La cascara del Huevo - Heredoto

ADDAREVISTA 12

Desde un villorrio desconocido, en esta España de tinieblas y sombras, se puede alcanzar los encabezamientos de los medios de comunicación tanto nacionales como internacionales. En especial dentro de la prensa sensacionalista. ¿Cómo, pues, adquirir popularidad? Muy fácil. Ante todo hay que escoger una víctima que no cause problemas ¡Ya está! Un animal. En España siempre se tiene uno a mano; legalmente es como una silla, una escoba o, cualquier otro objeto. Pero..., ¡da espectáculo! Se mueve, respira, bala y algunos... hasta dicen ¡que sufre!

Resultará válido el oportunismo de una circunstancia relacionada con un Santo Patrón o un hecho histórico. La tradición, a menudo, resulta una cuestión menor: nadie la evidenciará. Tampoco es  necesario que la Iglesia participe, aunque siempre será un aditivo que sazonará los comentarios de los medios extranjeros para mezclarlo, sabrosamente, con festivales católico-religiosos. El esquema primario ya está encajado. Ahora viene lo principal. Porque, claro, como no los conoce ni el gato de su casa y la publicidad, hoy en día, es muy cara, hay que movilizar a los defensores de los animales: estos soñadores que van pregonando la filosofía del animalismo. Ellos se encargarán de decir a troche y moche lo "bestias" que son (con perdón para las bestias) y en tres o cuatro años aquel pueblo, antes desconocido, adquiere una creciente notoriedad. Se llena de gente y pasa del aburrimiento, supino, al estrellato internacional. Aunque sólo sea una vez al año.

Con la consolidación de la democracia -y que sea por muchos años- se ha llegado, lamentablemente, también, a la consolidación de la crueldad con los animales. La figura del Alcalde ha adquirido tal importancia que se le permite campar a sus anchas. Subyace el electoralismo. Si bien, por ahora, los partidos políticos "trabajan" sobre listas cerradas, en las pequeñas poblaciones el alcalde es conocido por su nombre y apellidos. Se vota más a la persona; y el partido político queda más en un segundo plano. Las fiestas son una buena oportunidad para el populismo. La víctima -el animal paciente y doliente-, no va a protestar y, en la mayoría de los casos, quedará convertida, entre bebidas espiritosas, en barbacoa gratuita subvencionada por el ayuntamiento o la peña de turno.

Las declaraciones recogidas de los mismos alcaldes tienen, todas ellas, un paralelismo muy semejantes: "que no sufren, que la muerte es rápida, que peor son las corridas de toros, que es tradición y que durará hasta que el pueblo lo decida".
 ¿Qué puede ocurrirles? Simplemente un expediente administrativo -nunca penal- o una pequeña multa -siempre recurrible-y de resolución eternizable. Entretanto se agranda su "victimismo" y figura política frente a la población, que son quienes deben votarlo. Pero quien paga y pierde es España. Sin salir de la cascara del huevo se desconoce lo que ocurre alrededor. Nuestros políticos demuestran un creciente afán de relación y apertura hacia el exterior pero ignoran -o lo pretenden-, que en el extranjero conocen, cada vez mejor, el calvario que sufren nuestros animales. Y la prensa sensacionalista foránea aprovecha la buena ocasión  que se les brinda para abrir el fácil cajón del antiespañolismo: la caza de brujas. Y esto no es bueno.

En un mundo cada vez más interrelacionado y con plena integración europea, no se nos va a tolerar esta barbarie. Porque en democracias mucho más desarrolladas que la nuestra, la base del electorado rechaza la tortura como diversión y los partidos son mucho más receptivos, y cercanos, con el sentir de sus electores. A nuestros políticos les será cada vez más difícil ignorar -fuera de la cascara del huevo- esta situación. La evidencia se está multiplicando: o bien les resultará extremadamente incómoda continuar ignorándola o bien tendrán que negarla, con resultados aún peores. El prestidigitador ya no da para más. Nos estamos jugando conceptos fundamentales extrapolables a otros comportamientos que, con manchas como estas, obscurecen todo el conjunto.

 

Ong ADDA  1993


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