Carta desde Alicante - John Greenstead

ADDAREVISTA 14

Hoy es un día lluvioso y gris. Ayer fui a dos encuentros (tomé un poco de sol en la playa entre uno y otro) y charlé un rato con Enrique Núñez. Leí unos cuantos papeles sobre sus admirablemente nobles planes, que me comunicaron mucho más que esos áridos estatutos llenos de tecnicismos. Sus apuntes mencionan el deseo de "dignificar la actitud y el comportamiento humano", pero, aunque la Junta Directiva de su Asociación pueda tener una sensibilidad superior y un completo altruismo, él tendrá que enfrentarse con la amarga realidad de que la mayoría de sus semejan­tes no tienen esas cualidades.

Compasión, altruismo, tole­rancia, amabilidad, simpatía, cariño (o amor) hacia nuestros compañeros, los animales, no son lo que hace mover al mundo. Básicamente, los motores siguen siendo los principios darvinianos: poder (personal o nacional), enriquecimiento personal (a cualquier costo o sin preocuparse de los demás), vanidad (tener más riqueza, terreno o bienes materiales que los demás), codicia, envidia (de los desposeídos hacia los poseedores) y odio. El síndrome del "Yo prime­ro".

¿Cómo espera la gente noble, como Núñez, superar estas fuerzas elementales? Si fuera para conse­guir beneficios o ventajas persona­les, la gente de todos los niveles (desde el más alto hasta el más bajo) mentiría, engañaría, robaría, aceptaría dinero sucio. Asi que... en primer lugar, Núñez y sus com­pañeros tienen que enfrentarse con la falible naturaleza humana. En segundo lugar, tienen que enfrentarse con el "sistema", el "modus operandi" de las socieda­des creadas por estos humanos.

En cualquier caso, Núñez y sus compañeros son como pequeñas ranas dando patadas a un dinosau­ rio que se ha metido en su charca. El monstruo se llama comercio y su dimensión y dinámica es todo­poderosa. No se puede hacer nada y no hay manera de retardar su carrera hacia la destrucción. El no crecimiento es una ilusión. Un sueño de idealistas, la utopia de los Verdes.

El gigantesco y complejo siste­ma que involucra el comercio mun­dial, el FMI, el Banco Mundial, las Bolsas, el depredador sistema ban­cario, los nuevos monstruos corruptos de la UE y el pendiente GATT ("¡Yupi!, gritó Clinton, por­que la ratificación del GATT repre­sentó para los EEUU un negocio de 700.000.000.000 dólares en comer­cio), todos son intocables e inex­pugnables. La continuidad de esa red, que lo abarca todo y va desde los arrozales hasta los ordenadores de millones de bytes por segundo, significa la desaparición de bos­ques y sus billones de pequeñas criaturas e insectos, mares y ríos contaminados, sus criaturas ame­nazadas de extinción debido a la pesca abusiva o por la contamina­ción; significa despellejar la tierra viva para obtener sus recursos; significa que ya no habrá más vida en el mundo; significa, de hecho, que se dirige a la autodestrucción sin remedio.

Este hotel mismo, en donde me  hospedo, es un buen ejemplo. Y lo que pasa aquí, pasa en miles de hoteles en todo el mundo. A pro­pósito: he elegido este hotel por­que en vez de las clásicas 15.000 pesetas por habitación, desayuno e impuestos, ofrecían, por viernes, sábado y domingo en las mismas condiciones '7.420 pesetas!. Menos que el poco acogedor y espartano hotel de la Gran Vía de Barcelona, y en vez de una Coca­cola imbebible, un croissant y dos pequeñas tostadas duras, tienen una cantidad ilimitada de zumos de frutas, zumo de tomate, leche, té, café, diez tipos de bollitos, salchichas, tocino, huevos, naranjas y melón, seis tipos de cereales, panecillos, galletas, yogurt y cuajada.

En fin, este enorme hotel (¡260 pasos desde mi habitación hasta la entrada principal!) no podría sobrevivir sólo con el turismo. Cuentan con el personal de las compañías de vuelo, hombres de negocios con cuentas de gastos generosas y, sobre todo, con conferencias y congresos. Es verdaderamente deprimente ver a estos hombres de cara sobria y trajes oscuros corriendo por los pasillos de una sala de conferencias a otra con sus carpetas bajo el brazo o un maletín al estilo James Bond en la mano. Tienen intenciones tremendamente serias e unidireccionales en sus misiones para proteger y promo­cionar los intereses de las compa­ñías, hambrientas de poder y diri­gidas por el rendimiento que representan. Estos ejércitos de entusiastas y miopes esclavos de la industria y el comercio trabajan en las ciudades de todo el mundo. Son invencibles. Probad a mencio­narles palabras como: naturaleza, ecología, animales, árboles, ríos, pájaros, etcétera, y sus caras, des­concertadas, no os comprenderán y os considerarán unos enfermos mentales, o un idiota peligroso que se atreve a atacar al "sistema", SU sistema, SU "modus vivendi". Lo mismo sucede con las aterrorizantes y crecientes ambiciones de la economia china, que está emergiendo con fuerza: una catástrofe. (John Greenstead, desde Alicante. Otoño 1994).

 

Ong ADDA  Marzo 1995


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