, principalmente en colmenas y frutales, muy pocas veces al ganado. El gasto por estos daños no llega a los 6 millones de pesetas en concepto de indemnizaciones, menos de 100.000 pesetas por ejemplar. En caso de duda respecto a la muerte de una cabeza de ganado, el pastor siempre cobra indemnización. Fenómenos meteorológicos como tormentas y rayos o mamíferos como el jabalí causan más daños que los osos. Por otra parte, el turismo ha crecido tanto que ha llegado a ser excesivo.

En el Principado de Asturias también se manifestó cierto recelo ante la vuelta del oso hace 15 años, cuando los diferentes programas de conservación se pusieron en marcha, puesto que también se trata de zonas habitadas por poblaciones humanas que viven de la montaña. Sin embargo, en la actualidad el miedo está superado, porque el tiempo ha dado la razón a los que defendían al oso. La experiencia de Asturias demuestra que hay que esperar un tiempo prudencial para comprobar las muchas ventajas del oso y sus mínimos, despreciables daños a la economía tradicional. En Asturias y otras comunidades autónomas que poseen osos, los ataques al ganado son ocasionales, y los afectados reciben las correspondientes indemnizaciones. No ha habido ningún ataque a personas, a pesar del enorme flujo turístico de la zona. La única queja que existe no se dirige al oso, sino a la tardanza en cobrar las compensaciones, cosa que compete al Gobierno autónomo asturiano.

Las campañas de sensibilización, especialmente a través de la Fundación Oso, presidida por el Príncipe de Asturias, fueron también muy efectivas. Se editaron libros y folletos informativos dirigidos a escuelas y el público en general para dar a conocer la realidad del oso, su relación con el hombre y la montaña, con la intención de hacer crecer la simpatía hacia un animal que hoy en día es considerado un símbolo de identidad cultural propio del Principado. En la actualidad, el objetivo asturiano es conseguir que las dos poblaciones existentes en la Cordillera Cantábrica, la oriental y la occidental, lleguen a cruzarse, para impedir la endogamia, que empobrece la especie genéticamente y hace peligrar su subsistencia.

SI AL OSO

Los defensores de la reintroducción no son pocos dentro del Pirineo. Muchos empresarios turísticos, ya se dediquen al deporte de aventura, al excursionismo o a la hostelería, ven en el oso un reclamo más para la gente de ciudad y para el visitante extranjero, como se comprueba en Estados Unidos, en el parque de Yellowstone, o en Canadá, donde el oso es un símbolo y presa codiciada para el álbum de fotos del turista. Los ecologistas defienden un tipo de turista concienciado, curioso y a la vez respetuoso con el medio ambiente, en contraposición con el dominguero del 4X4 que destroza y ensucia todo lo que pisa.

Finalmente, la Generalitat catalana ha pactado con los habitantes del Pirineo unas indemnizaciones justas y la promesa de retirar el proyecto si se demostrase perjudicial para la economía de la zona. Los detractores del plan manifestaron finalmente no estar contra el oso, sino contra la forma de hacer las cosas desde los despachos oficiales, sin consensos, sin campañas de sensibilización. Los ecologistas, a su vez, consideran indisociable la reintroducción del oso y la preocupación por el desarrollo socieconómico de las zonas deprimidas de montaña.

FURTIVISMO

El cazador del oso fue hasta hace pocos años un héroe que liberaba a su gente del enemigo mortal, y la piel del oso era un trofeo codiciado. Sin embargo, ahora el furtivo debe ser considerado un ser asocial, que actúa fuera del consenso social para proteger unos intereses privados o explotar comercialmente el producto de su caza ilegal.

El furtivismo fue la causa de la desaparición del oso pardo en los Pirineos, y pone en peligro su supervivencia en la Cordillera Cantábrica, donde se cazaron 30 osos entre 1970 y 1990. El principal problema al que hay que hacer frente es la falta de sanciones duras contra estos "piratas", pues las bandas, muy bien organizadas, conocen perfectamente el terreno y dejan pocos indicios, por lo que siempre se suele aplicar el beneficio de la duda. El comercio ilegal de cráneos y pieles es desgraciadamente muy lucrativo, motivo que hace necesaria una mayor concienciación de la población en contra de estas prácticas.

La CODA (Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental) ha denunciado la falta de controles suficientes y la presencia de cazadores en zonas reservadas para el oso. Por ello reclama más efectivos para el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil), un cuerpo que ha demostrado ser muy eficiente en la disminución del furtivismo cuando se le dota de los recursos y personal necesarios para desarrollar su labor de modo eficaz.

Es compromiso del Estado español conservar la biodiversidad dentro de su territorio, tal y como establece el Tratado de Biodiversidad firmado por España en Río de Janeiro. No debemos olvidar nunca que la Naturaleza no nos pertenece. Ya es hora de que aprendamos a compartirla con el resto de los seres vivos, antes de que nos quedemos solos.

 

Ong ADDA    Marzo 1998


Relación de contenidos por tema: Conservacionismo


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